¿Por qué la obsesión del macrismo con las computadoras del Conectar Igualdad? Las netbooks de Conectar Igualdad deben ser de los objetos más sobre significados desde que apareció el programa en 2010. Sin embargo, es claro el motivo de por qué las netbooks representan el nuevo “parquet” de la narrativa miserabilista que el Gobierno retoma y radicaliza: el acto de calificarlas de “cosas absurdas” le permite al primer presidente producto de la educación privada reponer su negación a concebir la idea de bienes no asignados, ni a priori regulados, por la lógica desigual del mercado. Su negación a la idea misma de lo público como un producto de la efectiva realización de derechos ciudadanos.
Al reconocer a los sectores populares como sujetos de merecimiento, a no quedar reducidos a sus necesidades elementales, las netbooks del Conectar rompen esa lógica mercantil. Su uso en las aulas, en las casas, en los grupos de amigos, en las universidades, en las plazas, incluso su supervivencia a la obsolescencia y el paso del tiempo, es una constatación cotidiana de la viabilidad de políticas públicas inclusivas que no sean las actuales de ajuste y colapso.
Al orientarse a lograr la inclusión digital en todas las escuelas públicas del país, Conectar Igualdad perforó el monopolio del mercado sobre el circuito totalmente monetarizado de acceso individual a las nuevas tecnologías. Así introdujo entre les jóvenes otras categorías de apreciación que tensionaron los criterios de asignación de recursos hasta entonces naturalizados. Son ejemplo de ello las largas discusiones en las que los jóvenes se embarcaban acerca de si una netbook comprada era o no mejor que una del Conectar, o si hoy es un derecho “saber de compus”, y de por qué la escuela debería y no enseña más a usarlas.
Una cuestión clave es la siguiente: desde que el presidente Macri comparó la entrega de las computadoras en las escuelas con “repartir asado”, pudimos ver las reacciones que esto generó en los medios y las redes sociales. Es que un importante sector que no comparte el odio del macrismo, sí en cambio duda del valor de Conectar Igualdad al suponer que “los chicos no usaron las computadoras para estudiar”.
Sabemos que al proponerse como una política universalista –es decir, para todes– la implementación del Conectar habilitó entre los jóvenes debates que les permitieron comprender las desventajas que enfrentan quienes hoy no manejan los códigos de la digitalización. Gracias a la acción del Conectar, lo digital es ahora percibido como un saber a conquistar para no quedar relegado de futuras posibilidades en un mercado laboral que premia cada vez más esas habilidades. En años anteriores los estudiantes incluso llegaron a reclamar y marchar en las calles por las netbooks como un derecho. El Conectar posibilitó que lo digital pueda ser visto por las nuevas generaciones como una nueva dimensión de la desigualdad contra la que hay que trabajar personal y colectivamente.
A su vez, lo que desde las ciencias sociales hoy sabemos es que, en sus múltiples usos de las netbooks, los jóvenes hicieron algo más que jugar, navegar o dispersarse: adquirieron habilidades que luego capitalizaron y actualizaron para enfrentar otros usos más “serios”, más “productivos”. Los jóvenes ampliaron la gama de habilidades, saberes, recursos que disponían para capitalizar su experiencia escolar ante los problemas que enfrentan al intentar integrarse a un mundo laboral en crisis.
Negar todo este universo de saberes es omitir que la institución escolar constituye la condición de posibilidad de apropiaciones imprevistas y potentes que se desmarcan de ella.
* Investigador del Conicet.