Desde Lima
Doble discurso. Durante dos días de debates levantaron la voz atacando al gobierno y descalificando las reformas políticas planteadas por el Ejecutivo, pero al final los legisladores de la mayoría fujimoristas terminaron dándole al gobierno el voto de confianza que había pedido para respaldar esas reformas. Ese voto del fujimorismo se explica porque de haberle negado la confianza al gobierno el presidente Vizcarra quedaba habilitado para cerrar el Congreso que ellos controlan y llamar a elecciones legislativas. Unas elecciones en las que el fujimorismo, con más de un 80 por ciento de rechazo según las últimas encuestas, no tendría ninguna opción de mantener su mayoría.
Al final de tanto discurso confrontativo, el fujimorismo terminó votando para salvar sus curules, para mantener el Congreso que manejan. El precio ha sido comprometerse a priorizar el debate de las seis reformas políticas presentadas por el gobierno –que buscan combatir la corrupción en la política, abrir el juego a nuevos partidos y democratizar a las organizaciones políticas– y que han venido bloqueando. Ha sido una victoria para el presidente Vizcarra, pero una victoria que puede desvanecerse rápido. Ha logrado el compromiso del Congreso de priorizar el debate de las reformas que propone, pero no tiene la seguridad de su aprobación respetándose la esencia de esas reformas.
Hasta el final hubo incertidumbre sobre el resultado, pero el voto a favor de la confianza al gobierno fue más holgado de lo esperado. Hubo 77 votos a favor de darle la confianza al presidente Vizcarra y sus reformas, 44 en contra y tres abstenciones. De esta forma, se desinfló la posibilidad de cerrar el Congreso de mayoría fujimorista, de lo que se había habado mucho en los últimos días y que tenía un amplio respaldo ciudadano. El fujimorismo dividió su voto. Para salvar la cara después de los agresivos discursos contrarios a las reformas, algunos legisladores de la cúpula fujimorista votaron en contra de la confianza, pero se aseguraron que la mayoría de ellos lo haga a favor y así garanticen que el Congreso no sea cerrado. Un Congreso identificado por la población con la corrupción y la impunidad, que concentra la indignación ciudadana contra la clase política y que ha caído a sus niveles históricos de rechazo más altos, con más de 90 por ciento de desaprobación.
En una jornada de paradojas, la izquierda, que respalda las reformas planteadas por el Ejecutivo, aunque las considera insuficientes, votaron en contra del voto de confianza ligado a estas reformas para así precipitar el cierre del Congreso dominado por la derecha fujimorista, del cual dijeron ha perdido la confianza de la población y no tiene ni la voluntad ni la capacidad de hacer estas reformas. La izquierda apuesta por un cambio más profundo, por una Asamblea Constituyente para reemplazar la actual Constitución, heredada de la dictadura de Alberto Fujimori. Aunque respaldaron las reformas, las dos bancadas de izquierda aprovecharon el debate para cuestionar duramente la política económica neoliberal del gobierno.
El pedido del voto de confianza solicitado por el presidente Vizcarra estaba ligado a la aprobación por parte del Congreso de seis reformas políticas, que tienen que ver con modificar la inmunidad parlamentaria, para que su levantamiento ya no depende del propio Congreso sino de la Corte Suprema; que los partidos realicen elecciones internas, abiertas, simultáneas y obligatorias para designar a sus candidatos; la paridad de género y alternancia en las listas parlamentarias; prohibir que los sentenciados en primera instancia con penas mayores de cuatro años puedan postular en las elecciones para cualquier cargo; facilitar la inscripción de nuevos partidos; sancionar penalmente el ingreso de dinero oculto a las campañas electorales, propuesta que se da cuando la Justicia investiga el financiamiento ilegal de los candidatos más importantes en las últimas elecciones, incluyendo las de los cuatro últimos ex presidentes.
Ante las dudas sobre si el fujimorismo cumplirá con su compromiso a favor de estas reformas, asumido al haberle dado el voto de confianza al gobierno, el Ejecutivo ha dicho que si las reformas no se aprueban a tiempo para que entren en vigencia para las elecciones de 2021 o si se cambia la esencia de las mismas, interpretarán que la confianza le ha sido negada y, por lo tanto, podría cerrar el Congreso. La mayoría parlamentaria le ha respondido que nada los obliga a aprobar las reformas en los tiempos y términos que pide el gobierno, y ha adelantado que consideran inconstitucional esa interpretación del Ejecutivo sobre un rechazo de la cuestión de confianza si no se cumplen sus expectativas sobre estas reformas, por lo que no acatarían un cierre del Congreso.
Es el peor escenario posible. Las aguas se han calmado por ahora, pero la incertidumbre no se ha despejado. La crisis política puede reavivarse con mayor fuerza.