Entre coleccionistas, entusiastas y académicos, mencionar títulos como Casos policiales de William Wilson de Vicente Rossi (1912) y Primer Mensaje Extraplanetario de Franck G. Robertson (1956), puede entenderse como un gesto de provocadora erudición. Quien se atreva, deberá asegurarse de no ser interrogado a fondo, porque desde hace mucho tiempo se sabe que esos libros son míticas referencias bibliográficas, datos curiosísimos que sólo se encuentran en las cronologías sobre los precursores del policial rioplatense (Rossi), o en los hitos subrayables de la literatura ufológica en argentina (Robertson).
La razón por la cual la mayoría de los lectores no acceden a la lectura de esos autores no hay que atribuírsela enteramente a cierta fatiga académica; también son responsables los grandes sellos que nunca se corren de la lógica del mercado. Por suerte, en ese otro lado de la moneda donde brillan las editoriales independientes, apareció en escena el narrador, coleccionista e investigador Mariano Buscaglia (1976), un apasionado de estos misterios literarios, quien decidió crear “Ediciones Ignotas” con el propósito de sacar de la vidriera académica aquellas joyas guardadas y ofrecerlas a la vista de todos y todas.
“Si bien hubo editoriales que pusieron su granito de arena en esta tarea, nunca existió un sello exclusivamente dedicado a editar textos que no conocen reedición desde la única vez en que se imprimieron. Por eso me embarqué en esta aventura, aunque debo reconocer que, por ahora, es más un capricho que un negocio”, dice Buscaglia mientras se deja acompañar en su recorrido por las librerías de la calle Corrientes, en busca de material no catalogado de su abuelo materno: el dibujante Alberto Breccia.
Sobre el primero de los lanzamientos (Casos policiales de William Wilson) habría que decir que su autor Vicente Rossi (Uruguay 1871-Argentina 1945) es conocido por su famoso estudio sobre los orígenes del tango Cosa de Negros (1958) y también por aquella profecía lanzada por Borges que aseguraba que ese “matrero criollo-genovés de vocación charrúa” sería descubierto algún día “con desprestigio de nosotros sus contemporáneos y escandalizada comprobación de nuestra ceguera”. Y Borges tuvo razón, aquel día llegó, aunque con un detalle: el redescubrimiento de Rossi no fue por sus devaneos historicistas, sino por sus relatos policiales.
Los cuentos de Rossi, suerte de crónicas delictivas realistas con Buenos Aires como escenario, tenían como protagonista al detective William Wilson, en obvia alusión a Poe, que siempre estaba secundado por el oficial Máximo. Fueron escritos entre 1907 y 1910 para la revista La Vida Moderna y, luego, en 1912, el propio Rossi los compiló en un libro que editó en su imprenta, sin saber que ese gesto convertiría a su trabajo en la primera antología de relatos policiales argentinos de un solo autor.
Esta edición no sólo recoge los cuentos originales (cinco) sino que agrega cinco más, uno de los cuales se consideraba perdido. Además del prólogo de Ray Collins el lector se encontrará con un excelente estudio del investigador Román Settón, que sostiene que Rossi “es el punto de inflexión” entre la literatura policial precedente a 1910 y la que surge en la segunda década del siglo XX.
“Siempre fue el más moderno de sus contemporáneos, me refiero a los llamados pioneros del género como Luis Varela, Félix Alberto de Zabalía y Eduardo L. Holmberg”, comenta Buscaglia mientras ojea con cuidado una pila de la revista Aventura de los años 40 y 50 que se venden a 80 pesos. “Era un tipo audaz, decidido, y eso está en sus textos. Sus policiales están muy cerca de la crónica policial y tienen algunas migajas del policial callejero y negro que llegará unas décadas después.”
–Esta edición termina con el misterio del cuento perdido de Rossi…
–Sí. Durante año se creyó que el relato “Extraña estafa a un extraño náufrago del ‘Colombia’”, estaba perdido, pero en realidad lo que había pasado es que estaba mal fechado…
–Y simplemente había que revisar unas páginas más adelante…
–Simplemente había que buscar con ganas para encontrarlo (Se ríe). También decidí agregar otros dos cuentos que no son de Rossi pero dialogan con él y que fueron publicados en la misma revista y en esos años, para dar idea al lector de la importancia de la pluma de Rossi. Uno es “El fantasma invisible” firmado por un tal Williamson, guiño evidente al detective de Rossi, y el segundo se titula “La revelación de un famoso misterio Castillo-Gartland” escrito por un tal Enrique Ayuso que hace referencia al cuento de Rossi “El asesinato del señor Gartland” y a los casos policiales que tenían siempre por víctimas a ancianos de costumbres sórdidas. Lo interesante de este relato es la descripción puntillista que hace Ayuso de todo ese ambiente marginal de las orillas portuarias, con garitos de juegos, prostíbulos, homosexuales y gente travestida. Diría que es el primer cuento en encarar la temática transexual de argentina.
Sobre la segunda novedad de Ediciones Ignotas, Primer Mensaje Extraplanetario firmado por un tal Frank G. Robertson, hay que decir que entre los especialistas de textos ufológicos, ése es uno de los más difícil de hallar y “uno de los más deseados por los bibliómanos de la literatura sobre platos voladores”. Lo cierto es que Buscaglia no se conformó sólo con el hallazgo, sino que decidió hacer un edición facsimilar de la que publicó en 1956 el sello BO-SI, perteneciente a la familia Botana. Una jugada que Buscaglia califica de “suicida” ya que hubo que reconstruir la novela página por página a partir de fotografías.
–¿Quién es Franck G. Robertson?
–Franck Robertson, con ese error gramatical en el nombre, probablemente sea el seudónimo de los hermanos Duclout, Jorge y Napy, gestores del primer libro en argentina que aborda el fenómeno de los ovnis. Esta novela es uno de los primeros libros sobre contactos entre humanos y extraterrestres, en clave novelística, con una ambientación rústica o campestre.
–¿Qué papel ocupa el tal Robertson, en la ciencia ficción argentina?
–Considero a los libros factoides o de realismo fantástico (como los llama Fabio Zerpa) como un subgénero literario, una especie de hermano bobo de la ciencia ficción que todos se avergüenzan de reconocer. Dio muchos libros de calidad, sobre todo por ese juego entre la verosimilitud y la fantasía.
De pronto Buscaglia se olvida de los ovnis y en el medio de la librería dice: “Mirá”. Son las páginas 14 y 15 de la revista Aventura del año 1948 donde el trazo del viejo Breccia se torna inconfundible. Es una adaptación de “La isla del tesoro” de Stevenson. Buscaglia entonces paga y al salir a la calle con la revista bajo el brazo, dice: “Uno colecciona para compartir, no sirve de nada acumular y ser mezquino. Lo único que conseguís con eso es colaborar con el olvido y acá, en la Argentina, tenemos demasiada desmemoria. Mi abuelo fue uno de los que más me inculcó la manía de rescatar a autores y a dibujantes olvidados. Esa es un poco la misión de mi editorial, aunque llegue a poquitas personas”.