La desesperación electoral llevó al diario Clarín a reflotar el caso Nisman por enésima vez. Ahora, de forma aún más grotesca que en oportunidades anteriores. La pseudonoticia es que “hubo un frenético intercambio de llamadas entre el secretario de Seguridad, Sergio Berni, y la ex presidenta Cristina Kirchner la noche de la muerte del fiscal”. En total 22 llamadas y ocho mensajes de texto, desde las 0.30 hasta las 16 de ese lunes.
Aquel 19 de enero de 2015, el director de PáginaI12 y yo intercambiamos mucho más de 30 llamadas desde la madrugada hasta la tarde–noche. ¿Llegaste a Puerto Madero? ¿Cómo fue la muerte? ¿Un arma? ¿Pero de quién es el arma? ¿Cómo que fue en el baño? ¿Entraron por la fuerza en el departamento? ¿Cómo que el departamento estaba cerrado por dentro? ¿Quién es el juez? No lo puedo creer, ¿está de vacaciones la jueza?. ¿Quién es? ¿Qué sabemos? ¿Y la fiscal? ¿Es un solo tiro? ¿En la sien o en la nuca? ¿Qué sabemos de la autopsia? Y mil interrogantes más.
Es indudable que entre una presidente y un secretario de Seguridad debieron hacerse todas esas preguntas y averiguaciones. Ayer, Sergio Berni contó que Cristina lo ametrallaba a preguntas y que él iba respondiendo y averiguando. Por eso las llamadas son cortísimas.
Lo asombroso sería lo contrario: que una mandataria se hubiera enterado de la muerte de un fiscal y se hubiera ido a dormir con toda tranquilidad, sin preguntar casi nada. En ese caso, la tapa cantada de Clarín de este miércoles era: “Sospechoso, no hubo comunicaciones entre la presidente y el secretario de Seguridad. Es evidencia de que hubo un complot”.
Durante el fin de semana se produjo un hecho extraño, que llamó la atención. Clarín publicó que la Cámara Federal confirmó que la muerte de Nisman fue un homicidio. El fallo de la Cámara tiene fecha del 1 de junio de 2018, hace un año. Parecía inexplicable que el sábado apareciera una nota vieja. Y no sólo el sábado: la nota permaneció en un lugar privilegiado de la web el domingo y el lunes.
La única explicación posible es que toda esta movida, incluyendo el delirio sobre las comunicaciones entre Berni y CFK, tiene como objetivo utilizar el tema en campaña electoral y presionar a Comodoro Py para que siga apretando y produzca alguna novedad, aunque sea trucha.
Sucede que en cuatro años y medio no han podido encontrar ni una sola evidencia de que alguien haya entrado al edificio, que alguien se metiera en un departamento que estaba cerrado por dentro, que un supuesto sicario usara una pistola viejísima que estaba a nombre de un asesor informático de Nisman, que no hubiera rastro de violencia alguna ni desorden en el departamento ni lesiones defensivas en el fiscal ni una huella ni una pisada del sicario ni una gota de sangre fuera del baño.
No tienen nada de nada y necesitan algo para la campaña. En la desesperación, hacen cualquier cosa, por más burda que sea.