Desde las primeras medidas ejecutadas por el gobierno de Cambiemos, se condujo a que la rentabilidad financiera fuera mayor que la productiva y la comercial, causando necesariamente desindustrialización, desocupación y empobrecimiento de la población La desregulación del mercado cambiario y la apertura indiscriminada de importaciones marcaron el camino. Se regresó al FMI y al endeudamiento externo. La deuda se duplicó y supera al PIB. La fuga de capitales es mayor que la deuda generada. La lógica de este tipo de endeudamiento deriva en su imposibilidad de pago y, ante esto, la subordinación a los acreedores o peores condiciones para el desarrollo con políticas populares.
El valor del dólar se incrementó en torno al 400 por ciento y continúa en ascenso. Se dolarizó la economía. Generó una inflación acumulada de alrededor de 200 puntos, que se acelera. Los salarios en dólares disminuyeron un 50 por ciento. El poder adquisitivo del salario se redujo más de 30 puntos, reflejado en la abrupta caída del consumo. Por este motivo, caen ventas de comercios e industrias, muchos cierran, destruyendo puestos de trabajo. La desocupación rondará el 10 por ciento cuando se den a conocer los datos del primer trimestre de 2019.
Con independencia de los erráticos instrumentos económicos y las magnitudes de las variables, la lógica del modelo conduce a su insustentabilidad y, por lo tanto, a un momento de crisis. Es al que asistimos. Las modificaciones parciales ya no surten efecto. La inercia es indetenible. Todos los actores de la economía lo saben y lo hacen saber.
Este diagnóstico es compartido por todas las corrientes del pensamiento económico; en la intimidad, también por quienes hacen apología del modelo en los medios de comunicación para convencer de que éste es el único camino posible. Como en “Crónica de una muerte anunciada”, desde el primer instante se conoce el final y sólo resta saber cómo y cuándo se llega a él. Pero lo que ocurre luego del final de esta historia no está escrito sino abierto y en plena disputa.
En Argentina, este tipo de situación producto de la valorización financiera ya fue experimentado, aunque en diferentes circunstancias. Una de las mayores diferencias es el contexto internacional, debido a que, mientras Argentina amplificó su vulnerabilidad externa, se incuba la que probablemente sea la mayor crisis mundial de la historia.
El devenir de la economía, sin embargo, no depende sólo de las variables económicas, sino del conjunto de la realidad. Dadas ciertas condiciones económicas, lo determinante son las acciones de los actores sociales y políticos, con mayor o menor autoconciencia de ello. Las correlaciones de fuerzas desfavorables pueden modificarse, no sólo antes sino incluso en las contiendas; de otro modo, no habría luchas.
En el actual escenario, la mayor novedad no es económica. Proviene de que, en las anteriores etapas, este patrón de acumulación de capital fue aplicado con el descabezamiento, la desorganización, la división, la desmovilización y la desorientación del campo nacional y popular. Ante una crisis, el sistema político contaba con un recambio de personas que mantenían el rumbo.
Estos aspectos comenzaron a ser revertidos, en conjunto, con la aplicación de políticas antineoliberales en el período 2003-2015. Cristalizó en un liderazgo, encarnado en Cristina Fernández de Kirchner. Ahora, existe experiencia de resistencia, de reagrupamiento, de reversión de carácter antineoliberal y de gestión. La hipnosis de los medios perdió potencia porque el peso de la realidad hace que ésta tenga más rating que su ficción televisada. Las prioridades se reorganizan y la memoria está fresca.
Ante la inminencia del deterioro político de Macri y la creciente valoración de Cristina y su potencial impacto en las elecciones presidenciales, el capital financiero trasnacional, por un lado, y algunos grupos económicos locales sin candidato competitivo, por otro, continúan una feroz disputa. Al mismo tiempo, intentarían acordar, aunque no sea en forma de un “acuerdo de caballeros”, algunos puntos y dispositivos electorales comunes. ¿Qué discuten e intentan acordar los sectores económicos más concentrados y detractores del proceso inconcluso 2003-2015?
Si bien son protagonistas de la industria y la estructura económica local, ¿los intereses de los golpeados grupos económicos locales pueden ser sintetizados como industriales y con foco en el mercado interno? ¿Se debaten modelos distintos entre el capital transnacional endeudador y los fugadores del “círculo rojo”? ¿O se disputan dos modalidades específicas, grados de valorización financiera y condiciones y reglas para el reparto del botín? Aunque no es lo mismo cara que ceca, ambas han constituido una moneda neoliberal, de la dependencia y el subdesarrollo, con desindustrialización, desocupación y pobreza.
* Economista UBA-Undav e integrante de Economía Política para la Argentina (EPPA).