PáginaI12 en Gran Bretaña
Desde Londres
En pocas horas, Donald Trump brindó una exhibición de su típico estilo diplomático en el primer día de su visita de estado al Reino Unido. El presidente estadounidense fue recibido por la Reina Isabel II con todos los honores, tuvo su banquete de estado en el Palacio de Buckingham y al mismo tiempo insultó al alcalde de Londres, opinó abiertamente sobre la política británica y se decantó por Boris Johnson como sucesor de la primera ministra Theresa May que dejará el cargo en julio arrasada por las tumultuosas negociaciones por el Brexit.
A Sadiq Khan, alcalde musulmán de la capital inglesa, lo calificó en un tuit de “stone cold loser” (un perdedor total). En uno de sus escasos concesiones a la diplomacia, el presidente negó el domingo haber tildado de “nasty” (horrible) a la esposa del príncipe Harry, Meghan Markle, adjetivo que adquirió un tono racista, dado que la ex actriz estadounidense, ahora duquesa de Sussex, es mestiza. Amante de la “fake news”, a Trump no le importó que el adjetivo con su voz estuvieran grabados.
En el mundo Trump la realeza tiene un lugar especial más por su condición de celebrity global que por su alcurnia monárquica. En 2012, cuando a la duquesa de Cambridge Kate, esposa del príncipe William, la fotografiaron en “topless”, Trump declaró que “she only had herself to blame” (es culpa suya). La libre asociación Trumpesca del pasado no debe haber facilitado el diálogo en el banquete de estado con Kate o su marido que no olvidará cuando Trump dijo poco después de la muerte de su madre, Lady Di, que era “beautiful but crazy” y que le habría encantado seducirla porque era “la esposa-trofeo perfecta”.
La Reina Isabel II ha recibido 112 visitas de estado desde que asumió la corona en 1952: ha sido educada para cumplir con ese rol ceremonial. Entre los políticos, los conservadores están procurando acercarse lo máximo posible al presidente por el impacto que su bendición puede tener en la carrera a suceder a Theresa May. Desde la oposición, el líder del Laborismo, Jeremy Corbyn y el de los liberal demócratas, Sir Vince Cable no asistieron a la cena como parte de su boicot a la visita. Tampoco lo hizo el Speaker (líder) de la Cámara de los Comunes, el conservador John Bercow.
La protesta se trasladará de lleno a las calles hoy. La manifestación central será en la histórica Trafalgar Square, a unas 8 cuadras de la residencia oficial del primer ministro, 10 Downing Street, y a 10 del Parlamento. A esta manifestación se sumarán otras en distintas partes del país que, lejos de la parafernalia monárquica, buscan poner el foco en los motivos profundos de la visita.
El embajador de Estados Unidos en el Reino Unido, Woody Johnson, les dio una mano a los manifestantes al declarar a la BBC que Estados Unidos quería negociar un tratado de libre comercio con el Reino Unido una vez que los británicos salgan de la Unión Europea. Johnson dejó en claro que Estados Unidos quiere su “pound of flesh” en la mesa de negociación: el Servicio Nacional de Salud (NHS) y el sector agrícola. “Agricultura es muy importante para el presidente. Todas las partes de la economía, tienen que estar sobre la mesa, incluso el Servicio Nacional de Salud”, dijo Johnson.
A este tema se añadirán otros dos en la reunión que tendrá Trump con Theresa May hoy por la mañana: cambio climático y Huawei. Un portavoz británico señaló ayer que el Reino Unido “está muy desilusionado con la decisión estadounidense de retirarse del Acuerdo de París en 2017”. Difícilmente la desilusión de una Primer Ministro con un pie en la calle, conmueva a Trump. El tema de Huawei, en cambio, es más delicado.
Trump le ha declarado la guerra a la compañía china. Su gobierno ha pedido a Canadá la extradición de la CEO de Huawei, Meng Wanzhou, acusada de robo de secretos comerciales, obstrucción a la justicia, fraude bancario y saltarse las sanciones contra Irán. Con un juez como Claudio Bonadío, se le podría haber agregado “asociación ilícita”, pero ni hace falta. En el tribunal de la opinión pública estadounidense y desde ya en el gobierno, China es el nuevo enemigo.
Muchos analistas en distintas partes del mundo ven a la pelea arancelaria como una pantalla de la “guerra fría tecnológica”. La titular de la Cátedra de “Estudios sobre China en el Mundo Actual” de Flacso, Juliana González Jauregui, redondeó esa idea en un reportaje publicado en Argentina por la Fundación SES. “El principal diferendo entre Trump y Xi Jinping está centrado en cuál será el país que liderará la producción tecnológica en el futuro. Detrás de la supuesta pelea en los aranceles por el intercambio de carnes y soja lo que preocupa realmente a Trump es el proyecto Made in China 2025”, subrayó González Jauregui.
May favoreció la presencia de Huawei en el Reino Unido para el despliegue de la nueva tecnología G5, pero más que su opinión a Trump le interesa cotejar a quienes ve como espejos ideológicos y políticos - outsiders de derecha - en el espectro conservador actual y futuro. Trump se reunió en el pasado y fue generoso en sus elogios con el reciente ganador de las euroelecciones británicas, el líder del Brexit Party, Nigel Farage, y con el principal candidato a sustituir a May, el ex alcalde de Londres y ex canciller, Boris Johnson.
Johnson puede ser el vehículo para el tratado de libre comercio que desea Trump que excluiría a Huawei e incluiría al NHS y la agricultura. Los conservadores están desesperados por proyectar una alternativa a la salida de la UE programada para el 31 de octubre. No les será fácil. El NHS es un tesoro nacional y Trump es un vehículo ideal para galvanizar resistencias en el parlamento y en la calle. “Si el próximo primer ministro le concede a Trump el acuerdo de comercio que desea, las corporaciones estadounidenses van a privatizar nuestro sistema de salud. Pero los candidatos a sustituir a May van a estar pendientes de la reacción pública. En el pasado frenamos otros tratados de libre comercio. No va a ser diferente ahora”, señaló a PáginaI12 Jess Hodge, de la ONG 38 degrees.