Sandra Díaz recibió, junto a Joanne Chory (científica estadounidense), el premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2019. Sus contribuciones han sido fundamentales para comprender la biología de las plantas y para entender por qué estos seres vivos, aunque muchas veces pasen desapercibidos, son centrales para la lucha contra el cambio climático y la defensa de la diversidad biológica. La especialista en ecología y botánica nació en Bel Ville, se doctoró en Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional de Córdoba y desde allí, actualmente, realiza sus investigaciones en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal.
Es investigadora Superior del Conicet, integrante de la prestigiosa Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, la Academia de Ciencias de Francia y, en 2013, recibió el Premio Houssay Trayectoria en el área de Ciencias Biológicas por parte del MinCyT (hoy secretaría). El año pasado fue destacada por la revista Nature como una de las cinco científicas “to watch” (para mirar) y seguir de cerca, gracias a sus aportes en el Informe Global de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Ipbes). En este diálogo describe en qué consisten sus estudios, narra qué implica este nuevo galardón y por qué el gobierno argentino debería apoyar al sector.
–Usted es especialista en biología de plantas, ¿qué investiga precisamente?
–Estudio la biodiversidad funcional, esto es, me interesa conocer de qué manera las plantas, más allá de su posición taxonómica, tienen “estilos de vida” que las instan a responder de modos particulares a distintos factores del ambiente y, en definitiva, hacen que los ecosistemas funcionen de un modo u otro. Dicho de otra manera: indago sobre cómo la biodiversidad hace que la trama de la vida reaccione ante factores ambientales incluyendo las presiones humanas y cómo, además, produce beneficios o perjuicios para diferentes actores sociales.
–Cuando señala “presiones humanas”, ¿a qué se refiere?
–Me refiero, por ejemplo, al uso de la tierra y los cuerpos de agua, la explotación directa de plantas y animales, el cambio climático producido por emisión de gases de efecto invernadero, así como también las diferentes vías de contaminación. Para comenzar a reflexionar al respecto he participado del desarrollo de un instrumento metodológico con el propósito de cuantificar los efectos y beneficios de la biodiversidad de las plantas y la ecología vegetal de los ecosistemas y su aprovechamiento humano. Por caso, la depuración del aire y el agua, la proporción de alimentos y su rol en la regulación del clima en la Tierra.
–El reconocimiento, en este sentido, contribuye a visibilizar el rol fundamental que cumplen.
–El premio fue una muy grata sorpresa, sobre todo, porque no lo anticipaba para nada. Me parece muy importante por dos razones. Como comentás, ayuda a visibilizar el papel fundamental de la naturaleza y sus contribuciones para la gente, como un aspecto central en la calidad de vida de las sociedades. Desde aquí, es muy importante que el premio de este año se haya centrado en dos tipos de investigaciones muy distintas pero convergentes en cuanto a la importancia de la trama de la vida sobre la Tierra.
–Los investigadores argentinos continúan obteniendo grandes reconocimientos y, sin embargo, la ciencia y la tecnología son cada vez menos apoyadas por el gobierno.
–Que se premie a nivel internacional la labor de grupos de investigación argentinos, trabajando en el Conicet y en universidades (cuyos miembros han sido formados en el sistema de educación pública desde la primaria hasta el doctorado) demuestra, una vez más, el valor estratégico de la ciencia y la educación públicas de nuestro país. Aunque históricamente han sido nuestra nota distintiva y nuestro orgullo, en los tiempos recientes han sobrevivido ataques, abandonos y desvalorizaciones de todo tipo. Hoy el sistema se halla en estado crítico.
–Este galardón, por tanto, constituye una muestra más acerca de lo importante que es promover el robustecimiento y el avance del sector.
–Más allá de cualquier consideración personal, creo que esto es una prueba más de muchas respecto del valor de sistema de producción de conocimiento de nuestro país y de la importancia crucial de defenderlo. Es un patrimonio de todos los argentinos. No debemos dejar que nos convenzan de que la educación y la ciencia públicas son un lujo que el pueblo argentina no puede permitirse.