Puede llevar a un desconcierto border o invocar una carcajada dolorosa, como de violentas cosquillas en las costillas. Puede ser una pieza totalmente muda, de puro humor físico; o bien una avalancha coral de personajes con un sinfín de diálogos. Puede resultar irónica, aterradora, sonar a Hitchcock. O estallar en un drama existencial capaz de arruinar la noche del espectador y dejarlo insomne, con la vista en el silencioso cielorraso. El factor sorpresa es la mejor arma de Inside No.9., la miniserie de la BBC cuya tercera temporada acaba de aparecer en las góndolas clandestinas de la Internet. Se trata de un ciclo traicionero en el que vale todo, en nombre del formato de “antología” –es decir, historias independientes, sin relación entre los episodios ni personajes estables– que tantos réditos ha dado a otra producción también inglesa, Black Mirror. Ambas series pertenecen, evidentemente, a la misma generación, aunque a diferencia de la constante temática techno que linkea los capítulos de Black Mirror, en Inside No.9. no hay más hilo conductor que el número 9, que en la práctica es un mero disparador. En realidad, lo único que se repite en Inside No.9. es su pareja de autores-actores, el camaleónico Reese Shearsmith y el señorial Steve Pemberton. La colaboración entre ambos –el joven y el viejo, el flaco y el gordo, el salvaje y el sir– se remonta a otras series britaniquísimas y de humor escabroso como Psychoville o The League of Gentlemen (ambas compartidas con otro autor-actor, Mark Gatiss, cerebro y coprotagonista del hit Sherlock). Mister Shearsmith y mister Pemberton construyen en Inside No. 9 un universo impactante, de humor negro y drama, irregular pero con constante sabor venenoso. Y en cada episodio son acompañados por invitados que inevitablemente suenan de algún lado, como David Warner (Wallander), Timothy West (Agatha Christie’s Poirot), Helen Macrory (Penny Dreadful), Sophie McShera (Downtown Abbey) o Denis Lawson (el piloto Wedge Antilles, de Star Wars). Tras las dos primeras temporadas en 2014 y 2015, la serie regresó este año con un especial de Año Nuevo, una tercera temporada y el anuncio de una cuarta, para 2018, siempre en el fugaz formato de apenas media hora: suficiente para elaborar, cada vez, una sorpresa de clima y guión. PáginaI12 entrevistó a Adam Tandy, productor de la BBC a cargo de Inside No. 9.
– ¿Cómo define, cómo explica, cómo limita el universo de Inside No.9?
– Como es una serie en formato de antología, pretendemos lograr que cada episodio sea una película en sí. Y que todos sean bien diferentes entre sí. A veces puede ser comedia, otras veces puede virar al drama o al horror, pero siempre debe ser entretenido, esa es la consigna. Creo que las razones de que sea un show tan especial, tan inusual, tienen que ver con que los guionistas afrontan cada guión sin ningún miedo. Esa valentía hace que cada episodio sea un verdadero reto, tanto para el equipo de producción como para el público. Es un programa que te enseña a esperar lo inesperado, y eso se verá, otra vez, en la tercera temporada. Un episodio está ambientado en un restaurante, otro en un solitario chalet alpino, otro en la Universidad de Cambridge…
–Los episodios tienen climas muy diversos. ¿Cuáles –diría usted– son los mejores?
–Cada uno tiene sus favoritos, desde ya, pero yo siempre prefiero aquellos episodios que tienen puntos bien fuertes en términos de estilo, o bien de contenido, como Sardines –que transcurre íntegramente dentro de un armario, con adultos jugando a una variante de las escondidas– o The 12 Days of Christine –el sobrecogedor minuto final en la vida de una chica–. También me gustan los que tienen grandes actuaciones cómicas, como las de Last Gasp, que narra el absurdo, mezquino revuelo por capturar el último aliento de una fallecida estrella pop, que está “contenido” dentro de un globo.
–¿Cómo describiría la química entre Reese Shearsmith y Steve Pemberton?
– Siempre tienen gran interés en todos los aspectos de producción, aunque, durante el rodaje, sólo quieren ser actores. Lo más impactante tiene que ver con el guión. Cuando llegan a mi escritorio sus guiones preliminares, siempre tengo la sensación de que, en realidad, a mi juicio, están prácticamente listos para ser filmados. Sin embargo, lo que luego hacen Reese y Steve es editarse mutuamente: cada uno corrige y transforma los textos del otro, esa es la regla. Y lo hacen con ferocidad. Así es que logran guiones tan pulidos, tan precisos.