Palo Pandolfo nació en Flores, vivió un tiempo en territorio porteño, pero hace 25 años elige habitar la zona oeste del Conurbano bonaerense. Pasó por Castelar, Moreno, Paso del Rey y ahora Ituzaingó... siempre el oeste. Dice que se queda en la zona por tres grandes motivos: “El silencio, el aire y el cielo; por los elementos. Y la tierra, obvio. Si hay algo que tiene la ciudad (de Buenos Aires) es un ruido infernal y no puedo respirar el aire”, confiesa. “En cambio en el Conurbano tenés jardín, árboles. La revolución hoy es tener huerta propia y ser autosustentable; es una de las vanguardias de hoy y lo veo en todo el interior del país”, entiende. El músico y poeta acaba de publicar El Vuelo del Dragón (S-Music, 2019), un disco en vivo dividido en tres partes y lanzado a través de YouTube, plataformas digitales y una edición en vinilo con una selección de canciones. La tercera y última “temporada” se dio a conocer el viernes pasado y tendrá su presentación mañana a las 21 en La Trastienda (Balcarce 460).
El Vuelo del Dragón condensa todas las facetas estéticas y las etapas musicales de Palo Pandolfo: el post-punk, la psicodelia y la canción popular latinoamericana; todas metabolizadas en una obra que abraza 30 años de canciones. Desde una interpretación súper actual de “Ella vendrá” de Don Cornelio o una versión folk-andina de “Estaré” de Los Visitantes, hasta la electrizante y “psicopolítica” “El conquistador”, de su etapa junto a La Hermandad. “Que ‘Cabeza de platino’, ‘Tazas de té chino’ o ‘El rosario en el muro’ vuelvan al vinilo es como cerrar un círculo”, celebra Palo sobre este material que fue registrado el año pasado en un concierto realizado en Xirgu Untref. “Hicimos una sola toma, es un concierto muy testimonial y visceral”, dice este músico que se subió por primera vez a un escenario hace 40 años.
Una palabra podría sintetizar la actualidad de Palo Pandolfo: vitalidad. Esta nueva y auspiciosa etapa creativa no podría explicarse sin la presencia de La Hermandad, la banda que lo acompaña hace ocho años y con la cual grabó sus dos inspiradísimos últimos discos solistas: Esto es un abrazo (2013) y Transformación (2016). Un quinteto que tiene en sus filas a Mariano Mieres en guitarra, Alito Spina en bajo, Gerardo Farez en teclados, Carlos Fernández en batería y, claro, a Pandolfo en voz y guitarra. “En este show va a estar Federico Gil Solá en batería”, aclara Palo y se detiene a pensar en la química y el sonido de La Hermandad: “Lo que más estoy notando es que tiene una potencia tremenda en vivo, lo que no es muy usual ahora en las bandas de rock. Quizás Eruca Sativa o Lxs Rusxs Hijxs de Putx... porque El Mató, o sea el indie y el manso indie, son más pop, más cool, más refinados, no se excitan tanto como nosotros. Nosotros estamos un poco hard, más alto”, compara Palo.
“Como en las redes tenés respuesta instantánea, lo que más ocurre con este disco es que se valora la potencia, tiene una vibración alta. Es un poco desgarrante, pero hay canciones como ‘Estaré’ o ‘Canción cántaro’, que son más populares y tienen más que ver con otra veta del rock nacional y la cultura argentina. Es tan variado como mi propia carrera este disco, abre varias puertas al mismo tiempo”, define. “Creo que la vitalidad y la espontaneidad actual de la banda pueden generarnos un movimiento de oyentes de todas las edades. En La Hermandad hay amistad, compañerismo y territorialidad”, sostiene y resalta el trabajo colectivo. De hecho, en Transformación hay varias canciones compuestas son Spina y Mieres. No hay en El Vuelo del Dragón un enfoque nostálgico: es puro presente. Canciones de Don Cornelio como “Ella vendrá” y “El rosario en el muro” cobran nuevos sentidos y suenan actualizadas. “Es el repertorio que hacemos siempre en vivo. Y sumamos ‘Cabeza de platino’ y ‘Auto unión’ conscientemente porque celebramos bailar, vivir y festejar; pero hay recodos oscuros y remansos sentimentales, para darle un balance al disco. Los discos no pueden ser lineales, blancos o negros”, entiende.
