Desde Tucumán
Falta poco menos de 24 horas para las elecciones a gobernador y la capital tucumana muestra cierto grado de normalidad. La campaña electoral finalizó y eso se nota pero en las oficinas de los principales candidatos el frenesí continúa sin solución de continuidad. Se percibe esa adrenalina que produce la inminencia de la votación. Salvo en la casa de gobierno. En ese gran palacio que se levanta frente a la plaza Independencia donde Juan Manzur gobierna hay tranquilidad. Una calma chicha que, dicen, nace de la convicción de que logrará su reelección con una diferencia que supera el 15 por ciento. En ese contexto, la pelea entonces estará centrada en quiénes ocuparán el segundo, el tercero y el cuarto puesto en la preferencia de los tucumanos. Esos lugares se los disputarán la radical Silvia Elías de Pérez, que días pasado abdicó de su condición de macrista, el ex gobernador José Alperovich y el sobreviviente de Fuerza Republicana, Ricardo Bussi, el hijo del genocida.
A diferencia de lo que ocurrió en las provincias donde el peronismo unido ganó con un buen caudal de votos, en Tucumán el PJ no alcanzó ese objetivo, al menos en su totalidad. Sucedió que Manzur tiene como contrincante a su ex aliado, Alperovich, que decidió lanzarse por su cuenta en busca de recuperar el control provincial luego de haber tenido entre 2003 y 2015 tres períodos consecutivos como gobernador. Esto que podría considerarse como una peligrosa debilidad, en el caso de Manzur parece no serlo. Ocurre que la oposición tampoco está unida.
Los desunidos
El Cambiemos vernáculo está integrado por peronistas, radicales y una mínima expresión de representantes del PRO. Su principal activo político es la intendencia de la capital provincial pero en esta oportunidad no parece existir la seguridad de que continuará en las manos de Germán Alfaro.
El problema es que la mala perfomance del presidente Mauricio Macri se convirtió, como en buena parte del país, en un peso muerto que hunde las posibilidades electorales de los referentes locales. Esto llevó a Elías de Pérez, la senadora nacional y fanática antiderechos, a realizar una especie de apostasía política al jurar públicamente que no es parte de Cambiemos. No parece que eso la haya beneficiado.
La caída de la candidata a gobernadora perjudica de manera directa las expectativas electorales de Alfaro, un peronista devenido en macrista que pelea por su reelección cada vez con mayor desesperación. No se trata de una simple imagen para graficar el momento crítico. Para su desdicha, en estos días se produjeron una serie de renuncias de funcionarios municipales que huelen derrota y emprenden sin vergüenza una huida hacia el peronismo de Manzur.
La caída
Esta situación tiene por lo menos dos consecuencias para las aspiraciones de Alfaro y Elías de Pérez. El macrista y/o radical desencantado es en su mayoría antiperonista. Esos votos han comenzado a migrar hacia las huestes de Bussi, cuyo partido, Fuerza Republicana, en su origen supo nutrirse de dirigentes radicales. El hijo de Antonio Bussi los recibe con los brazos abiertos. Una situación que lo anima a afirmar que está en condiciones de convertirse en gobernador. Parece exagerado y tal vez por eso de inmediato reconoce que es una sensación que tiene mientras se toca el corazón. Ricardito, como todavía le dicen al ahora cincuentón, buscó a fines del año pasado una alianza con los radicales pero la respuesta fue un rotundo no. “No me quieren”, dicen que dice como si no supiese la razón. Pero ahora él se aferra a la posibilidad (esperanza) de dar “el batacazo”. Es raro Bussi hijo. Asegura que no tiene cuadros, que no tiene dirigentes y que sólo él es el partido. Incluso lo repite delante de sus colaboradores que lo miran desconcertados. El eje de su campaña fue la seguridad, prometió construir cárceles, obligar a los presos a trabajar y dijo que en caso de que no lo hicieran no comerían. Una afirmación que no le genera conflictos morales a pesar de que se parezca a la reducción de servidumbre. Tampoco le afecta que el ex director de la Aduana, Juan José Gómez Centurión, llegase el jueves pasado a participar de su cierre de campaña.
La otra consecuencia del derrumbe del macrismo tucumano es que esos votos peronistas que acompañaron a Alfaro respalden la oferta de Manzur, que lleva a Mario Leito, el presidente de Atlético Tucumán, como candidato a la intendencia de la capital. Sus colaboradores se entusiasman con los últimos sondeos de opinión en San Miguel de Tucumán, donde afirman que Manzur cosecha el 36 por ciento de los votos. “Con esos guarimos ganamos la capital”, aseguran mientras se restriegan las manos. Leito, hijo de un dirigente sindical de la FOTIA, se había retirado del peronismo luego de que su partido “hiciera gobernador a un radical”. Se refiere a Alperovich. El final de la relación del ex gobernador con Manzur lo hizo retornar al partido y ahora parece estar más cerca que nunca del principal municipio de la provincia.
Mientras se acerca la hora de la apertura de las urnas, lo que sobrevive a la campaña electoral se puede ver en las redes sociales que funge de campo de batalla sin reglas. Se comparten audios obtenidos de manera non sancta, denuncias de compra de votos y hasta fotos de cheques millonarios con el que supuestamente el macrismo va a compra mercadería para garantizar votos. Los cuatro se disputan la voluntad de 1,2 millones de electores que deberán elegir a los candidatos en el cuarto oscuro donde se encontrarán los famosos acoples, a la sazón, alianzas que posibilitan que diferentes candidatos compitan por diferentes cargos pero que respaldan a un candidato a gobernador o un intendente. Eso será todo un desafío.