El histórico teatro IFT de la ciudad de Buenos Aires se llenó. No había un recital ni una obra de teatro sino la conferencia “Trabajo, precarización y subjetividad”, brindada por el prestigioso psicoanalista francés Christophe Dejours, que llegó al país invitado por la Asociación Gremial Docente de la Universidad de Buenos Aires (AGD-UBA) y la editorial Topía. El público variopinto que acudió a escucharlo estaba compuesto por personajes del ambiente psi (profesionales, profesores, intelectuales, estudiantes), pero también por integrantes de sindicatos varios interesados en las ideas de Dejours sobre el trabajo y su relación tanto con la salud como con la enfermedad.
Considerado el padre de la Psicodinámica del Trabajo, este especialista plantea algo no muy tenido en cuenta desde el psicoanálisis: que el trabajo es la base de la identidad, una fuente fundamental de sentido para la vida y un mediador irreemplazable para la autorrealización en lo social. “El capitalismo actual viene intentando imponer sentidos para naturalizar su degradación, con el fin de abaratar costos y aumentar ganancias”, advierte en conversación con PáginaI12. “De la forma en que nos apropiemos del trabajo y de lo producido, de las estrategias de defensa colectiva construidas por trabajadoras y trabajadores, dependerá que el trabajo pueda o no constituirse en un medio de experimentación de la solidaridad y como antídoto a la alienación que impone el neoliberalismo”.
–Para la concepción clásica del psicoanálisis la explicación de las conductas humanas se plantea a partir de la centralidad de la sexualidad. Pero desde su perspectiva el trabajo también ocupa un lugar central tanto como fuente de sufrimiento como de placer. ¿De qué manera el trabajo deja de tener un lugar marginal en la constitución de la subjetividad?
–Siendo esquemático se puede decir que hay dos ejes en la realización de uno mismo. La realización personal en el campo erótico pasa por el amor, que es el campo habitual del psicoanálisis. El segundo campo es la realización de uno en el campo social, eso pasa por el trabajo. En estos dos campos delimitan dos tipos de destino para la pulsión: uno sexual y el otro sublimatorio. Cuando uno se refiere a la concepción freudiana, la sublimación fue considerada como exclusiva de seres excepcionales, los grandes hombres, Miguel Ángel o Leonardo Da Vinci. Pero la clínica del trabajo muestra que la cuestión de la sublimación se encuentra presente en todos los que trabajan. En cada oficio la cuestión de la sublimación está presente. La clínica muestra que cuando se puede aprovechar o tener la suerte de contar con una buena organización del trabajo, que permite su desarrollo, la sublimación se beneficia, funciona. Esa es la forma principal de la transformación del sufrimiento en el trabajo en el placer en el trabajo. Pero no es solamente generador de placer, la victoria sobre el sufrimiento es una victoria desde el punto de vista de la salud. Cuando uno está forzado a trabajar mal, porque las condiciones son malas, porque está la presión de la productividad cuantitativa contra la cualitativa, las condiciones de sublimación se rompen, y mucha gente se enferma. Donde no hay posibilidades de sublimar a través del trabajo, se torna muy difícil conservar la salud mental, y muchas veces hay que desarrollar estrategias muy complicadas para protegerse contra los ambientes deletéreos en el trabajo.
–¿Qué sucede cuando no se tiene la posibilidad de trabajar, cuando se está desempleado/a?
–Cuando uno es privado de la posibilidad de trabajo uno pierde la posibilidad o el derecho de traer su contribución a través del trabajo a la construcción de la sociedad, y consecuentemente si uno pierde esa posibilidad, no se puede más tampoco beneficiar de la retribución, y generalmente la retribución en el sentido común es el salario. Pero en la clínica del trabajo, como yo la entiendo, uno se da cuenta de que hay otra forma de retribución, que pasa por la sublimación. Si no podemos hacer un aporte de una contribución a la sociedad o a la empresa o a los colegas, o eventualmente a los subordinados, perdemos el derecho de beneficiarnos con el reconocimiento, que es una forma de retribución extremadamente importante desde el punto de vista psíquico y que desde el punto de vista de la salud es más importante que la retribución material a través del salario. Cuando uno no puede aportar una contribución a través del trabajo, se pierde el beneficio posible de esa retribución simbólica a través del reconocimiento, y en esta cuestión el porvenir desde el punto de vista de la salud mental se vuelve mucho más precario. La gente que está desempleada de manera crónica tiene una incidencia de perturbaciones psíquicas mucho más elevadas que aquellos que están empleados, que están trabajando. Creo que es igual en todas partes del mundo, no es algo nuevo.
–¿Qué patologías y qué posibilidades de encontrar placer en el trabajo encuentra en las condiciones actuales del neoliberalismo?
