La idea curatorial, pensada por Natalia Revale y Florencia Pastorella, en el marco del ciclo “Visuales de radio” del Bar La Tribu, fue buscar tres colectivos artísticos para poner en diálogo sus experiencias y hacer visible desde el bordado una memoria social. La Cooperativa Gráfica La voz de la Mujer, Dora Morgen Arte Colectivo y Bordando disidencias son los tres grupos que entraman esta muestra donde el bordado aparece como potencia que genera identidad y construye relaciones afectivas que se reconocen en cada puntada.
(A)bordamos es bandera del hacer colectivo que atraviesa la tela, en ese ir y venir del hilo y la aguja, para conectar una escucha que deja de ser íntima y se vuelve política. Porque en el bordado colectivo las preguntas circulan y la escucha es activa. En la mesa repleta de lanas, hilos, tijeras y bastidores se hacen visibles experiencias que remiten a la infancia –como los trabajos de La voz de la Mujer–, frases que articulan formas de violencia para que la denuncia repare –como los pañuelos bordados de Dora Morgen–, y haceres que se deconstruyen para desbordar lo aprendido y volver a bordar desde otro lugar –como en Bordando disidencias–. Tan tangible resulta la apuesta que la potencia de lo colectivo toma el espacio y lo transforma en resistencia.
Bordar la voz
Las mujeres de la Cooperativa Gráfica La voz de la Mujer trabajan en la Villa 20 de Lugano y se gestaron como prolongación de la Asamblea de Mujeres del MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados) Lucha y Libertad. Empezaron estampando dibujos a los que les sumaron el bordado y el resultado fue una serie de obras que merecían estar expuestas. Eusebia, Justa y Noemí forman parte de la cooperativa desde hace aproximadamente cinco años. Llegaron de Bolivia y se conocieron en la organización donde militan, la Federación de Organizaciones de Base (FOB). Eugenia es quien dinamiza ese espacio, donde tomar la voz fue uno de los desafíos que se plantearon. Cuenta: “Con compañeras feministas empezamos a hacer un trabajo con las mujeres migrantes que llegaban de pueblos hermanos para poner en palabras y componer en imágenes”. Primero hicieron agendas, cuadernos y calendarios con consignas feministas y luego empezaron a bordar dibujos en telas estampadas con imágenes más grandes. Eusebia dice: “Yo antes no podía, no sabía. Ha sido bueno organizarnos como bolivianas. Éramos sumisas pero aprendimos a defendernos de hombres golpeadores y de las cosas que nos dicen en la calle.” “Vimos que no tenemos miedo si estamos todas juntas, a mí me ayudó en mi forma de ser, me fortaleció. Fue un cambio para soltar prejuicios, dejar el ‘qué dirán’ y vivir yo”, refuerza Justa. De niñas, en Potosí y Santa Cruz, bordaban como parte de las actividades de la escuela y tienen recuerdos de la infancia relacionados al bordado. “Me estoy recordando los bordaditos que hacía de niña, los puntitos que hacía y eso no tiene que ser solo para mí sino para todas. Si yo no me organizaba capaz no lo hacía, yo misma me valoré y lo hice, por eso amo a la organización”, se emociona Eusebia. Noemí, que llegó a Argentina a los dos años, aprendió a bordar mirando a sus compañeras y a su mamá Berta que también forma parte de La voz de la Mujer. “Sentí que pude”, dice sonriéndoles. Feminista desde la raíz, es la frase que Noemí bordó en su trabajo, un paisaje de su tierra al que le gustaría volver con su mamá. Todas las imágenes son creadas por ellas y varios de los trabajos tienen frases bordadas en quechua, como Mujeres hablando para ir a la marcha. El trabajo de Justa muestra a una mujer con una gubia, las uñas pintadas de rojo, y los cabellos largos y alborotados en un estallido de colores. Hay también un trabajo de Reina Maraz, migrante y quechua parlante que sufrió violencia por parte de su marido y estuvo presa sin entender por qué. Reina forma parte de la cooperativa y bordó en su obra la palabra Hermananchista, que significa hermanas. “Ella es nuestra hermana, ahora está libre, con su hija, tiene sus dibujos, empezó a tallar y a bordar”, cuenta Eusebia.
Bordar con hilo rojo
El colectivo Dora Morgen surgió en 2016 por iniciativa de Analía Gaguin, quien a través de Facebook convocó a dejar registro bordado de lo que el patriarcado genera en las historias de las mujeres. Con hilo rojo sobre pañuelos blancos bordaron en reuniones grupales las frases machistas que cada una recordaba por haberlas recibido, y que cada vez son más. En sus tres años de existencia el colectivo juntó más de 450 pañuelos bordados que visibilizan esos dichos machistas. “Los últimos ya llegan en otros idiomas”, cuenta Analía. La frase Negra de mierda llegó bordada en quechua y Estás desaprovechada, en catalán. En la muestra, Dora Morgen habita una pared donde se unen todos los pañuelos bordados. Una gran bandera hecha de fragmentos que juntan y mezclan las frases, los relatos y las palabras bordadas que agitan la memoria colectiva de tantas mujeres. “¿No querés coger? Tenés un problema, le decía su novio a una muchacha, o No sos torta, a vos lo que te falta es un hombre bien hecho, son frases que lograron sacar afuera palabras encapsuladas o guardadas con culpa y que se habilitan a ser dichas cuando aparecen estos dispositivos tan sanadores”, reflexiona Analía.
Desbordar(se)
Bordando disidencias nació en 2018 con el enunciado Desbordar para volvernos a bordar, una manera de mirar(se) para narrar aquello que sienten mediante un lenguaje que lxs entrama y transforma. Uno de los trabajos muestra una vagina junto a dos frases en armenio: labios de la vergüenza, que es la traducción literal de la palabra vagina, y que la autora de la obra resignificó en labios del orgullo. Manu, integrante de ese espacio, dispara: “¿Por qué nos juntamos a bordar, y qué bordamos?”. El viaje a Armenia de Anush, una integrante del colectivo, fue clave para generar un espacio en el cual transmitir la experiencia que había vivido en la tierra de sus ancestrxs, donde ser disidente es ilegal. “En Armenia se juntaban a bordar de manera clandestina en un club porque sus propias identidades no estaban permitidas. Cuando Anush volvió no podía soltar la aguja y el hilo, entonces ese espacio de bordado colectivo daba pie a discusiones y charlas donde unx se abría a todes en un entramado de diversidad colectiva”. Lo que tengo entre mis piernas es lucha, dice otro de los trabajados de Bordando disidencias. También hay prendas de ropa bordadas, como un calzoncillo negro que tiene en la parte de adelante una vulva bordada con hilos de todos los colores. “Ese bordado genera contradicción y se internalizan cruces, sexualidades y aperturas que bordan resistencias”, sintetiza Manu.
(A)bordamos es un orgullo, coinciden todxs. “Nos quieren y eso hace que nos queramos nosotras. Nos defendemos todas juntas en tribu”, se ríe Eusebia. “Cada trabajo se potenció en lo colectivo”, subraya Analía y Manu cierra poniendo en relieve el cuerpo que tomó la muestra “para que todes crezcan en un entramado de personas que tejen redes que generan organización, fuerza, voluntad, valoración y orgullo”.
(A)bordamos. Hasta el 8 de junio en Bar La Tribu.
Lambaré 873. CABA. Sábado 1º de junio, taller de bordado de 16 a 19.