Lo puede decir así –“me volví feminista”– porque recuerda el momento exacto: abril de 2016, cuando apareció la denuncia de abuso contra el cantante de La Ola Que Quería Ser Chau, a través de un extenso video donde su ex novia relata un episodio de tortura psicológica y violencia física que incluyó violación. Para Barbi Recanati fue inmediato empatizar con ella, pero la mayoría de la gente que tenía alrededor ponía reparos por tratarse de una pareja. “Estaba muy furiosa. No reconocía tanta furia en mí por algo ajeno a mí”, dice. “Sacaba todo el tiempo el tema para poder filtrar lo que pasaba alrededor mío. No quería gente alrededor que no fuera feminista”.
Y donde más lo hablaba era en la sala de ensayo. Utopians, la banda que formó a los 19 años con sus tres mejores amigos, trabajaba en su quinto disco. Desde 2005, con el esfuerzo de un under bien transitado, era una banda establecida, popular, todavía cool. Sonaban en ficciones de Polka, en radios mainstream y alternativas, tocaban en todos los festivales, telonearon a The Cure y Guns N' Roses, grabaron con Eduardo Bergallo, los asistió Jimmy Ripp de Television: Utopians iba camino a ser grande a la antigua. En septiembre de 2017, días antes de saberse que el guitarrista había acosado a menores de edad por chat, recibieron la nominación al Grammy Latino por ese quinto disco, Todos nuestros átomos.
Barbi tardó 24 horas en disolver la banda, y en adelante su entorno se empezó a desvanecer por decantación: ya sabía a quiénes –entre colegas, productores, periodistas, técnicos– no quería tener más cerca, y ellos también supieron alejarse por su cuenta. Pudo ver no sólo que se vinculaba con varones la mayor parte del tiempo y las mujeres en su vida eran como islas –la mejor amiga del colegio, la del primer trabajo, la fundamental Patricia Pietrafesa–, sino que se había esforzado para eso, pertenecer, ser una más de ellos: “Me di cuenta de que lo copado de mí para muchos hombres es que era como un chabón. Y en el momento en que dejé eso atrás por supuesto que molestó”.
En el medio, además, Barbi fue madre. Un hijo deseado con su marido también músico, monitorista de Utopians. Había cumplido 30 años. Entonces le pasó algo extraño, o lo que se dice paradójico: el peor momento de su vida coincidió con el mejor. A nivel general, y también hubo un momento exacto: un desayuno, un rayo de sol bien ubicado, su hijo dormía y su pareja le contaba un descubrimiento nuevo sobre la velocidad de la luz. Ese instante de felicidad la hizo agarrar la guitarra después de seis meses y escribir la canción que abre su primer material solista, el EP Teoría espacial (2018). Pero, en total, fue un período de restauración: “No hice nada más que estar con mi hijo, leer y armarme porque había quedado re debilucha. Cuando estás en un mundo de hombres, de repente sentís que te quedaste sola en el mundo”.
Tan automático como desaparecieron ellos, la empezaron a llamar todas las mujeres que había conocido alguna vez. Ahí estuvieron las hermanas Bertoldi o Malena Pichot, la primera actriz de un video de Utopians, el tema “Come Baby” de 2010, dirigido por Sebastián de Caro, donde boxean sin guantes hasta el nocaut para un público masculino que las agita a matarse. Malena, que va a dirigir el próximo de Barbi, le dijo: “Vos lo que necesitás son muchas amigas”, y la sumó al grupo de chicas de Futurock. “No me estaba dando cuenta de mi mayor falta como feminista”, dice Barbi: “Había un entorno gigante de productoras, periodistas, colegas mujeres, que no eran parte de mi vida, y era ahí donde yo tenía que armar mi habitat”.
Ahora tiene la política de que toda persona que ingrese en su ambiente laboral sea mujer o no binarie, una idea de La Dilda, el ciclo de música donde no tocan ni trabajan hombres cis. Así se sumó la inusual Lux Raptor –ex trompetista de Les Mentettes, lleva su unipersonal de electrónica– a la banda que rearmó con el bajista y baterista de Utopians y Juan Manuel Segovia, su marido, en guitarra. Son pareja hace mucho y en el camino construyeron un muy lindo estudio de grabación para el grupo. “Nunca pensamos que iba a ser tan útil”, dice Barbi, que supo actuar como sus propias ídolas, y cuando fue necesario se abrió, hizo algo mas grande. Al volver sobre su conocimiento musical –los '70 y '80 son su especialidad, pero tiene labia para todo–, quedó entre maravillada y desahuciada con los descubrimientos, y grabó un podcast imprescindible, Mostras del rock. También creó Goza Records, un sello para grabar proyectos sólo con mujeres y disidencias al frente, sin límite de edad ni estilo musical, que en pocos años hagan una diferencia en la oferta: “Que se sepa que esas bandas existen, están ahí”. Barbi es de las que piensan que el 30% de cupo femenino en espectáculos musicales aprobado en el Senado es una pelea que se sigue arriba de los escenarios ganados, pidiendo más espacio para las disidencias.
Así es como cambió de era la frontwoman que llegó a impactar a los rockeros siglo veinte, y se cansó de responder acerca de “ser mujer en el rock”, y entendió lo delirante que era integrar compilados o escenarios “de mujeres” armados por varones: en diálogo con las generaciones para las que el rock puede ser música vintage, pero también es música nueva. “Empieza a suceder que la música que para mí era vieja y me encantaba ya tiene 35 años: es música muy vieja. Me parece increíble hablar con una piba de 20 y que no sepa quién es Siouxsie”, dice. A los 32, Barbi volvió a tocar en un estadio después de Utopians en el último Lollapalooza, como nadie allí, sin visuales: “Quería hacer un show de rock normal”. En mayo organizó un Niceto con un equipo técnico enteramente femenino y no binarie, y su set duró lo mismo que las aperturas de Jazmín Esquivel y Ruiseñora. Con sus bucles, remerón y movimientos sueltos y compenetrados, era la de siempre pero también otra persona.
Barbi Recanati se presenta el sábado 15 en la terraza del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.
A las 20. Gratis.