“Estoy feliz de que por primera vez haya reggaetón en un festival como éste”, espetó J Balvin en el Pull&Bear, uno de los dos escenarios principales del Primavera Sound 2019, después de estrenar su performance con Reggaetón, flamante canción/manifiesto del género, y Machika. Y es que apenas se anunció la grilla, e incluso unos días antes de que se consumara la última fecha del evento, aparecieron desde los inquisidores del estilo parido en Puerto Rico hasta esos profetas del desastre que de forma peyorativa tildaban de “mainstream” al festival musical más importante del mundo. Si bien es cierto que en sus anteriores 18 ediciones se transformó en la vitrina por excelencia del indie y en oráculo de la modernidad –al grado de que su programación comenzó a coincidir con la de la otra gran cita sonora de la ciudad de Barcelona, el Sónar–, el Primavera Sound atendió y entendió con seriedad lo que estaba sucediendo en el otro lado del Atlántico y su diálogo con la música urbana de manufactura española.
Quizá lo hizo porque Los Angeles, bastión latino por excelencia de Estados Unidos, será subsede del festival a partir de 2020, secundado así a Oporto, primera ciudad en la que desembarcó el festival fuera de España. Así fue anunciado en la tercera y última jornada oficial del encuentro musical, a través de redes sociales y de las vallas que se levantaron en la entrada del Parc del Fórum, el inmenso predio ferial que acogió los 16 escenarios concebidos para esta edición. Y donde hasta hubo transporte interno para ir de una punta a otra, porque a pie llevaba unos 25 minutos.
Más allá de la polémica que generó la decisión curatorial, el Primavera Sound, que esta vez albergó a más de 300 artistas, siempre se caracterizó por su actitud rupturista y contemporánea. Y ese lance permitió la construcción de un relato que aunó en una misma fecha el dance histriónico e iconoclasta de Róisín Murphy, el rap galáctico de Neneh Cherry, la evocación tradicionalista de The Mystery of the Bulgarian Voices y el flamenco minimalista y urbano de Rosalía. Por cierto, la artista catalana que la rompió el año pasado con su segundo álbum, El mal querer, puso a prueba su poder de convocatoria el pasado sábado 2, en la que fue una de las actuaciones más convocantes del Primavera Sound de este año.
Se estima que 63 mil personas asistieron a su show, cuya propuesta no difirió de lo que mostró en marzo en el Lollapalooza argentino, donde inició su más reciente gira mundial. El día previo a ese debut, Rosalía lanzó el single Con altura, que estrenó en vivo en el Hipódromo de San Isidro, aunque sin la participación de J Balvin, coartífice de la canción junto con El Guincho, icono de la vanguardia sonora española y actual cómplice musical de la cantante. Sin embargo, la terna unió fuerzas para interpretarlo en el festival de Coachella, en el que coincidieron semanas más tarde. Así que todo estaba dado para que se reunieran en la Ciudad Condal, pues J Balvin y Rosalía compartían la cabeza de cartel del cierre. Pero la reunión no se produjo, para sorpresa de buena parte del público.
Amén de la inclusión del reggaetón, representado asimismo en este Primavera Sound mediante la “Reina” del género, Ivy Queen, y el arquitecto de la cadencia boricua, DJ Playero, otra de las consignas de esta edición fue el empoderamiento de la mujer. Al punto de que la paridad del género finalmente se alcanzó: el 50 por ciento de la grilla estaba constituido por artistas femeninas.
Mientras que el recital de Rosalía significó su consagración frente a su gente, un rato antes, en el escenario enfrentado (el Seat, que también midió la masividad del evento), Kali Uchis expuso su origen colombiano mostrando su costado más latino pese a su DNI estadounidense: habló en español con el público e incluyó un cover de Don Omar –¿acto de provocación o de redención?– en su set. Por ahí mismo pasó luego Solange, quien más que hermana sigue pareciendo hija de Beyoncé. Aunque esa noche quiso ataviarse del afrofuturismo de Janelle Monáe. O algo así.
Justamente, la de Kansas City fue una de las figuras del viernes 1º, fecha que protagonizaron igualmente las cantantes pop Carly Rae Jepsen y Miley Cyrus. Pero a la ex ídola Disney le costó entrar en sintonía. Todo un contraste con respecto a la genialidad mostrada por la gala Héloïse Letissier (mandamás de Christine and the Queens), a la imponencia bailable de Robyn o al alud groovero de Erykah Badu, cabeza de cartel del jueves 31.
Nathy Peluso se comportó como una estrella pese a que no apareció en la primera línea de nombres estelares de la última jornada del festival, que fue cerrado por la DJ estadounidense Avalon Emerson, en lo que fue un gesto importante y coherente en la bajada de línea política e ideológica del encuentro musical. Es que en España lo es y está a la vista: en las bocas del subte está la publicidad que la argentina estelarizó para una marca deportiva y en los cines rota una publicidad de una compañía telefónica para los que prestó su imagen y un tema. Y si bien el espectáculo de la moronense en el Primavera Sound fue similar al que brindó recientemente en el Festival Nuestro en Buenos Aires, la intro de su show, con La grasa de las capitales, resignificó y mundializó a Serú Girán ante una audiencia centennial, urbana y, en un cuarenta por ciento, angloparlante.
