La agenda social no puede limitarse a la pobreza cero. Este es un slogan vacío, peligroso para la agenda de políticas por su simplismo extremo y porque porta una profunda miopía para ver las desigualdades sociales que afectan la cotidianeidad de las familias más humildes y del conjunto de hogares de nuestros países. No caben dudas de que se trata de una idea que implica un límite muy concreto para la agenda de políticas porque la pobreza cero se puede conseguir con políticas de asistencia social. En este punto se impone otro interrogante: ¿Recibir asistencia es bienestar? ¿O, en realidad, la asistencia es un bienestar limitado, degradado?
Transformar las desigualdades sociales persistentes y otras nuevas -o que más bien se incrementaron en los últimos 4 años- impulsando procesos de desarrollo económico potentes se constituye en un pilar de base de la agenda de políticas para la Argentina. De esta agenda casi no se habla o, si se menciona, se lo hace desde miradas sectoriales (sólo refiere a la desigualdad de género o las educativas o laborales, pero no a sus múltiples facetas y a cómo estas se anidan y superponen).
Muchas veces suelen plantearse como opuestos el crecimiento económico con la reducción de las desigualdades. La realidad es que se tratan de procesos que deben ir juntos. De lo contrario, puede crecerse y verificarse la reducción de la pobreza por ingreso, pero no necesariamente ello implica una reducción de la pobreza estructural, que está más ligada a las desigualdades. El caso de Chile es revelador al respecto: elevados niveles de crecimiento con exiguas mejoras en la distribución del ingreso. Por otro lado, un país puede distribuir el ingreso que tiene y promover buena educación, salud y ser más igualitario de modo que reduce la pobreza, como el caso de Cuba que tiene los mejores indicadores sociales de América latina, pero un crecimiento económico estancado en gran parte por el bloqueo norteamericano vigente desde hace 60 años.
Entre las desigualdades sociales persistentes valga apuntar al menos seis:
1) Las territoriales que se visualizan, por ejemplo, en la falta de acceso al suelo urbanizado (tierra con agua, cloacas y servicios básicos de saneamiento) y en la especulación y valorización selecta del suelo.
2) La fuerte mercantilización del sistema educativo y de salud que avanza a paso silencioso y se consolida desde la dictadura, sobre todo desde los ‘90. Las acciones más positivas de inicios del 2000 fueron insuficientes para modificar su tendencia y actualmente se refuerza su sentido mercantil, más que de derechos.
3) La participación de la ciudadanía en la construcción de la agenda de políticas estatales y su despliegue.
4) Las desigualdades de género y que afectan más a las jóvenes y a las niñas. Sabemos que la mujer se ha insertado laboralmente desde los ‘80 en nuestros países (a diferencia de los europeos) para ayudar a hacer frente a las crisis y, a la par, que se ha sobrecargado su trabajo no remunerado o el que se paga vale menos que el del varón y en condiciones más precarias.
5) Explotación de los recursos naturales y cuidado del medio ambiente para que las ganancias derivadas de su comercialización queden en el país y no se desterritorialicen. En muchos casos, además, pensando en que se trata de recursos no renovables que comprometen otro derecho humano indispensable que es el derecho al ambiente sano, lo cual no supone no explotarlos sino ser responsables en la fiscalización e inteligentes en el destino a dar de los dividendos.
6) Reforma fiscal porque el actual esquema tributario grava mal y sobrecarga a los que menos tienen
A esta agenda se suman otras nuevas o que más bien se incrementaron en los últimos tres años y que debiera ser un pilar central de toda propuesta de crecimiento con reducción de las desigualdades: el trabajo y la seguridad social. El reto es de una agenda anidada con múltiples dinámicas y facetas. No se trata de elaborar solamente una política puntual exitosa sino de una batería de políticas e intervenciones a desplegar, acompañadas de la consecuente inversión.
Roxana Mazzola: Coordinadora académica del Diploma de Postgrado de Desigualdades y Políticas Públicas de Flacso, investigadora visitante del Instituto Gino Germani de la UBA y directora del Cedep.