Desde Madrid
Llegar a El Álamo no es difícil: solo hay que tomar una autopista muy similar a la Panamericana, y al cabo de 37 kilómetros se arriba allí, al límite de la comunidad de Castilla - La Mancha, con todas sus quijotescas resonancias. Pero algo extraño sucede en el interior de un gran edificio erigido en una zona cercana a la carretera: al atravesar una gruesa puerta ya no se está en El Alamo ni en Madrid, ni siquiera en España, sino en... un transatlántico de lujo. Bienvenidos al Bárbara de Braganza, escenario de Alta Mar, la serie española producida por Netflix y Bambú (Las chicas del cable, Velvet, Gran Hotel) que subió a la plataforma el viernes pasado y, aún antes de comenzar, ya tenía una segunda temporada confirmada.
No es de extrañar. Quizá suene conocido, pero el cóctel que propone la serie dirigida por Carlos Sedes y Lino Escalera siempre es atractivo. Un crucero que parte de España a Río de Janeiro en los años 40, una polizona, un asesinato que pronto sumará otros y un elenco en el que todos parecen jugar sus roles pero a la vez tienen todo el aspecto de esconder algo, en un ámbito cerrado e inescapable que recuerda ciertas historias de Agatha Christie. Y en ese elenco, nombres de performance garantizada como el de José Sacristán o el argentino Eduardo Blanco, la joven veterana Ivana Baquero (ya muy lejos de la niña de El laberinto del fauno) o Eloy Azorín, que supo brillar en Gran Hotel y aquí es un armador naviero siempre dudoso, y quien coincide con la visión del cronista: “La clave es un poco esa, que todos los personajes puedan ser otra cosa, y que sean susceptibles de que algo puede pasarles. Es también como Los Diez Negritos, esta cena en la que todos están allí por algo. Es como si todos no hubieran llegado de manera aleatoria. Tienen una intención, un objetivo, un conflicto, algo que esconder, una interrelación que le da capas, le da cierta oscuridad y misterio.”
He ahí el motivo de la visita de PáginaI12 al estudio convertido en barco: de una forma u otra, Azorín, Baquero (Eva Villanueva), Sacristán (Pedro Villanueva), Blanco (Santiago Aguirre, capitán de la nave), Alejandra Onieva (Carolina Villanueva) y Jon Kortajarena (Nicolás Vázquez, primer oficial) coinciden en señalar a los dobleces de sus personajes como uno de los atractivos que los llevaron a embarcarse –literalmente– en la propuesta. La mezcla de géneros (thriller, drama, romance, suspenso), el eterno encanto del “quién lo hizo” y el potencial que supone estrenar una ficción en 190 países al mismo tiempo hizo el resto. “Es una locura pensarlo, no sé cómo manejar eso; que te vea en un día más gente que la que ha visto en toda su carrera a Vittorio Gassman, por ejemplo, es acojonante”, señala Sacristán. “Escapa a tu comprensión, no sé ni para bien ni para mal qué repercusión en mi carrera o en mi forma de trabajar tiene un fenómeno de estas dimensiones.”
La presencia de “Pepe”, claro, tiene un magnetismo especial para sus compañeros de elenco, que señalan una y otra vez el contraste entre el respeto que imponía su nombre en la previa y la afabilidad conque se encontraron. Cuando se le menciona ese respeto, el legendario actor español, con una larga relación con la Argentina, sonríe sin exagerar la modestia. “Yo lo agradezco porque es parte de la cordialidad y el respeto que la gente me manifiesta, pero entro como uno más. No es una cuestión de sencillez sino de no ser idiota: en este oficio siempre se está aprendiendo, siempre. Me encanta ver cómo trabajan los jóvenes, discutir con ellos y colaborar. En definitiva la razón moral por la que yo me dedico a esto es lo que tiene de juego, del que hay que conocer las reglas y respetarlas. La colaboración y el aprendizaje son recíprocas; agradezco el trato que se me da, pero ellos saben que soy un cómplice en el trabajo.”
Blanco, un argentino que desde hace tiempo tiene un pie en España y otro en Argentina, también tiene en claro el potencial de las nuevas plataformas. De hecho, el actor participó en 2005 de Vientos de Agua, una ficción notable que terminó perdida entre inexplicables cambios de día y horario, y la referencia es casi inevitable: “Nos adelantamos a la época, porque en streaming funcionaría de puta madre”, dice, y analiza estos nuevos tiempos. “Más atrás en el tiempo, en Argentina veíamos Los gozos y las sombras, Anillos de oro, muchas series españolas de altísima calidad. Después hubo un retroceso, y en Argentina tuvimos avances y retrocesos también. Tanto que en el audiovisual español inventaron algo tan irritante como el español neutro, como si no tuviéramos un idioma que nos une. Gracias a plataformas como Netflix se potencia el audiovisual en español, nos entendemos perfectamente entre un mexicano, un chileno, un español, un argentino. Las plataformas permiten contar historias más universales.”
–¿Qué otras cosas los atrajeron de Alta Mar?
