PáginaI12 En Italia
Desde Roma
Algunos, como MEDU (Médicos por los Derechos Humanos) lo califican como “probablemente ineficaz y seguramente inhumano”, otros como Médicos sin Fronteras, lo califican de “hipócrita” por el intento de construir de hecho una suerte de muralla en el mar. Los ataques están dirigidos al acuerdo firmado a principios de febrero por Italia y uno de los gobiernos de Libia (que tiene dos), el de Trípoli reconocido por Naciones Unidas como gobierno de Unidad Nacional y dirigido por Fayez Al-Sarraj. El acuerdo, destinado a contener las migraciones vía mar hacia Italia, prevé asistencia financiera y medicinas para los campos de recepción de migrantes en Libia pero también cursos de formación para los guardias costeros de aquel país, entre otras cosas.
Libia es el país de donde parte la mayoría de las barcazas con migrantes dirigidas a Italia, muchas de las cuales terminan hundiéndose en el Mediterráneo. Los viajes son organizados por traficantes que alojan a los migrantes en distintos lugares de Libia sometiéndolos a todo tipo de violencias. En 2016 murieron en el Mediterráneo unos 5.000 migrantes según Naciones Unidas, generalmente provenientes de países del África subsahariana como Nigeria, Niger, Eritrea, Somalia, entre otros, que pagaron 1.500 dólares o más para que los traficantes de seres humanos los mandaran a Europa.
Alberto Barbieri, coordinador de MEDU, médico especializado en cirugía de urgencias, trabaja full time para esta organización humanitaria nacida en 2004 y que lleva adelante proyectos de asistencia a los migrantes en Sicilia, Roma y Florencia. “Hemos definido el acuerdo ‘probablemente ineficaz’ porque ha sido firmado con Al Sarraj, que actualmente tiene un control extremadamente limitado del territorio libio. Digamos que al menos tres cuartas partes del territorio libio no están bajo su control. Incluso tiene problemas para controlar el total de la capital, Trípoli. Por lo cual la capacidad de implementar el acuerdo es muy limitada, mínima. Hace pocos días el Parlamento de Tobruk, además, que representa el otro gobierno existente en Libia, ha dicho que el acuerdo no tiene ninguna validez para ellos”, explicó Barbieri en una entrevista con PáginaI12. En efecto, según distintas fuentes periodísticas, hay al menos 38 grupos armados en Trípoli, y sólo tres de éstos son controlados por Sarraj y las Naciones Unidas se equivocaron al colocar Al Sarraj como jefe del gobierno de Unidad Nacional sin haber conseguido antes una cierta legitimidad interna.
“El contenido principal de este acuerdo es bloquear los desembarques de los migrantes en las costas italianas -agregó Barbieri-. La guardia costera de Al Sarraj debería bloquear las barcazas que parten de la costa de Libia, pero no teniendo el control de las costas líbicas, es difícil que pueda hacerlo...”
“El acuerdo es deshumano además porque ignora completamente que la Libia es hoy un gran campo de concentración, de tortura y lamentablemente también de muerte, para cientos de miles de migrantes que llegan del África subsahariana. Que sean hombres, mujeres o jóvenes da lo mismo. Son secuestrados y tenidos como prisioneros, por criminales y traficantes, los explotan, los obligan a trabajar como esclavos, los torturan obligándolos a pagar y a soportar esos tratos hasta que no paguen, en algunos casos la gente no sobrevive. Esta es la situación hoy en Libia, por lo cual bloquear, tratar de crear un muro a las llegadas, es una iniciativa que condena a esta gente”, dijo el experto que recordó que su organización hizo una larga investigación entrevistando a unos 1000 migrantes y demostró que más del 90% de ellos sufrieron malos tratos y tenían marcas en sus cuerpos. “ Nosotros damos asistencia a los migrantes víctimas de torturas y cada día escuchamos lo que ellos cuentan, lo vemos sobre sus cuerpos, las heridas que llevan. Llevan marcas de las torturas también en el alma y en su equilibrio psicológico”, subrayó Barbieri.
