“Yo no soy homofóbico, ni sé qué significa eso”, aseguró Jonatan Maximiliano Rojo, el oficial de la Policía de la Ciudad que detuvo a Mariana Gómez en octubre de 2017 luego de que ella besara a su esposa, Rocío Girat, en la estación Constitución. Este miércoles arrancó el juicio a Gómez, procesada por el “delito de resistencia a la autoridad en concurso real con el de lesiones graves”, en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 26 a cargo de la jueza Marta Yungano. Afuera, militantes y amigos de Gómez y su esposa tenían banderas de la diversidad y carteles que decían: “Besar no es delito”. El martes 11 habrá una nueva audiencia.
El 2 de octubre de 2017 pasado el mediodía, Gómez y Girat estaban bajo el domo que se encuentra frente a la estación de trenes de Constitución. “Nosotras estábamos tranquilas”, contó Girat ante la jueza. Ambas, afirmó, estuvieron hablando cerca de una hora y fumando cuando José María Pérez, un empleado de Metrovías, se acercó a Gómez para decirle que tenía que apagar el cigarrillo. “Le pedí que me mostrara dónde decía que estaba prohibido fumar”, recordó Gómez en la audiencia y aclaró que había más personas fumando en el lugar.
“Viene el policía –que estaba cerca y acudió ante el llamado del trabajador de Metrovías– y me dice ‘che, pibe, apagá el cigarrillo”, contó Gómez. Ella aseguró que quería irse de la estación, pero Rojo “me ponía la mano en el pecho y me decía ‘quedate acá que vas a ser detenido’” y comenzó un forcejeo entre ambos. Según el relato de la acusada, el oficial llamó por handy a una compañera, Karen Villarreal, y, en medio del forcejeo, “Rojo me tuerce el brazo y me tira para atrás”, por lo que Gómez agarró del pelo a Villarreal “para no caer”. Los dos agentes la redujeron, la esposaron y la trasladaron a la estación policial que está en la estación Boedo de la línea E. Horas después fue liberada.
Después de la declaración de Gómez, su esposa fue la primera en prestar testimonio. En un costado de la sala estaba sentada Celeste Sibiliaga, la madre de Gómez, junto a amigas que le apretaban el hombro o la tomaban de la mano para consolarla. Los hermanos de Gómez también estuvieron presentes y escucharon los testimonios agarrados de la mano.
“Yo gritaba desesperada que no la golpeen, que no la toquen, que es mujer”, recordó angustiada Girat. Contó que Rojo, quien “no estaba identificado”, redujo a Gómez, “le puso la rodilla en su garganta” y “Marian gritaba que no podía respirar”. “Había gente filmando y pidiéndoles que no golpearan a Marian”, afirmó. Girat aseguró que Rojo no quiso decirle a dónde iban a trasladar a Gómez y que en el acta pusieron que su estado civil era “soltera”. Cuando les señaló que estaba casada con Gómez, los oficiales le pidieron que presentara su acta de matrimonio “que siempre llevamos las dos en la billetera”.
La joven dijo que ese día en Constitución su esposa la estaba consolando porque estaba en una “situación de vulnerabilidad”: Girat estaba por comenzar un juicio contra su padre, el ex oficial de la Armada Marcelo Girat, quien, denunció la joven, abusó sexualmente de ella desde los 13 hasta los 17 años en su casa y en la Base Naval de Mar del Plata. “Nadie quiso esta situación. Creo que todo se desencadenó porque a un policía no le gustó vernos juntas –sostuvo Girat–. Yo camino por la calle y no me gritan ‘torta de mierda’ o que me tendría que morir, a Marian sí”.
El oficial Rojo, vestido prolijamente con traje, corbata y camisa azul, contó que “estaba haciendo servicio de prevención” cuando Pérez le pidió que intervenga para que “la señora Gómez” dejara de fumar. “Siempre con respeto”, aclaró. Según el policía, cuando él le advirtió a Gómez que no se podía retirar, ella dijo “no me pueden tocar porque son masculinos”, le “pega con el pecho” y “en la cara con golpes de puño y golpes en los testículos”. “En ningún momento forcejeo con la señora, sólo trato de que no me pegue”, se defendió Rojo y argumentó que “tomó la decisión de reducirla” cuando Gómez “le arrancó los pelos” a Villarreal. La oficial, que también se presentó, ratificó el relato de su compañero.
Por su parte, Pérez, representado por el mismo abogado que Rojo, aseguró que él “estaba al lado de los molinetes observando” cuando vio “a dos personas discutiendo, una de ellas, la más bajita (Girat), llorando”. Sostuvo que se acercó a Gómez “solamente por el cigarrillo” y que “más de una vez” tuvo que pedir que “la Policía intervenga por gente que fuma”. “Yo no soy homofóbico –aseguró el trabajador de Metrovías–. Tengo a mi hermana que también es igual a ella (por Gómez). A mí me gusta, ellas hacen lo que sienten”.
Informe: Ludmila Ferrer.