En las campañas políticas se miente, se exagera y se imposta. Pero también, en la puja entre los candidatos y partidos, aparecen datos y situaciones que por lo general no se ven en la superficie. Estos últimos días han sido muy productivos en ese aspecto en Rosario y Santa Fe. La necesidad del socialismo de diferenciarse tanto de Cambiemos como del peronismo, pone a la fuerza oficialista en la tarea de plantear una agenda de confrontación donde antes había negociación pura.

Pasó en seguridad, cuando el ministro Maximiliano Pullaro (también candidato a diputado provincial del Frente Progresista) rompió lanzas

con su par nacional Patricia Bullrich por primera vez en varios meses. Fue a raíz del megaoperativo fallido con una docena de detenidos y armas de grueso calibre que la ministra nacional vino a anunciar a Rosario y del que, como era de suponer, ya no quedan presos ni tampoco las armas fueron utilizadas en atentado alguno. Lo que fue presentado como un duro golpe a las organizaciones criminales de Rosario, terminó siendo un mero secuestro de armas que ya no están en el circuito.

La puja se extendió a la recaptura de los presos que se fugaron en un traslado en plena autopista Rosario-Santa Fe. Dos de los más peligrosos fueron atrapados en una villa en Avellaneda. Depende de la versión que uno lea, fue un mérito de la Federal o de la PDI santafesina, que hasta llegó a infiltrarse en el barrio para obtener la información de los prófugos. Tanto Pullaro como Bullrich abusan de las redes sociales a la hora de montar escenarios de efectiva lucha contra el crimen. Una situación que después pagan los fiscales que deben enfrentarse con la realidad de las verdaderas pruebas para acusar y condenar.

Sebastián Vargas
El exabrupto de Rueda en el debate bien pudo ser premeditado.

Es claro que el socialismo se entiende más con Bullrich que en su momento con el encargado de la seguridad del kirchnerismo, Sergio Berni. En la provincia el tema siempre le resta al gobierno provincial, que apunta su principal falencia en gestión en esa área sensible. Pero en un balance general, tuvo problemas con las dos gestiones de signo político tan diferente.

Es lo mismo que el voto en blanco, la opción que Antonio Bonfatti volvió a elegir -aunque sabe que lo perjudica- entre Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner. Todo el mundo deduce que el socialismo es más cercano ideológicamente al kirchnerismo que a Cambiemos, lógicamente. Pero tiene la necesidad de desmarcarse del peronismo en general porque si no pierde su razón de ser. ¿Para qué la gente votaría al socialismo si no es diferente al peronismo?

Casi en ese mismo escenario, hay que ubicar la denuncia de esta semana del ministro de Economía de la provincia. "Por cada peso que Nación gira a Santa Fe, van tres a Córdoba, cuatro a la ciudad de Buenos Aires y cinco a la provincia de Buenos Aires", dijo Gonzalo Saglione para graficar la asimetría distributiva que plantea Cambiemos para esta provincia. Los datos no son nuevos, pero es oportuno plantearlo en este momento electoral.

En ese marco también hay que ubicar la línea argumental de la candidata a concejala frentista Susana Rueda, esta semana en el tan comentado debate de la Facultad de Ciencias Políticas. Allí fue donde la periodista expresó que los problemas de gestión del gobierno local derivaban en gran medida de la atención a las migraciones internas que llegan de provincias gobernadas por el peronismo que no satisfacen las necesidades básicas de esos pobres migrantes en sus lugares de origen.

La candidata lo expresó un tanto brutalmente y la primera interpretación fue que era un discurso xenófobo y poco inclusivo. Por eso tuvo que salir a aclarar, pero en realidad Rueda no hizo más que repetir un remanido argumento socialista: el PS en gestión genera más y mejores políticas públicas para los sectores más postergados, que el mejor de los peronismos en ese aspecto, es decir, que el kirchnerismo.

Por eso lo expresa de manera frontal en un escenario de paridad entre el candidato frentista Pablo Javkin y el peronista Roberto Sukerman. Si el adversario más importante en la ciudad es el peronismo kirchnerista, ya no tiene sentido asustar a la gente diciéndole que peligran sus derechos adquiridos durante casi 30 años de gestión socialista. Nadie lo creería. El confeso origen peronista de Rueda, la obliga a desmarcarse más todavía en ese sentido.

Estas diferencias se extienden al ámbito gremial. En Rosario hay dos nucleamientos sindicales que no tienen discrepancias respecto del rechazo a las políticas públicas del macrismo y son más combativos que la CGT nacional. Sin embargo, en los últimos paros se dividieron en dos actos y dos marchas. Nadie lo expresa abiertamente, pero esas diferencias tienen raíz en los compromisos políticos de esos sindicatos en el ámbito provincial: unos están con la candidatura de Omar Perotti y otros -mayormente los que dependen el Estado- con la de Antonio Bonfatti. Esa es la realidad y por eso en el último acto Alberto Botto, de Luz y Fuerza, prometió que esa sería la última movilización sin unidad del movimiento obrero rosarino. Obvio, el 16 de junio después de las elecciones a gobernador, se terminarán las divisiones.

El socialismo fustiga la grieta porque no tiene lugar en ella. Necesita como el aire creer y hacer creer que un tercer espacio es posible. No existió a nivel nacional, pero sí en Santa Fe donde ahora está seriamente amenazado.