Las organizaciones humanitarias critican sobre todo a Europa, y a los países desarrollados en general, por no tener una visión de conjunto y un plan para afrontar el fenómeno migratorio, que no se detendrá por más barreras que se construyan en el mundo, como ya han subrayado muchos expertos. “Es necesaria una respuesta global de la comunidad internacional, que afronte los distintos problemas, y que ponga al centro los derechos humanos. En cambio hoy parece que estuviéramos viviendo una época en la que los derechos humanos son considerados casi un elemento obsoleto. Hay ejemplos importantes, como el presidente de Estados Unidos que ha declarado que para él la tortura es un método eficaz”.
Algunas organizaciones humanitarias, MEDU incluida, consideran que este acuerdo no es ni siquiera un pequeño primer paso para resolver el problema. Pero cuáles serían en cambio los problemas a afrontar en un primer momento: ¿los traficantes de seres humanos? ¿la inestabilidad política y económica en los países africanos, ¿la avanzada del Estado Islámico, es decir el terrorismo? “Todos estos problemas se deben afrontar en el corto, el medio y el largo plazo, con respuestas muy fuertes de la comunidad internacional”, concluyó Barbieri.
De Libia a Italia
Ibrahim Abdou, 31 años, originario de Níger -país del África central que comparte una parte de sus fronteras con Libia-, tuvo contacto con los traficantes de seres humanos antes de llegar a Italia, desde Trípoli, en 2009. Para él, el acuerdo Italia y la Libia de Al Sarraj, le deja muchas dudas. “Hace algunos años, lo digo porque lo he visto, la gente ya caía en manos de los traficantes. Pero ahora es mucho peor. Yo, como mediador cultural que trabajo para distintas organizaciones humanitarias, he hablado con personas que han vivido esta experiencia recientemente. Muchos son secuestrados por los traficantes, que los tienen ahí hasta que sus familias mandan el dinero o los hacen trabajar como esclavos para que paguen. ¿Cómo hará esta gente ahora para salir de esa situación si no pueden entrar a Italia, si Italia les cierra las puertas? Algunos piden asilo, tienen necesidad de una protección internacional. Si el gobierno italiano está decidido a bloquear en el mar a toda esa gente, qué será de ellos?”, dijo a a este diario. Cuando Ibrahim desde Niger cruzó el desierto del Sahara durante dos semanas con muchas otras personas, primero arriba de un camión que transportaba bolsas de alimentos para animales, y luego, en camionetas más pequeñas, debió pagar dos veces a los traficantes, según el medio que utilizaban. Pero al llegar a la ciudad libia de Sabha, uno que venía en la camioneta le hizo algunas preguntas sobre un compatriota suyo de Níger. “Yo le contesté pero el tipo mientras tanto llevó el auto a la cárcel y me dejo allí luego de insultarme y darme patadas. Nunca entendí por qué. Me arrestaron sin motivo. Pero la cárcel duró poco por suerte. Una noche nos escapamos con otros, luego de forzar la ventana de un baño con una cuchara. Algunos sufrieron heridas importantes. Por fortuna a mi no me pasó nada. Era claro que allí torturaban, maltrataban, insultaban. No respetaban los derechos de las personas. A mí me golpearon varias veces”, contó. Se escapó a Trípoli donde trabajó en la distribución de narguiles -una suerte de pipa árabe-hasta que reunió otros 1200 dólares que debió pagar a los que primero lo transportaron en camión a una playa a unos 40km de Trípoli, y luego lo embarcaron a él y a otros 200, en un viejo barco pesquero hacia la isla italiana de Lampedusa.
Ibrahim contó además que dejó su país porque tuvo problemas con el gobierno que “era una dictadura y no respetaba los derechos humanos”. Había dejado de estudiar (en la escuela francesa) y trabajaba como comerciante, vendía ropa. Pero prefirió escapar. En Italia es mediador cultural -trabaja para MEDU y la Cruz Roja- porque, hablando varios idiomas, incluido francés y árabe, quiere ayudar a otros como él que llegan a Italia. “Nosotros solemos decir que es mejor morir en el mar que en el desierto. Pero ahora, si se ponen bloqueos en el mar, será al revés”, concluyó.