Eloy Azorín: –La idea de estar aquí encerrados a mí lejos de provocarme claustrofobia me fascina, porque sé que cuanto más acotados los espacios más posibilidades tiene una historia. Soy muy fan de las películas que transcurren en un solo espacio; una de las inspiraciones más claras es Asesinato en el Orient Express... aunque en un tren te puedes escapar por la ventana, esto me recuerda más a la nave de Alien.
Alejandra Onieva: –A mí me gustó mucho mi personaje, que tiene cierta ingenuidad; al principio mi relación con Fernando estaba escrita de otra manera y luego acabamos encontrando un clic: hasta que lo haces lo pasas muy mal porque estás en un proyecto de que no sabes lo que estás haciendo. Además, nos vamos enterando guión a guuión de lo que va pasando, nosotros tampoco sabemos quién es el asesino, y me encontré terminando un guión y esperando el próximo a ver cómo seguía. Que es lo que esperamos que le pase al espectador...
Jon Kortajarena: –Es una serie muy fresca, que puede conectar gente de diferentes edades y culturas, tiene un idioma universal y a la vez tiene seña de identidad propia. Y además Netflix apostó por una temporada más sin tener la respuesta del público: eso a nosotros nos da mucha confianza, ven que es un buen producto y apuestan por continuarlo... eso antes no pasaba, se esperaba a ver si tenía éxito o no.
Ivana Baquero: –Yo suelo alejarme bastante de mí misma en los personajes, pero hay un punto de ella que se parece a mí. Eva es una chica muy transgresora para la época, de hecho es la única que lleva pantalones y tiene un gran sentido de la justicia, siempre quiere contribuir, ayudar. Cuando leí los guiones lo quería encarnar, porque ella aboga por la fuerza de la mujer, por ser independiente, está un poco contrariada con el matrimonio de su hermana porque siente que lo hace un poco por conveniencia, por presión social.
José Sacristán: –Me gustó la clave en que está contada toda esta peripecia de thriller más romance y con elementos de humor, una suma de elementos que me parece que encajan perfectamente en la idea de lo que debe ser una serie de estas características. Me parece que está perfectamente administrado el compuesto químico de la trama, y hay una clave que planteó Carlos Sedes aproximándonos un poco a una forma de comic, hay una intriga que bordea toda la historia y en esa peripecia los perfiles de los personajes son muy de primera mano, muy bien trazados.
–En el pasado se consideraba a la televisión como un espacio “menor”, y que los intérpretes debían apuntar al cine para ser considerados “serios”. Las cosas han cambiado un poco, ¿no?
A. O.: –Ha cambiado mucho, sí, grandes series están actuadas por gente de Hollywood, cosas como Big Little Lies... eso nos ha ayudado mucho, porque hay muchos actores que no podían alcanzar grandes proyectos porque la TV se consideraba menor, ahora se ha fusionado todo y esas plataformas permiten que una buena serie esté considerada al mismo nivel que una buena peli.
E. A.: –Y para un actor la posibilidad de desarrollar un personaje en el espacio y tiempo con más profundidad que en una película es una maravilla, sobre todo cuando hay series muy potentes, donde el actor puede estar trabajando años. Se está equilibrando.
E. B.: –Desde hace bastantes años, a mi gusto y criterio, las series de TV superaron en calidad a las películas, al menos de Hollywood. Hace años que podés hablar de un montón de series yanquis y te cuesta más cuando vienen las nominaciones al Oscar: en los 70, de las 5 películas nominadas al Oscar no sabías con cuál quedarte. Hoy te cuesta elegir una, y nominan 10. No hay cosas como Amarcord pero series hay muchas, grandes producciones inglesas... A mí me gusta seguir viendo películas en cine, esa experiencia comunitaria. Pero es cierto que con las plataformas es como llevar el videoclub con vos a todas partes.
I. B.: –Antes teníamos actores de cine y actores de TV, y hoy las plataformas han fusionado eso, e incluso las plataformas hacen películas. La calidad de las series es estupenda y tenemos actores míticos que trabajan en ellas, gente como Meryl Streep: es el inicio de un camino. Yo estoy encantada de hacer series españolas, solo que no se había dado la circunstancia.
J. S.: –Estos tiempos no tienen nada que ver, no. Igual creo que para lo de “género menor” ya hay que remontarse a tiempos muy lejanos, porque la ficción en España se viene haciendo desde hace años con un soporte técnico idéntico al del cine. Hay una calidad media de la ficción en España realmente sobresaliente.
–¿Influye en un intérprete el saber que lo que está haciendo se estrenará al mismo tiempo en 190 países, algo impensable con los viejos esquemas de distribución?
I. B.: –La verdad es que al final da igual la magnitud del proyecto, no genera inseguridad ni intimida. Porque cuando estás en un set con un compañero no estás pensando si te va a ver una cantidad de personas, estás allí y da igual si estás en una pequeña obra de teatro o si estás haciendo una superproducción: ese es el momento que tienes que aprovechar.