Durante muchos años las voces de las personas que han sufrido violencia sexual fueron enterradas en la impunidad. La hegemonía que exhibía el machismo cultural hacía imposible que se pudiera decir en voz alta lo que se había padecido en manos de extraños, conocidos o familiares. Nuestra sociedad fue cambiando y en los últimos años, a propósito del crecimiento exponencial del feminismo, cada vez más víctimas pueden hablar.
En este camino, la denuncia de Thelma Fardín es una bisagra. Su valentía y templanza constante puso al abuso sexual en el centro de las conversaciones públicas en nuestro país. La liberación de su trauma personal dio paso a la posibilidad de que elaboremos un trauma social: aquello que no podía ser dicho por el profundo dolor que causaba fue revelado. La violencia sexual existe y todxs podemos realizar un aporte significativo para que deje de ser tolerada.
Este proceso no está exento de resistencias pues, si bien estamos dando pasos gigantes en el entendimiento del tema, el machismo cultural es una bestia que frente a la pérdida de su poder está dispuesta a volverse cada vez más violenta con la finalidad de restablecer el orden anterior aquel donde el silencio era la garantía de la impunidad, donde la sociedad produce y reproduce trauma.
La incorporación de la perspectiva de género en el proceso judicial es un mandato constitucional, derivado del artículo 5 de la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (Cedaw). Esto implica que deben tenerse en cuenta las experiencias y necesidades de las mujeres, niñas y adolescentes al momento de prevenir, investigar y sancionar delitos. Específicamente en relación con la violencia sexual esto significa que el consentimiento no puede inferirse del silencio o de la falta de resistencia de la víctima. A su vez la credibilidad, honorabilidad o disponibilidad sexual de la víctima no puede inferirse de la naturaleza sexual del comportamiento anterior o posterior de quien denuncia. Las defensas legales que recurren a mitos sobre la violación son revictimizantes y tan dañinas como ineficientes. Estas no pueden ser aceptadas como válidas por el Poder Judicial, en caso contrario estaríamos frente a un supuesto de responsabilidad internacional del Estado.
La reproducción de discursos y argumentos profundamente revictimizantes no es una novedad. Hemos escuchado infinidad de veces que a las víctimas no hay que creerles. Sin embargo, algo está cambiando. La sociedad se defiende entendiendo que si queremos que la violencia sexual disminuya en necesario que los procesos de denuncia, investigación y juzgamiento se den dentro del abrazo contenedor que brinda la perspectiva de género rompiendo el látigo del machismo cultural que una y otra vez elige lacerar al más débil en un intento de volver a poner las cosas en un oscuro y doloroso lugar.
Sabrina A. Cartabia Groba: Abogada feminista e integrante de Red de Mujeres.