Su hija más grande se llama Ludmila. La menor se iba a llamar Maribel, pero su mujer no quiso. Acaba de publicar un libro titulado Luisito. Es serigrafista y, en tal rol,  concibió otro libro hecho en páginas de tela, cuyo nombre habla por sí: La Biblia Spinetteana. La vez que conoció a Luis Alberto (1988, festival en Córdoba) tuvo que sufrir que la gente silbara a su admirado “porque quería escuchar a Los Cadillacs de ‘Mi novia se cayó en un pozo ciego’”, pero redimió su sufrir cuando, minutos después, se encontró al Flaco en camarines. “Luis me preguntó si me había gustado el show, le dije que sí, y aproveché para preguntarle si todas las hojas eran del viento o el viento movía solo unas pocas hojas, como canta en ‘Una sola cosa’. Me dio una explicación semi filosófica, después me regaló su credencial y me fui”. Esta fue una de las mil anécdotas que Jorge Kasparian contó durante la presentación de su formidable libro, anteanoche en la cúpula del Centro Cultural Kirchner, rodeado por varios de los entrevistados que figuran en sus páginas: Aníbal “la Vieja” Barrios, Roberto Mouro, Héctor “Pomo” Lorenzo, Juan Carlos Diez y Mario “Pototo” D’Alessandro, arriba del escenario. Y el resto debajo: entre ellos Marcelo Torres, Paul Dourge, Frank Ojstersek, Gerardo “Pricky” Pricolo, Martín García Reynoso y Javier Galarza, además de Rodolfo García, invitado “extra libro”. 

 El primer grupo participó diciendo lo suyo. Y el resto escuchando, recordando en voz baja, lagrimeando o aplaudiendo.   “Cuando empezamos a pensar el libro, la idea fue basarlo en treinta entrevistas. Es decir, la ‘Vieja’ Barrios y veintinueve más”, sonrío el cordobés y motivó un torbellino de aplausos sobre uno de los tipos más queridos (sino el más) de la galaxia Luis. “Lo vi muchísimas veces arriba del escenario y sé muy bien lo que es”, agregó el serigrafista, en un téster humano que continúo por Diez, el autor de otro hermoso trabajo sobre Luis (Martropia). “Lo que hizo este tipo (Diez, claro) fue darnos la llave de la casa de Iberá, para escuchar esas hermosas historias que Luis le contaba”, metaforizó Kasparian. También se detuvo en D’Alessandro, el “Pototo” al que el Flaco le dedicó una de sus primeras canciones pensándolo muerto; en Mouro, cuyo récord es el de haber sido la pluma que coescribió temas con Spinetta y en “Pomo” Lorenzo, uno de los mejores bateristas del rock argentino. “Me pareció fundamental que él estuviera, más allá de que la idea central del libro fue entrevistar a personas cercanas a Luis, pero no necesariamente conocidas”, legitimo el autor. 

Luisito fue producto de un recorte buscado por Kasparian que no tuviera entre los protagonistas solamente músicos de larga data o familiares directos del primus inter pares del rock argentino, sino muchos de aquellos que trabajaron en las sombras para que Luis también fuera quien fue. De ahí, de los silenciosos imprescindibles, nace la calidez que tiñe las páginas del libro. “Lo más doloroso fue dejar afuera muchos entrevistados, que también contaron situaciones entrañables”, lamentó el serigrafista devenido escritor, tras proyectar en pantalla un video de Luis haciendo “Ana no duerme”, durante un show que el músico compartió con Pappo, León Gieco y Charly García, en marzo de 2004. Tras ello, una pregunta  del moderador (Diez) tuvo como destinatario a Mouro. “Luis me pasaba una música hecha en guitarra española, y yo escribía una letra arriba, con total libertad”, contó el coautor de “Oboi”, “Sin fin” y “Mundo disperso”, entre otras gemas. 

 Pomo y Pototo también dijeron lo suyo, obvio. “Invisible tuvo algo inigualable e inalcanzable: la invisibilizacion de sus músicos... y esa plataforma fue un contagio muy positivo, porque fue un hacedor de creación”, subrayó el baterista, sobre esencia y sustancia del trío que formó con Luis y Machi, entre 1973 y 1977. El odontólogo “Pototo”, en tanto, recordó aquel error que derivó en belleza. “Pensar que la confusión se generó de un telegrama que le mandé desde Bariloche, donde estaba pasando el viaje de egresados al que Luis no había podido venir, a una noviecita. El ‘tele’ decía ‘reservar Pototo’ y a ella le llegó ‘falleció Pototo’… estuve muerto cuarenta y ochos horas, hasta que el correo rectificó. En esos dos días, Luisito compuso esa hermosa canción”, evocó D’Alessandro. A la “Vieja”, en cambio, fue complicado hacerlo hablar. Apenas emitió el sonido que Luis le hacía vocear en vivo, en la parte psicodélica de “A Starosta el idiota”. Hacia el final, Kasparian pidió colaborar con la campaña para cambiar el nombre de la calle Iberá por el de Luis Alberto Spinetta y el breve pero emotivo acto concluyó con la proyección de un video alusivo a una gira que el homenajeado hizo por Los Angeles, en 1993.