De repente, como si fuera un brote veraniego, los parques y plazas de la ciudad de Buenos Aires empezaron a ser invadidos por obradores, cemento, escombros, más rejas que se agregan a las ya existentes, zanjas, sistemas de riego y carteles con pedidos de disculpas. El gobierno porteño emprendió obras de dudosa urgencia ciudadana con simultánea precisión quirúrgica y en la etapa del año en que más se utilizan esos espacios verdes. De norte a sur y de este a oeste, los bosques de Palermo, Parque Patricios, Parque Chacabuco, Plaza Constitución, Plaza Lavalle y otras de barrios como Flores y Belgrano, quedaron limitadas al público parcial o totalmente. En esas tareas de mantenimiento y rediseño del espacio público se tercerizó hasta el corte de yuyos. No fueron utilizados los casi cinco mil trabajadores del ministerio del área. “Ni el personal de planta ni los contratados”, le confió un delegado a PáginaI12.
Como la terminación de estas obras suele prolongarse más allá de los plazos previstos, el paisaje sufre modificaciones impactantes. Donde había césped quedan barro y tierra, senderos interiores se convirtieron en lajas o cascotes apilados, vallados amarillos señalan zonas vedadas durante semanas y los surcos para riego son imperceptibles de noche para el corredor más avezado. En esa política de maquillaje compulsivo al espacio público tampoco se salvan ni los más chicos. Los baldosones flotantes de goma se salen de su sitio y dejan expuesto el piso de material en la zona de juegos. La maleza envuelve hace tiempo la montaña rusa del Parque de la Ciudad en Villa Lugano y en Chacarita se levanta una nueva plaza con vista privilegiada a las tumbas del cementerio (ver aparte).
El 19 de octubre pasado, el ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Eduardo Macchiavelli, describía ante la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Legislatura: “Nuestra meta es generar una ciudad amigable, inclusiva y moderna donde el espacio público sea un lugar de encuentro e integración; un espacio público humanizado y a escala de las personas”. En ese momento, hace más de tres meses, la plaza Manuel Belgrano permanecía cerrada a una cuadra de Cabildo y Juramento. Cuando se reabrió a fines de diciembre, el presidente de la comuna 13, Gustavo Acevedo, reivindicó su puesta en valor. Al recorrerla ahora no se notan cambios sustantivos. Quizá podría destacarse el césped mejorado, pero no sus caminos interiores, donde los feriantes se vieron impedidos de trabajar varios fines de semana.
En las vísperas del verano, la plaza Castelli de Belgrano R también estuvo inaccesible. Los vecinos se quejaban porque se demoraban las obras. Desde la misma comuna argumentaron que se había roto una bomba del sistema de riego por aspersores. En la otra punta de la ciudad, el Parque Patricios atraviesa hoy una situación semejante. Como su dimensión es más grande, no fue necesario cerrarlo en su totalidad. Pero las obras sugeridas por los vecinos en una encuesta de abril de 2016 comenzaron en la época de temperaturas elevadas. Cuando los vecinos frecuentan este espacio verde, que es de los más grandes en el sur de la ciudad.
Se observan pedazos de brea apilados y aguas de lluvia estancadas que invitan a los mosquitos a darse una vuelta, en lo que antes había sido una plaza seca. Ese espacio será reemplazado por juegos y chorros de agua. Hay obradores en las inmediaciones, vallados y mucho barro. También subsiste en el parque un conflicto por la biblioteca infantil Enrique Banchs. El gobierno pretende habilitar el funcionamiento de un bar contiguo, cuando sobran comercios de ese tipo en los alrededores.
En dirección al suroeste, los vecinos de Parque Chacabuco se quejan de la cementación de sus espacios verdes. Denuncian que una de las últimas obras no tiene el cartel correspondiente. Por ende, se viola la normativa vigente que obliga a las empresas contratistas a mencionar al responsable y profesionales de los trabajos a emprenderse. Si se continúa hacia Villa Soldati, el Parque de la Ciudad es una mixtura de 105 hectáreas conservadas y también deterioradas. Una de las atracciones de Interama –así se llamaba el predio cuando fue inaugurado en 1982– es una montaña rusa invadida por los yuyos. Al menos el 40 por ciento del parque se convertirá en la Villa Olímpica que ocuparán los atletas de todo el mundo durante los Juegos de la Juventud previstos para 2018.