–Pequeño problema (se ríe)... El trabajo puede ser generador de lo peor, por eso hoy en día llega a provoca suicidios en los lugares de trabajo; pero también puede generar lo mejor, de manera tal que gracias al trabajo la salud metal mejora. Y el problema, entonces, consiste en comprender por qué, por un lado, pasamos a la desolación, la desesperanza, y por qué en algunos casos se vuelve felicidad. Y hay una razón que es muy precisa, que es el rol decisivo en la organización del trabajo. Hay algunas organizaciones del trabajo que son particularmente deletéreas para la salud mental y vemos cómo progresivamente cada vez hay más patologías mentales del trabajo, sobre todo desde el comienzo del siglo XXI, con el surgimiento de nuevas patologías que antes no existían. En la organización del trabajo hay un cambio mayor que corresponde a lo que llamamos el “giro de la gestión”, que es la manera en la cual dentro del mundo del trabajo se concreta el arribo masivo del neoliberalismo. Se introducen nuevos métodos, nuevos dispositivos, que cambian completamente la organización del trabajo: la evaluación personal de los desempeños; la noción de calidad total; la normalización o estandarización del trabajo, el tema de las normas como las ISO; la precarización; y también la manipulación comunicativa producida por las mismas empresas. Esta manipulación es muy importante, no solamente respecto de lo externo, de la empresa para afuera, haciendo publicidad, por ejemplo mostrando los resultados de la empresa en la bolsa; sino que también es una comunicación que está destinada al interior, porque se vuelve un sistema de prescripciones, al cual los mismos trabajadores asalariados deben estar muy atentos, para poder utilizar las buenas formas del lenguaje, las maneras en las que hay que implicarse en las relaciones jerárquicas, lo que uno puede o no decir, todo eso está dictado por la comunicación interna.
–Este sistema de presión y control ideológico está vigente tanto en las empresas privadas como en organismos públicos, ¿verdad?
–Sí, claro. Y estos nuevos métodos tienen unos impactos muy poderosos, muy fuertes, no solamente sobre la manera de trabajar de manera individual, sino también sobre la manera de trabajar junto con los demás, sobre todo de los colectivos de trabajo. Ese giro de la gestión, de los números, se traduce por una voluntad de romper todo lo que sea colectivo, y romper las cooperaciones, para poder tener únicamente individuos que en la jerga de la gestión llaman “los individuos responsables”. Y los métodos en cuestión son muy fuertes, muy poderosos, y han logrado desestructurar esas cooperaciones. Al hacer eso, al desestructurar esa cooperación, se destruyen cierto tipo de vinculaciones entre las personas, sobre todo las relaciones de convivencia, que tienen que ver con estar atento a lo que necesita el otro, la ayuda, el saber vivir juntos y la solidaridad. Todo está destruido por estos nuevos dispositivos. Ahora cada uno está solo en un mundo que es hostil, y donde cada persona está en competencia con su vecino, y también incluso en el modo de la competencia desleal. Y esto se ve tanto en el nivel inferior de la escala, porque la competencia es extremadamente dura respecto de la cuestión del empleo, pero también es muy duro en la cima de la jerarquía, donde los cuadros superiores pasan su tiempo vigilándose unos a otros, por ejemplo. Esta cuestión de lo colectivo y la solidaridad, esta cuestión de vivir juntos, es una cuestión social y política por supuesto, pero es también una cuestión que tiene que ver con la salud.
–¿Por qué?
–Porque la mejor manera de prevenir contra riesgos psicosociales, contra las patologías mentales del trabajo, es justamente esta convivencia, el vivir juntos, la solidaridad. Hay dos grandes fuentes en la salud en el trabajo, la primera es el vínculo individual con la tarea, que está relacionado con la sublimación, pero también está el hecho de poder entrar en un vínculo, en una relación de pertenencia en un equipo, pertenencia a un oficio, una profesión, porque todas estas pertenencias nos remiten siempre a sistemas de valores. Cada profesión está estructurada por ciertas reglas, esas reglas de trabajo no son nunca únicamente normas para tratar la cuestión de la eficacia; esas normas de trabajo organizan también los vínculos y los lazos entre los miembros de un equipo. Al desestructurar esos colectivos, se les hace perder a los trabajadores todo el beneficio de la ayuda mutua, que no es solamente en favor de la eficacia, sino que también es una ayuda mutua respecto del sufrimiento.
–¿Por qué en relación a las patologías en el trabajo usted prefiere no hablar de estrés?
