De la levedad a la ebullición. Esos estados transmite el compositor, cantante y guitarrista brasileño Lenine en su nuevo disco en vivo Em Trânsito (2018), que presentará hoy a las 19 en Groove (Av. Santa Fe 4389). El artista habla por teléfono con PáginaI12 desde su casa de Río de Janeiro y se lo escucha reflexivo, calmo y amable para el diálogo. “Nací en Recife, pero hace 40 años vivo en Río. El ser humano tiene la formación más fuerte hasta los 16 o 17 años. Por eso, mi musicalidad tiene que ver con mis raíces”, dice este músico que construyó su lenguaje en la mutación constante y en el diálogo entre la MPB y la tradición del rock. “Brasil es muy grande, es un continente. Es como una cebolla que tiene cáscaras y cáscaras, una adentro de la otra”, apunta el artista sobre el alcance de su música en Brasil, que también se hizo conocida en Europa,  Japón y, claro, América latina. Ahora regresa a Buenos Aires para entregar un concierto electrizante y con un espíritu crítico sobre el acontecer político de su país.

“Siempre priorizo mi último disco”, dice Lenine sobre el concierto de Groove, que estará centrado en Em Trânsito, que contó con la producción artística de su hijo, Bruno Giorgi, también músico de su banda. “Fue el director de todo el espectáculo y se encargó de todo el formato del concierto. Mi hijo es un estímulo central para mi música”, resalta sobre este disco que versa sobre “egos e intolerancias”. El jueves, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, visitó Argentina y se reunió con su par Mauricio Macri. El mandatario de ultraderecha se ha destacado, sobre todo, por sus declaraciones xenófobas, homofóbicas y militaristas. “Creo que todo el disco está cargado de un sentimiento de distopía. Hoy en Brasil estamos viviendo una cosa sin precedentes, hubo un fuerte retroceso social”, reflexiona el guitarrista y compositor pernambucano, en sintonía con el sentir de Caetano Veloso, Gilberto Gil y Chico Buarque, quienes participaron en campañas en contra de la llegada de Bolsonaro a la presidencia.

Lenine ha sobresalido por ser un prolífico compositor. No solo ha creado canciones para su proyecto personal, sino también para espectáculos de danza, telenovelas brasileñas del prime time –algo muy común en ése país– y para intérpretes como Maria Bethania, Gilberto Gil, Milton Nascimento, y Ney Matogrosso, entre muchos otros. “En el caso de mi música, hay un vínculo fuerte con las palabras. Y cada vez que canto y que toco para un público que no es latino tengo la sensación de que soy mejor comprendido. En Ucrania, por ejemplo”, dice y se sorprende el músico que ha visitado Argentina con varios proyectos, como el dúo con la paulista María Gadú al que llamaron Cantautores. “El cincuenta por ciento de mi trabajo son las palabras. Entonces, por más que hablemos lenguas diferencias, las raíces son las mismas. Muchas de las palabras tienen un origen común. Trato de encontrar un equilibrio entre sonidos y palabras”, completa la idea.

–Más allá del idioma, Argentina escucha mucho a Brasil y Brasil cada vez más a la Argentina, algo que no siempre fue así…

–La culpa de todo la tiene el Tratado de Tordesillas, que dividió América del Sur. Solo Brasil habla otra lengua, como si fuera una gran isla en la región. Eso es una diferencia muy grande acá. La dimensión del país es tan grande que hay diferentes lenguas portuguesas adentro de Brasil, como hay diferentes matices de la lengua española según el país. Ahora se han creado muchos puentes. Me interesa mucho dialogar con otros países latinoamericanos. Yo conozco la música del Gustavo Cerati o el Indio Solari, y tengo un interés especial por la proximidad cultural con el sur de Brasil. Hay un universo que es muy cercano. La cultura pampeana.

–Algunos músicos de Brasil, como Vitor Ramil o Paulinho Moska, han conectado mucho la música de Río Grande do Sul con la del Río de la Plata...

