El macrismo siguió de cerca el debate interno en la Unión Cívica Radical (UCR). El oficialismo debía sortear el escollo de la Convención Nacional partidaria. El desafío principal era neutralizar a los dirigentes que pretendían romper la coalición gobernante. Finalmente, la Convención aprobó la continuidad de una Alianza "ampliada". Los radicales también reclamaron mayor apertura en la discusión de los candidatos. El encuentro tuvo algunos momentos picantes como, por ejemplo, los insultos militantes contra Macri. El ámbito elegido para la reunión (Parque Norte) removió los recuerdos de los dirigentes más antiguos. En ese lugar, el radicalismo realizó un recordado Plenario del Comité Nacional a fines de 1985. Allí, Raúl Alfonsín pronunció el famoso “discurso de Parque Norte” donde propuso un pacto de coincidencias básicas con fuerzas políticas y sociales. El entonces Presidente agregó que los principales objetivos gubernamentales debían ser la búsqueda de “modernización”, “democracia participativa” y “ética de la solidaridad”.
En ese marco, Alfonsín manifestó que había que construir una “sociedad flexible” que superara una “sociedad bloqueada” por faccionalismos y regímenes de privilegio. Los ejes centrales del discurso fueron delineados por los intelectuales del Grupo Esmeralda (integrado por los sociólogos Juan Carlos Portantiero, Gabriel Kessler, Claudia Hilb; los politólogos Emilio de Ipola, Jose Aricó; el periodista Pablo Giussani; la comunicadora Margarita Graciano; el semiólogo Eliseo Verón; el psicoanalista Daniel Lutsky, entre otros). La conformación del Grupo fue una tarea encomendada por Alfonsín al sociólogo Meyer Goodbar. El Presidente pretendía contar con un equipo que lo “ayudara a pensar”. A fines de 1984, los intelectuales comenzaron a reunirse en una oficina alquilada de la calle Esmeralda.
En el artículo “La participación política de los intelectuales durante la transición democrática: el Grupo Esmeralda y el presidente Alfonsín”, la investigadora Josefina Elizalde cuenta que “el grupo era, en sus orígenes, semi-secreto y dependía directamente de la “unidad presidencia” y el dinero para su sostenimiento provenía de fondos reservados. El conocimiento público de su existencia se debió a noticias que aparecieron en medios de la época como El Informador público, un semanario dirigido por el español Jesús Iglesias Rouco que comenzó a editarse a mediados de los ochenta, Ambito Financiero o la revista Humor”. Los “Esmeralda boys” tenían reuniones quincenales con el Presidente en la Quinta de Olivos. La mayoría de sus integrantes se autodefinían como una “nueva izquierda gramsciana” que revalorizaba el rol del sistema democrático.
El discurso de Parque Norte también contó con aportes menores de personas ligadas al jurista Carlos Nino. En ese equipo revistaban, entre otros, el supremo Carlos Rosenkrantz y su ex socio Gabriel Bouzat. La investigadora Cristina Basombrío comenta en Estudiantes universitarios y esfera pública: la influencia del grupo de Nino en el gobierno de Alfonsín que “los vínculos entre el Grupo Esmeralda y el de Nino eran cordiales y fluidos. Entre ambos existía una corriente de mutua simpatía aún cuando provinieran del socialismo y del liberalismo respectivamente”.
El discurso de Parque Norte inauguró una nueva etapa del gobierno radical. El alejamiento de Bernardo Grinspun de la cartera de Economía (en febrero de ese año) implicó un viraje en la política económica. Entre otras cuestiones, la postura confrontativa con el FMI fue dejada de lado. El dirigente Marcelo Stubrin diría que “el gobierno de Alfonsín es el gobierno de lo posible”.
El discurso de Parque Norte podía gustar o no pero tenía sustancia. Algo ausente en la mayoría de las alocuciones de los convencionales radicales que decidieron continuar en Cambiemos