–Porque en la concepción del estrés el trabajo se presenta como un entorno, es decir algo que está alrededor y que contiene cierto número de prescripciones, reglas, restricciones, inconvenientes. De esta manera, el trabajo es una cuestión externa que actúa sobre un individuo considerado como un ser aislado. Pero lo que la clínica del trabajo nos está mostrando es que el trabajo no está únicamente por fuera del individuo, para que yo pueda hacer un trabajo de calidad el trabajo tiene que volverse interno, es necesario subjetivar el trabajo, tengo que aceptar sentirme invadido por el trabajo, mucho más allá del tiempo concreto de trabajo, por fuera del trabajo también, hasta cuando vuelvo a mi casa por ejemplo. Esto también es parte del trabajo, son todas las perturbaciones que ocasiona el trabajo, por fuera de él. Entonces, el trabajo está en el interior, no por fuera, no es un entorno, pero la teoría del estrés considera al trabajo como un entorno prácticamente material, y considera al individuo como un individuo prácticamente biológico. La teoría del estrés es una teoría que está destinada no a hacer psicología o, en el mejor de los casos, es psicología animal, el modelo es comportamental, extremadamente simplista. Para comprender la sutilidad de los vínculos entre el trabajo y la subjetividad es necesario una estructuración conceptual extremadamente sofisticada en al menos tres disciplinas. Primero es necesario tener una teoría del sujeto que no sea simplista, esto lo hace el psicoanálisis; pero también es necesaria una teoría del trabajo. Hay disciplinas del trabajo que dan cuenta de la complejidad del trabajo vivo que no tiene nada que ver con lo que se dice del estrés. También es necesario un tercer tipo de conocimiento sobre la teoría social y la teoría de la dominación; no solamente la dominación entre clases, sino también la dominación de género. De acuerdo con la teoría del estrés los hombres y las mujeres son lo mismo, pero la clínica del trabajo muestra que para los hombres y las mujeres el trabajo no implica lo mismo, el sufrimiento en el trabajo para hombres y mujeres no es igual, y las estrategias de defensa que construyen hombres y mujeres son diferentes.
–Algunos teóricos tan disímiles como André Gorz o Jeremy Rifkin habían previsto una reducción del tiempo de trabajo social y una expansión del tiempo libre, pero lo que sucedió a partir de los años 90 es exactamente lo contrario: para quienes tienen trabajo, la jornada laboral se volvió prácticamente ilimitada.
–Creo que las declaraciones de Jeremy Rifkin son parte de una manipulación de la opinión pública para inculcar el miedo, pero sus análisis son completamente falsos. Un año después de la publicación de su libro (El fin del trabajo, 1995), se anunció el pleno empleo en los Estados Unidos. Pero el trabajo de André Gorz y Dominique Meda, en Francia, es más serio, son dos intelectuales reconocidos. Rifkin es solo un consultor exitoso que está al servicio de la ideología neoliberal.
–A comienzos de este siglo, el filósofo italiano Franco Berardi postulaba que la sociedad industrial construía máquinas de represión de la corporeidad y del deseo, mientras que la sociedad posindustrial funda su dinámica sobre la movilización constante del deseo, por eso la distinción entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio ha sido progresivamente cancelada. ¿Está de acuerdo con estas ideas? ¿Cuáles serían las consecuencias de poner a trabajar la libido en pos del capital y de la identificación total con la empresa?
–No estoy convencido de los planteos que hace Berardi. El problema no está en el deseo más o menos bien dominado por la sociedad posindustrial. Sobre todo porque la sociedad actual no es posindustrial, sigue siendo muy industrial. La industria solo se ha trasladado de norte a sur, pero la masa de trabajadores industriales ha crecido en todo el mundo. El problema radica más bien en el giro neoliberal de finales del siglo XX. En el mundo del trabajo, este punto de inflexión tomó la forma de un “giro en la gestión”, con nuevos métodos y organización del trabajo. Estos métodos, extremadamente efectivos resultan en un mayor poder de dominación. Lo que me interesa investigar es un control poderoso de los pensamientos y comportamientos de los individuos, que no pueden construir fuerzas significativas para luchar contra estas nuevas formas de dominación. El resultado es que los trabajadores se ven obligados a trabajar cada vez más duro y más tiempo. Desde el punto de vista de la salud, esto se traduce en una explosión de patologías: burnout, Karoshi (muerte súbita por accidente vascular), Karôjisatsu (suicidio por exceso de trabajo) y abuso de sustancias psicoactivas, entre otros. Creo que el dramático deterioro de la salud mental en el trabajo no aboga por la movilización del deseo o la libido, más bien significa la agravación de la servidumbre, el aumento del sufrimiento, el desbordamiento de estrategias individuales y colectivas de defensa contra el sufrimiento en el trabajo y la incapacidad para defenderse contra los efectos nocivos de las nuevas formas de gestión.