 –¡Sí! Y Pedro Aznar. Tendieron grandes puentes entre la cultura pampeana. Vitor es de mi generación. La estética del frío me ha aproximado a la música del Río de la Plata.

–¿Y usted cómo encontró su sonido? Hay una fuerte presencia del rock o el funk, y a la vez vibra la MPB.

–Hay que burlar las repeticiones. En mi manera de hacer, yo voy a cada proyecto deconstruyendo las cosas y procurando otros caminos. Hace muchos años descubrí la importancia de las cosas nuevas. Para mí la escuela es la de los caminos. ¿Qué camino tú quieres? Para mí es necesario en cada proyecto cambiar los caminos. En este disco Em Trânsito me interesó hacer un nuevo espectáculo. Yo pude hacer canciones a partir de la premisa sobre cómo debe ser un espectáculo. La primera canción, “Leve e suave”, habla de que la belleza es necesaria. Pero es una falsa invención. Esa canción tiene una urgencia. Todo el disco está cargado de un sentimiento de distopía. Hoy en Brasil estamos viviendo una cosa sin precedentes. Hay una tendencia que da muchos pasos para atrás, como si todas las cosas más oscuras se hicieran presentes. El presente es surreal. No sabemos qué va a pasar con el futuro. Entonces, este proyecto tiene entidad: hay rock, mucha de verdad, lo que siento. Es un reflejo de lo que está sucediendo en mi país.

–¿Siempre le interesó que en su música se refleje el clima social y político del momento o es algo que aparece ahora irremediablemente?

–En todos los tiempos yo traté de vincular mi trabajo con la crónica social. Cada canción es como un pequeño cuento, como breves reportajes. Entonces, el conjunto de canciones que conforman un álbum pueden sonar como una colección de cuentos. Pero en Em Trânsito y otros proyectos anteriores, yo tuve la intención de perseguir el romance. No solo un rejunte de canciones, sino que es un panorama. Cada canción es como un capítulo que construye una narrativa. En este disco es muy revelador porque la primera canción que dio a conocer el proyecto es “Intolerância”, que refiere al principal personaje de las redes sociales. Es algo extraña para mí. Escondidos detrás de un avatar, todas las personas no son lo que son. Les interesa la controversia y no tienen vergüenza de mostrar su costado oscuro. Por eso, este disco es político, journalistico y crónica sonora.

–¿Sigue siendo Río de Janeiro un lugar centralista, el principal lugar para que el artista muestre su música, o eso cambió?

–No, todo cambió. No hay una sola ecuación posible, son muchas ahora las posibilidades. Hace unos años era posible grabar una canción, luego tocar en un programa de televisión famoso o en un programa de radio, y al mes siguiente la música sonaba en todos lados. Eso ya no pasa. Hay una necesidad hoy de convertirse en una especie de vender ambulante. Un artista que carga en su mochila un instrumento y trata de sobrevivir de su música. Las redes provocaron una invisibilidad para todos. Porque la dificultad es: ¿Dónde procuran las cosas? La circulación de información es tan gigante, tan faraónica, que es imposible encontrar algo. Hay una gran invisibilidad. Yo creo que ahora aparece la posibilidad de “millares cantando para millares” ¿Y? Solamente algunas veces algún músico logra eso. Yo fui desde hace muchos años mi propio productor fonográfico. Entonces hoy es muy fácil para mí transitar todas las formas, porque me pertenecen las músicas y los discos.

–Ha compartido parcerias con María Gadu y músicos más jóvenes, ¿está atento a lo que sucede en las nuevas generaciones?

–La verdad es que el proyecto Em Trânsito me permitió ganar un Grammy Latino en la categoría rock en música contemporánea ¡Y eso para mí es increíble! Entonces, también hay una fuerte intención en mí de frecuentar los lugares donde circulan músicas más contemporáneas. Por ejemplo, me invitan a tocar en lugares donde se puede danzar y asisten jóvenes. Lo que hago tiene un sabor de novedad, pero no sé si es algo nuevo. Creo que hay cosas que no son nuevas, sino que fueron olvidadas.