Los emprendimientos sobre el espacio público también se adentraron en las plazas del centro de la ciudad. La que está ubicada entre la avenida Córdoba, Talcahuano, Viamonte y Libertad fue cerrada en todo su perímetro desde que empezó 2017. Es utilizada por los trabajadores de la Uocra –siempre hay una bandera con esa sigla flameando en la obra pública– como base para los trabajos que se realizan en las inmediaciones. Por ejemplo, sobre las veredas de Viamonte al 1300, donde se encuentra la AFA. Es el comienzo de la peatonalización de la zona de Tribunales, una política de la que se enamoró el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta. Cuando presentó el proyecto en septiembre pasado, dijo: “Esto responde a un modelo que mejora la calidad de vida de la gente”. La obra se adjudicó a la constructora Algieri SA por un valor de 57.483.602,91 pesos y debería terminarse en siete meses. Resta comprobarse si habrá extensiones presupuestarias o si se cumplirá el plazo. La compañía es la misma que tiene empleados claramente identificables por su vestimenta que cortan el pasto del Parque Lezama.
Plaza Constitución está condenada a obras a perpetuidad, con los mismos vicios recurrentes. Hay vallados que interrumpen el paso de los peatones, montañas de materiales que no se retiran y la cementación domina un paisaje donde los distintos tonos de verde son historia antigua. El predio de casi nueve hectáreas que linda con el Hospital Garrahan –alguna vez bautizado por un programa de TV como el campito de la perdición– es la contracara de aquella. No hay vestigios de mejoras, a no ser en el puente peatonal que conduce al edificio. Se ven pequeños muros deteriorados o que desprenden escombros. En el predio funciona el Buenos Aires Polo Circo, los fines de semana se juegan en simultáneo partidos de fútbol de once contra once y existe una huerta orgánica. En diciembre de 2012, una enfermera del Garrahan presentó una denuncia judicial porque el campito se desmalezaba con glifosato. La inseguridad de quienes pasan por ahí atemoriza tanto al personal del hospital como a los vecinos. Ese lugar no atrae tanto la atención del Ministerio de Espacio Público como el Parque 3 de febrero.
Los bosques de Palermo deben tener otro status para el gobierno de la ciudad. Todas las noches se enciende un sistema de riego por aspersores que requirió de zanjado en varias zonas donde se colocaron nuevos panes de césped. La plaza República del Ecuador, donde la avenida Figueroa Alcorta se bifurca, los tiene en cantidad considerable. Antes de que se hiciera el tendido de caños de PVC, las zanjas aparecieron por todos lados. No se colocó señalización alguna y hubo más de un lastimado entre los corredores que utilizan el pulmón más grande de Buenos Aires, unas 370 hectáreas.
Frente a GEBA, en la zona roja, los consumidores de la oferta sexual suben sus automóviles sobre el césped todas las noches. El resultado está a la vista: hay cientos de metros cuadrados de césped que quedaron en el recuerdo. Cuando llueve, la tierra yerma se transforma en un barrial, faena que completan los obradores en el medio del parque o los camiones que se utilizan para ingresar materiales.
El ministro de Espacio Público anticipó en la Legislatura que “trabajamos en la puesta en valor de los grandes parques ya existentes. Realizaremos proyectos en Parque Alberdi, Parque Avellaneda, Parque Las Heras, plazas provinciales de la avenida 9 de Julio, Velódromo y Parque 3 de Febrero, entre otros”. Macchiavelli agregó que “la importancia radica no solo en las obras, también en las mejoras continuas”. Su política de saturar con obradores los parques y plazas se debe a que a partir de octubre o noviembre se busca ejecutar de manera precipitada el presupuesto que no se utilizó antes. Es el tercero del gobierno porteño –solo por debajo de los ministerios de Educación y Salud–, y ascendió en 2016 a 14.518.421.915 pesos. El 12,91 por ciento del total general y con un aumento previsto para 2017 del 23 por ciento que lo incrementa hasta 19.325.789.460 pesos.