–Este es el primer disco que saca solo en plataformas digitales. ¿Cómo se lleva con las redes sociales?
–Me llevo demasiado bien con las redes. Es adictivo para mí. Yo debuté en 1979 con mi primera banda. Salíamos a repartir volantes y a pegar con engrudo afiches a la medianoche. Siempre difundimos lo nuestro. Mucha ginebra y sustancias químicas. En la calle hay que mediar con diferentes problemas: la policía, los chorros, los publicistas comprados, los servicios de inteligencia. Entonces, las redes me permiten hacer lo que siempre hice, pero ahora desde mi casa. Tenés una dinámica de comunicación inmediata. Es parte del pop. ¿Qué hicieron Los Beatles? Ir a meditar a la India, como yo que hago yoga y meditación hace mil años, y abrir una galería de arte y hacer comunicación. El tema es cuánto arte uno puede comunicar. Ser vibrante en redes sería el objetivo.
–¿Y de qué modo el yoga y la meditación se relacionan con su música?
–Esto es un abrazo es muy yogui, es muy espiritual. Estoy bastante militante por el yoga. Vengo estudiando canto desde 1985 y mi profesora ya me había acercado al yoga. Y en 2004 empiezo a practicarlo. Hay un vínculo entre canto y yoga; entre expresión escénica y yoga. Yo lo practico mucho antes de cada show. Hago todo un trabajo corporal. Es un viaje de ida. Te podés poner re loco, pero no tiene bajón. Hace todo bien. Trabajás varios planos de energía: psíquico, físico, el inconsciente y el espiritual. Uno de los objetivos del yoga es detener el pensamiento y potenciar el sexto sentido. Estamos muy enroscados en el mundo material. Los mayas en el año 500 empezaron una expansión de la conciencia. Con poco uno puede vivir: uno necesita mucho menos de lo que el imperialismo romano, persa o griego proponen. Hay una rama de pensamiento acá en Buenos Aires que acepta como algo natural que siempre nos faltan más cosas materiales. Cuanto más tenés, más querés. La búsqueda sería interior para conseguir la profunda realización del conjunto de energías que fluyen en el ser humano. Somos duales. Ese equilibrio interior es lo único que te puede permitir abrazar a alguien con amor, respeto y con un afecto sincero. En Buenos Aires hay un doble discurso. Yo desde chico siento la violencia en la calle, por eso me hice hippie, hago rock y temas de Almendra. Otra realidad es posible. Podríamos generar más belleza, placer y sensibilidad para todos.
–¿Y por qué El Vuelo del Dragón?
–Fue una forma elegante de ser muy autorreferencial pero de una manera elíptica y abierta. Soy dragón en el horóscopo chino. El dragón es una imagen bastante recurrente en nuestra cultura. Me gusta que los títulos de mis discos tengan varias lecturas. Que se definan desde la metáfora. Para los chinos el dragón simboliza el espiritismo, el concepto del alma en el cuerpo, la reencarnación, la liberación del alma, el proceso de depuración del espíritu. El dragón en China está puesto muy en lo metafísico. Cualquiera de nosotros puede depurarse, en nosotros está esa fe. Mi primer disco como solista se iba a llamar Todos somos el enviado, pero me parecía muy religioso. La canción “A través de los sueños”, por ejemplo, apareció porque soñé con mi madre muerta, tuve un contacto metafísico con su espíritu; como lo conciben los pueblos originarios, que hacen contacto con ancestros en los sueños. Entonces, el nombre A través de los sueños, como finalmente se llamó mi primer disco, era poner foco en lo mismo pero me permitía darle un aire de romanticismo y sacarlo de lo religioso. Lo religioso tiene una relación directa con el judaísmo o el cristianismo, con religiones muy agarradas de sus dogmas y que se imponen sobre las demás, por eso le huyo a la palabra. Ninguna verdad es superior a la otra, la palabra religión fue mal utilizada, como una forma de dominación de los poderosos. Ahora estamos transitando una nueva era donde se ejercita el “chamanismo popular”. Y está muy presente lo femenino: el feminismo, el lado sensible, lo receptivo. Los mayas dicen que en 2012 empiezan cinco mil años de energía femenina, el lado yin. Entonces, la nueva era es muy espiritual.