Siempre hay un rival más poderoso. Alguien que entiende mejor el alma de la lucha. Y vencer a ese oponente exige primero superarse a uno mismo: crecer, mejorar, volverse más fuerte. Un esquema simple que puede repetirse hasta el infinito y más allá, pero que no por repetido pierde vigencia. Hay títulos paradigmáticos, como Dragon Ball o Los Caballeros del Zodiaco, claro. Más de un videojuego se acopla al esquema subidadenivel-nuevosenemigos-nuevasubidadenivel. Pero no dejan de aparecen relatos que se ajustan a esta fórmula. Y lo notable, en todo caso, es que estas obras siguen ejerciendo su atractivo y los autores encuentran variantes que llaman la atención.

Uno de estos relatos es Last Man, un título que bien podría ser descripto como un Dragon Ball a la francesa. Hay un torneo de artes marciales, luchadores capaces de canalizar fuerzas elementales y un niño ilusionado. Pero hasta ahí las similitudes que proponen Bastien Vivès (guión y dibujo), Balak (guión) y Michaël Sanlaville (dibujo) con el clásico de Akira Toriyama. La editorial local Utopía, que publicó dos tomos, prometió otros dos en breve y el último par del primer arco argumental para el año próximo. Cada página es de un disfrute infrecuente, con el trazo ligero, la gestualidad de los personajes y una ambientación encantadora que contrasta con su recio protagonista. Y “recio” aquí es la palabra clave, porque en el universo espiritual y ultra ritualizado que proponen Vivès y Balak, el protagonista Richard Aldana es una sacudida herética que indigna a algunos y fascina a otros, pero cautiva a todos.

Algo parecido sucede en Megalo Box, una serie disponible en Netflix que homenajea al manga Ashita no Joe, en torno a un luchador de un deporte tan, pero tan parecido al boxeo que es... boxeo. Pero con agregados (bio)mecánicos. Megalo Box tiene todos los yeites del género: peleas arregladas, mafiosos involucrados, organizadores inescrupulosos, metáforas sencillas con perros callejeros y un torneo que ofrece fama, gloria y dinero a su ganador. Y si en Last Man la crudeza del luchador derrota a la magia, en este animé el eje temático se hace explícito mil veces: ¿qué hace auténtico a un megaloboxeador? ¿Su equipo o su capacidad de pelear aún sin él? La respuesta no sorprenderá, pero no por eso la serie pierde atractivo.

Algo interesante de ambos casos es que sus protagonistas no tienen ninguna ambición más allá de la circunstancial victoria deportiva. No hay excusas mesiánicas para arrancar a los tortazos, no hay caretajes de ningún tipo. En todo caso, y cuanto mucho, dos posibles éticas de luchadores. Que dos productos de primera línea en mercados distintos estén cortados por la misma tijera marca también un espíritu de época, donde al menos algunas voces reclaman vivir el momento y tener los pies bien plantados en el polvo, antes de que la parafernalia místico-digital nos deje en la lona.

Finalmente, un título que suele pasar por abajo del radar es Yo Nen, del historietista argentino Lea Caballero. La serie tiene publicados dos tomos y el tercero llegará en octubre, para el festival internacional rosarino Crack Bang Boom. Yo Nen propone un acercamiento ultra clásico al shonen, los manga destinados a lectores adolescentes varones. Y aunque hay de varios tipos, suele designar también a los relatos de luchas protagonizados por jovencitos. Caballero propone exactamente eso: una historieta de luchas escolares donde desde el comienzo es evidente que algunos pibes tienen más talento del humanamente razonable. La historia se cuenta desde la perspectiva de Nehuén, un flaco sin experiencia ni conocimiento teórico sobre cómo cruzar mamporros en el patio de la escuela. Además, el relato está ambientado en una Buenos Aires muy pedrestre.

Si en Last Man hay un universo cuasimágico y en Megalo Box un flash forward futurista-corporativo, y ambas cosas sirven para resaltar una mirada esencialista de lo humano, en Yo Nen lo extraordinario se destaca por oposición a lo anodino de lo cotidiano. Pero la base narrativa de fondo es la misma: para salir adelante en medio de rivales muy superiores, el protagonista debe esforzarse al máximo y superarse a sí mismo.