Nostalgia noventosa

Pablo Mehanna

Los centennials no conocerán siquiera el término; los millenials lo habrán escuchado, sin comprender su trascendencia. En cambio, los mayores de 40 años lo saben: en la lejana década de los 90, junto a infinitas canchas de paddle y videoclubs, los parripollos marcaron una escenografía porteña a fuerza de toneladas de carbón humeante y enormes parrillas, seduciendo a todo aquel que pasase por la calle. Lugares sin mesa, más cercanos a la propuesta de una rotisería que a un restaurante, con una especialidad: pollos, vacíos, costillares, chorizos y morcillas salidos directo del fuego, envueltos en bandejitas plásticas para llevar. El éxito de estos lugares fue tan poderoso como breve: en pocos años el ciclo económico nacional hizo de las suyas, mezclando el hastío de los clientes con una oferta enorme de calidad dudosa. Y así como llegaron, los parripollos desaparecieron de la faz porteña, hasta casi extinguirse. Casi, porque hubo nobles excepciones. Y está El Show del Pollo III para demostrarlo.

Ubicado en Villa General Mitre –barrio pequeño entre Paternal, Flores y Caballito–, sobre Av. Juan B. Justo, El Show del Pollo III sobrevive como si el tiempo no hubiese transcurrido. Detrás de la vidriera que aprovecha una esquina se muestran las parrillas de hierro en forma de U, con sus brasas encendidas. Un único parrillero maneja a diestra y siniestra los distintos cortes, moviéndolos según necesidad de calor y cocción. Más moderna, la zona de despacho está al costado, como pequeño local aparte que suma una oferta de rotisería (lengua, empanadas, berenjenas, tortilla, ensalada rusa, entre otros) y toma los pedidos. El pollo entero se vende a $380; el kilo de pechito de cerdo $490; y el vacío a $590. A estos precios se suman ofertas especiales, anunciadas en grandes carteles: un kilo de asado, un pollo y unas fritas grandes a $875; un pollo, un chori y una morci, con fritas o ensalada y Levité de litro y medio a $625, entre otras.

El Show del Pollo es uno de los pocos parripollos porteños que logró sobrevivir a la debacle del modelo. Un logro conseguido con constancia, precio y calidad acorde. 

El Show del Pollo queda en Av. Juan B. Justo 4699. Teléfono: 4588-2767. Horario de atención: todos los días, mediodía y noche. 


Pollería peruana

Pablo Mehanna

Hablar de pollo en Perú es cosa seria: allí no se trata tan sólo de una carne económica, sino que además es parte de una profunda cultura gastronómica popular, representada a través de platos emblemáticos que conforman parte del ADN del comer nacional. Entre ellos, uno de los más conocidos es el pollo broaster, cubierto por una mezcla de harina y frito hasta quedar bien crocante; también la pollada, ese mismo pollo condimentado y frito, pero ahora sin el empanado; y, finalmente, el pollo a la brasa, tal vez el más típico, el más querido, el que mejor representa la rutina familiar de compartir un almuerzo de domingo. No importa de qué ciudad peruana se trate, en cada barrio habrá una pollería con su spiedo funcionado sobre brasas de carbón o leña, en una cocción lenta y cuidadosa, que permite conseguir una piel crujiente por fuera y una carne jugosa por dentro. 

En Argentina uno de los mejores ejemplos de pollería es Carlitos, a una cuadra del shopping Abasto. Es verdad, este lugar es en realidad un verdadero restaurante peruano, ofreciendo todos los platos conocidos de la gastronomía de Perú: hay platos chifa como el arroz chaufa ($290) o los tallarines saltados ($280); hay clásicos criollos como el chicharrón de cerdo ($320) o el ají de gallina ($240). Se suman clásicos eternos como las papas a la huancaína ($180) y los anticuchos de corazón ($185) y una pequeña pero sabrosa oferta de mar, con ceviches (desde $350) y chupe de mariscos ($300). Todo es rico, fresco y abundante. Pero la verdadera especialidad de la casa viene por el lado del pollo a las brasas: al menos un 50% de los comensales estará comiendo este plato generoso y económico (un pollo entero con guarnición para cuatro sale $480). Repleto de sabor y aroma, se adivina en su cocción una maceración previa en una mezcla de ingredientes secretos (ajo, comino, orégano, ají panca, salsa de soja, vinagre, entre otros). Llega a la mesa con ensalada (lechuga, tomate, pepino, zanahoria), abundantes papas fritas y tres salsas para condimentar: la picante, que incluye huacatay, es adictiva. 

Carlitos queda en Av. Corrientes 3070. Teléfono: 4861-6440. Horario de atención: jueves a martes, de 12 a 2.


Para chuparse los dedos

Pablo Mehanna

Para muchas gastronomías asiáticas, y muy especialmente para la cocina coreana, el pollo frito es una especialidad más que bienvenida. Empanados crujientes, interiores jugosos, salsas diversas –desde ultrapicantes a dulzonas–, son algunas de las reglas básicas a respetar. Hoy Buenos Aires ofrece ya al menos tres locales coreanos dedicados a esta especialidad, entre ellos el delicioso Maniko, un lugar que muestra una relación de precio, sabor y calidad insuperable. 

Detrás de Maniko está Andrés, un joven que es parte de esa renovada generación descendiente de inmigrantes coreanos ya muy bien adaptada a la realidad porteña. Y en este pequeño y nuevo restaurante prepara platos amigables, ideales para compartir, de esos que gustan a todo el mundo. La carta es breve y concisa: el gran protagonista es el pollo frito, que se ofrece en distintas versiones. Se pueden pedir piezas enteras, trozos deshuesados o como alitas fritas. Con precios que van de $380 a $420, la porción es más que generosa, suficiente para que coman tres personas. El gran secreto de su sabor está en un marinado previo y en un rebozado preparado con una mezcla de harinas que asegura una fritura perfecta y seca, de color dorado profundo. 

Tras elegir el formato de pollo, es el momento de optar por la salsa (con salsa el precio sube un 10%): hay opciones como miel, soja, ajo, cebolla y, una favorita, la kanpung, picante y repleta de sabor. Una buena idea: permiten pedir dos salsas distintas. 

Además, la carta enumera otras preparaciones, como el tonkatsu (una suerte de milanesa de cerdo, $230) que sale con una salsa densa y agridulce o los woks de cerdo, calamar o pollo ($230). Pero quien quiera esquivar el pollo debería entonces apuntar a las ribs de cerdo, preparadas en una barbacoa coreana que obliga a chuparse los dedos. Para beber, cerveza bien fría ($180 la Stella Artois de litro, $120 la pinta de Patagonia), soju (un destilado de arroz y cereales, con 20% de alcohol, a $200 la botella de 360ml) y gaseosas varias. 

Cocina simple, reconfortante y deliciosa; para comer de a varios, con una sonrisa en el rostro.  

Maniko Fried Chicken queda en Felipe Vallese 3472. Teléfono: 4671-3672. Horario de atención: lunes a sábados de 10 a 15 y de 17 a 21.