“Oid mortales el grito sagrado”.
(Vicente López y Planes, Himno Nacional Argentino 1812-13)
Deudólaras; perjudicataries del Plan Neoliberal de Vacunación Antiderechos; coequipers de tantas y tan penosas malarias económicas, políticas y culturalas, camaradas de disfortunios vernáculos y exilios inconscientes. copilotes de carreras perdidas antes de la largada, coreógrafos mercantiles, plusválidos y plusválidas desestimado/as por este sistema cruel. Tatarabuelos de deudores: a ustedes y a ustedas, cabas y damalleros, les escribo mientras voy tramitando mi ciudadanía absurda.
No les pido que me escuchen, sólo que me lean. Bueno, tampoco que me lean a mí, sino a mis palabras: no soy tan narcisista y tampoco creo que “sólo soy un texto bonito”.
Me parece, conmatriotas, que estamos entrando en tiempos como aquellos que ya describió Quino en su Mafalda, donde “lo urgente no deja tiempo a lo importante”.
Y lo urgente es el debate. Y lo importante -¡vaya coincidencia!, dirían Les Luthiers- también.
Porque, por ejemplo, no sería nada difícil, y sumaría votos a una alucinada candidatura, que yo hiciera hincapié en lo importante de la libertad.
¿Quién puede estar en contra? ¡Nadie! Sobre todo si hablo de la libertad en términos tan abstractos, tan potenciales, tan indiferenciados, que logro que pierda absolutamente su sentido, Como cuando el Sumo Maurífice dice que “hemos hecho el 90 % de lo que prometimos en 2015”, sin especificar si se trata de “lo que le prometieron al FMI”, “lo que les prometieron a los grandes empresarios”, “lo que les prometieron a sus amigos”, o lo que “les pro-mintieron” a la mayoría de los argentinos que antes los veían por tevé, y ahora también, pero pagando, o bien mirando la tribuna mientras se juega el partido, por solo hablar del fútbol, metáfora de la realidad nacional.
Entonces, ¿de qué libertad, o libertades, hablamos?
La Revolución Francesa hablaba de “libertad”, pero esa libertad estaba contextuada por “igualdad” y “fraternidad”. En la CABA en cambio, Libertad es una coqueta calle que va del Centro a Recoleta, mientras que Igualdad y Fraternidad se tuvieron que conformar con pasajes de tres cuadras en Caballito. Hermosos pasajes, hermoso barrio, pero, no podemos dejar de decirlo, muy lejos de Libertad, tanto, como para no darle contexto.
En 1806 Mr. Beresford nos invadió inglesamente y declaró la “libertad de culto y de comercio”. Que no era que “podíamos ser tan cultos como quisiéramos y comprar productos donde hubiera precios cuidados”, sino que “se podía ser católico (como eran todos acá) o protestante (como eran casi todos en Inglaterra), pero no peronista. Y que se podían comprar productos ingleses además de los españoles, (si algún chino lograba milagrosamente llegar y poner un súper, capaz que se lo bancaban, no lo sé).
Nuestra Asamblea del año XIII (que tiene una calle también en Caballito y hace esquina con Fraternidad e Igualdad, mas no con Libertad) declaró la Libertad de Vientres, con la que instauraba la abolición de la esclavitud para todos los afrodescendientes que nacieran a partir de la fecha (el “negro por nacer”, diría un políticamente incorrecto racista de esos tiempos), discriminándolos de esa manera de los ya nacidos, que tuvieron que esperar 40 años más, hasta que la Constitución de 1853 instituyó la igualdad en este punto (en libertad, no en esclavitud, claro). “Todos los negros son iguales ante la ley”, diría el racista de antes, 40 años más viejo, pero no por ello menos oligarca ni prejuicioso.
En el siglo XIX protagonizaron nuestra historia “El Libertador” y también “El Restaurador”, pero ninguno de nuestros próceres figura como “El Igualador” ni “El Fraternizador”. Por suerte, tampoco registra nuestra historia al “Angustiado por tener que independizarse de España”. Parece que es la Independencia, no la libertad, lo que angustia.
Cierto es que no hemos “procerizado” como “El Deudor” a quien pidiera un empréstito a la Baring Brothers, que tardamos 83 años en pagar. Es un apodo más digno de villano de la serie Batman que de nuestra historia. Bueno, en nuestra historia hay bastantes de esos.
Igual, Rivadavia va segundo en la tabla de deudores. Primero Dujovne, con su crédito a 100 años. Raro que todavía nadie haya propuesto llamar a la Avenida más larga del mundo en homenaje a nuestro actual Ministro de Evasienda, quien nos “liberó” de tener que pensar que podíamos hacer con nuestra plata. Gracias a él, y algunos más, la vamos a usar para pagarle al FMI.
Sigamos transitando por Libertad: durante el primer peronismo, se acuño la expresión “Libre, justa y soberana”: la consigna al parecer nos vino desde Cataluña, donde Francesc Maciá la usó al rebelarse contra el dictador Primo de Rivera. Pero tiene, en nuestro país, un contexto muy claro, vinculado a la Independencia: “políticamente libre, socialmente justa y económicamente soberana”. Justa y soberana, no tienen, que yo sepa, calles ni pasajes que las recuerden. Independencia sí, una avenida en el sur de la ciudad. No se cruza con Libertad.
Pero también en nombre de la Libertad se dice cada cosa: “los freedom figthers” que anduvieron por ahí, jugando de visitantes, intentando “liberar a los pueblos de su propia soberanía” en un extraño concepto de libertad.
O la maravillosa escena -en mi opinión- de la peli “La marcha sobre Roma” (Dino Risi, 1962, ambientada en 1918-22), donde Vittorio Gassman era un teniente fascista convencido y Ugo Tognazzi un soldado un poco socialista “a convencer” que marchaba junto a él. Cada vez que los fascistas llegaban a un pueblo, quemaban el diario del Partido Comunista. Tognazzi le señala que eso va contra la libertad de expresión, y Gassman le retruca: “al contrario, estamos ejerciendo la libertad de expresión que marca nuestro programa: ellos tienen el derecho de escribir lo que quieran y nosotros de quemar lo que queramos”.
Tenemos ahora un gobierno que se dice “neoliberal”, con “libertad de ajuste”, “libertad de ir armado/a/e” (según Lapatriciaeselotro), “libertad de que parezca que se debate’”, “libertad de apriete”, “libertad de no darse cuenta de nada”, “libertad de discutir lo nimio” y unas cuantas libertades más. Podemos debatir colores, vocales, condimentos, modas.
Ojalá que pronto, queridos deudólares, podamos tener un poco de poder adquisitivo y así acceder, como sociedad, a libertades y debates de primera marca.
Hasta la que viene, siempre.
@humoristarudy