El año pasado John Scofield grabó, con música original, el disco con el que celebró sus 66 años. En la plenitud creativa, al frente de un cuarteto formidable, el guitarrista, figura cardinal del jazz de estos tiempos, logró una vez más esa forma de alquimia que tiene que ver con encontrar maneras diferentes de seguir siendo el mismo. Llamó a este trabajo Combo 66. “Me encanta el número 66. Será porque en el jazz, si llegás a 66 es que hiciste las cosas bastante bien”, dice el guitarrista y compositor. “También hay una canción, ‘Route 66, que me cautivó de niño, y más tarde aparece Brasil 66, de Sergio Mendes... No sé cómo describirlo, pero los números te vinculan a sentimientos diferentes. El 55 o el 77 no significan mucho para mí, pero el 66 siempre me resultó un número cool. Ahora que tengo 67… ¡soy bastante menos cool!”, bromea en la charla con PáginaI12. Llegará a Buenos Aires con la música y los músicos de Combo 66. Hoy a las 21 actuará en el Teatro Coliseo, junto a Gerald Clayton en piano y órgano, Vicente Archer en contrabajo y el dilecto Bill Stewart en batería.
Se trata de una banda en parte nueva, que equilibra la experiencia de Scofield con la juvenil energía de Clayton y Archer y deposita la confianza rítmica en Stewart, colaborador del guitarrista desde hace casi tres décadas. “Bill es sin duda uno de los mejores músicos del jazz actual. Tocar con él es una fortuna, porque no sólo es un baterista emocionante, es además un músico en el sentido amplio y un gran compañero”, dice Scofield. “A Gerald Clayton lo conozco desde hace años, porque mi esposa y yo somos amigos de su padre, el bajista de jazz John Clayton, pero nunca habíamos tocado juntos hasta que Bill (Stewart) lo recomendó para nuestro proyecto. Gerald es joven y está desarrollando una carrera muy interesante”, cuenta también. Archer, por su parte, es contrabajista del trío acústico del saxofonista de Robert Glasper (que hoy toca en La Trastienda con su proyecto eléctrico) y habitualmente colabora con el trompetista Nicholas Payton y el saxofonista Donald Harrison. “A Vicente también me lo recomendó Bill (Stewart), que lo conoció cuando tocaban en la banda de Payton. La primera vez que nos juntamos, noté que había una buena combinación entre nosotros”, recuerda el guitarrista.
Scofield compuso la música de Combo 66 pensando en este cuarteto. Sin embargo se cuida de hablar de inspiración y prefiere reconducir su capacidad creativa a la perseverancia y el trabajo. “No sé qué es lo que me inspira. Hago música y ese es mi trabajo. Así que cuando quiero escribir una buena melodía estoy sobre ella hasta que aparece algo que me gusta. No sé si eso es inspiración. Creo que los esfuerzos artísticos son siempre una inspiración indirecta. Ninguna cosa en el mundo me inspira tanto como otra gran música”, asegura.
–El sonido de “Combo 66” se caracteriza por el órgano. ¿Cómo lo pensó en relación con la guitarra?
–Hay algo en el timbre y en la función de la guitarra y el órgano que los hace sonar muy bien juntos. Por sus similitudes a veces se corre el riesgo de que los instrumentos se anulen entre sí, pero Gerald (Clayton) es muy consciente de esto. Nos combinamos bien y es uno de los pocos tecladistas con los que puedo tocar sin la preocupación de quedar tapado. Gerald es fabuloso, aprendo de la forma que tiene de acercarse a mi música.
–¿Cómo manejó el balance entre composición e improvisación en la dinámica del cuarteto?
–Las composiciones son muy importantes. Pero sin la improvisación del jazz, no serían lo mismo. Ambos elementos tienen el mismo peso, pero la improvisación es lo que hace que una música sea jazz. Sobre esa idea, uno compone su música y elige a músicos cuyo talento conoce lo suficientemente bien como para confiar en que llevarán esa música a lugares aún mejores.
–Atravesada por diferentes influencias, su música mantiene siempre un rasgo de blues. ¿Qué significan para usted el blues y sus raíces?
–El blues fue mi primer amor musical y en ese sonido todavía hay algo que me apasiona, que está más allá de mi propia música. El blues me dio libertad y en cada cosa que toco, está esa marca. Como dice Albert King, “¡Blues Power!”.
–Hablando de libertad, usted pertenece a una generación que buscó contenidos profundos en esa palabra. ¿Se siente cómodo en un país dirigido por tipos como Donald Trump?
–Me siento incómodo y avergonzado de que Donald Trump sea nuestro presidente. Estados Unidos está seriamente dividido. Yo estoy en la parte que no apoya ni a él ni a sus acciones. Solo conozco a una persona que es partidario de Trump: mi dentista. Y por eso voy a cambiar de dentista.