Al igual que el legendario cuarteto, el otro componente no oficial de la delegación argentina en esta edición del festival fue Luca Bocci. El cantautor mendocino, actualmente establecido en España, subió el domingo al escenario del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, ubicado en el pintoresco barrio de El Raval, subsede de la jornada de despedida del festival (donde también se presentó Filthy Friends, la novel agrupación de Peter Buck, violero de R.E.M.). Es que el músico cuyano es el invitado estelar de Préstame un sentimiento: el disco debut del grupo sensación de la escena española, Cupido, que reúne al trapero barcelonés Pimp Blanco con los integrantes de la banda canaria de pop Solo Astra.
La troupe argentina la completaron 107 Faunos y El mató a un policía motorizado, que entró casi a último momento en la programación de una cita anual barcelonesa donde ya juega de local: es el artista latinoamericano con más participaciones en el festival. Eso se notó, y mucho, durante su paso por el Your Heineken Stage, escenario temático en el que los catalanes Mujeres tributaron a Los Saicos y Mee and the Bees a The Breeders, mientras que los vascos Kokoshca homenajearon a la histórica dupla de flamenco rock Las Grecas.
Sobre la base del show con el que viene presentando su más reciente disco, La síntesis O’konor, la banda platense armó una propuesta en la que sumó a varios invitados especiales: Jota (líder de Los Planetas), Manu Ferrón y Amaia (la ganadora de Operación Triunfo 2018, cuyo disco debut fue producido por Santiago Motorizado) condimentaron una actuación efervescente y con tintes épicos. Además, y a pesar de que no formó parte formalmente de las actividades paralelas del festival, la muestra que se organizó con ilustraciones de Santiago Motorizado en una galería de Barcelona se vivió como si lo fuera. Incluso el músico se colgó la guitarra, cantó temas de su banda y hasta contó con la participación de Amaia.
Aunque el Primavera Sound 2019 se celebró formalmente el jueves 30 de mayo, el viernes 31 y el sábado 1º de junio, desde el lunes de esa semana (y hasta el domingo) se sucedieron los recitales en torno al evento. El telón lo levantó Deerhunter, el lunes en la sala Apolo, base de operaciones del encuentro musical durante el resto del año, por la que pasaron el martes la cantante folk Cate Le Bon y el miércoles el productor electrónico alemán Apparat. Deerhunter no sólo ofreció un show impecable, fundamentado en su nuevo álbum, Why Hasn’t Everything Already Disappeared? (uno de los mejores de 2019), sino que también fue un mensaje contundente a los que atentan contra el rock.
En España, el género, en sus diferentes manifestaciones, sigue gozando de buena salud. Pero lo que sí se siente, y de eso dio luces el festival, es la manera de consumirlo en esta época, la aparición de nuevas expresiones y el renovación etaria de público. Al tiempo que a Guided by Voices, paladines del indie, los arengaba una audiencia cuarentona, casi diezmada y superviviente, el de Charli XCX –y sí, cantó el mega hit I Love It– estuvo explotado de público veinteañero. Y esta generación no pierde el sueño con los héroes de la guitarra ni tampoco desvaloriza que FKA Twigs se pare sola en el escenario sin agrupación soporte o siquiera una computadora que dispare sus pistas. Sin embargo, este tipo de propuestas, que hace un par de años tan sólo podía captar a medio millar de personas, creció con tal vértigo que corrió a los actos que anteriormente copaban los horarios estelares, como Mac DeMarco y Kurt Vile & The Violators, a instancias más vespertinas del Primavera Sound 2019.
Mientras que en el Primavera Pro, espacio creado para la industria musical, reflexionaba acerca de cómo Cuco, quien tocó gratis en el Parc del Fórum el miércoles, representa una nueva manera de entender el auge latino, el trap catalán parecía gozar del nicho. Y hasta Future, pionero del estilo, se vio desbordado por esa forma de consumo. No así el hip hop, que, amén de mostrarse masivo, tuvo en Danny Brown a su principal embajador.
Si éste fue el Primavera Sound del reggaetón y el empoderamiento de la mujer, también lo fue de lo queer, con Sophie y Linn Da Quebrada a la cabeza. Pese a todo, esta edición mantuvo dos rasgos fundamentales del ADN del evento. Uno es la capacidad de emocionar a partir del desconcierto, como Yves Tumor, con su afroexperimentación, y Kate Tempest, spoken word mediante, lograron sostenerlo. ¿Y el otro? La reivindicación. Este año fue la vuelta de los post rockeros Stereolab, a una década de su último show, y para el vigésimo aniversario del Primavera la organización reunirá a Pavement. Dicen que será un fiestón.