Escribo esto mientras miro fútbol. Bah, mientras miro las tribunas de un fútbol que alguna vez supo ser “para todos”. En los planos abiertos muchísimos hinchas, en los planos cortos sólo rostros de mujeres. El feminismo me cagó la vida. Ya no puedo disfrutar del deporte más lindo del mundo sin enojarme por algo, pienso.
El feminismo me hizo comprender que si un DT te dice “no se les puede sacar la pija del orto” después de haber empatado dos partidos seguidos, estaba mal. Que había que repudiarlo. Que no podía volver a quedarme callada ante un comentario así. El feminismo me hizo agarrarle bronca al fútbol. Al futbol no como deporte, pero sí al entorno. Me hizo entender que las diferencias entre varones y mujeres era, ni más ni menos, una cuestión de género. Ahora suena simple ¿No? ¿Cómo no lo entendí antes?
El feminismo me mostró que no me estaba esforzando poco en los entrenamientos y en los partidos, que lo que tenía no era lo que merecía. El feminismo me dio perspectiva de género, y eso me cagó la vida. Ahora veo con claridad todo lo que me sucede como mujer en el ambiente más popular y machista del país, y del mundo. Y me enoja. Me preocupa.
Ahora entiendo que una merienda después de un entrenamiento no se agradece como un logro por tanto esfuerzo. Ahora entiendo por qué no encontré club desde los 5 hasta los 15 años para poder ir a divertirme y a jugar. Ahora entiendo por qué tuve que quedarme jugando en una plaza durante tantos años, mientras mis amigos se iban a entrenar.
Lo empecé a entender en el 2015, cuando tenía 24 años. ¿Cómo no me di cuenta antes de que era una cuestión de género? ¿Por qué nunca había escuchado hablar de feminismo? ¿Por qué tardé tanto en militar? ¿Tardé en militar o milité sin saberlo? Definitivamente milité sin saberlo. Jugar era mi forma de militar. Elegir una pelota y no una muñeca era mi forma de divertirme, y de revelarme.
El feminismo me dio las herramientas para transformar muchos enojos contra el fútbol en enojos contra las personas que hacen, del fútbol, un deporte difícil para las mujeres. Me hizo transformar esa indignación y ese dolor, en una militancia sólida. En una militancia que ahora tenía nombre.
¿Qué sentís cuando jugás? Me preguntaron en una entrevista hace unos días. Bronca, respondí sin pensarlo mucho. El feminismo me hizo ir a entrenar con bronca. Con bronca positiva, de esas que te hacen querer cambiar las cosas. De esas que te hacen cambiar las cosas. La bronca que te hace actuar y no quedarte con enojos vacíos.
Hay que tenerle mucho amor al fútbol para ser mujer y estar metida acá. Aprendí a convivir con el odio y el amor que me genera ser jugadora de fútbol. El deporte que me hace sumamente feliz y sumamente triste.
El deporte que nunca voy a dejar de jugar, porque nunca voy a dejar de militar. 6
Maca Sánchez: Jugadora de fútbol. La primera profesional de ese deporte en la Argentina. Juega en el club San Lorenzo de Almagro.