A propósito de la aprobación por parte del Senado de la ley de cupo femenino en festivales y la entrega del Gardel de Oro a Marilina Bertoldi, Miss Bolivia analiza la cuestión de género en las calles y en la música: “Es un momento de mucha efervescencia y urgencia, y también de redistribución del poder y de cambio de las zonas de confort. Es un momento de interpelación, con respecto a la presencia de las mujeres y disidencias en los escenarios de nuestro país, que viene acompañado por muchos otros cambios. Es muy importante la aprobación de la ley de cupo, si bien habrá que adaptarla y ejecutarla. Su aprobación total será muy importante. Tiene que ver con un gesto de ecualización de derechos y oportunidades en una escena donde hay una distribución muy desigual del poder y del acceso a oportunidades. El Gardel para Marilina fue realmente reparador. Primero porque es merecidísimo; segundo porque es para ella y para todas. Tiene que ver con una voluntad de cambio de las cámaras, la industria y las asociaciones, con un reconocimiento y reparación.
–Acompañaste de diversas formas, incluyendo tu arte, el grito del Ni una Menos. ¿Qué pensás sobre el momento que atraviesa el feminismo?
–Estamos atravesando un momento histórico, inédito en relación a la fuerza y la presencia del grito organizado del Ni Una Menos, con la militancia y la lucha en la calle, por la legalización del aborto. Estamos en un momento súper clave, vital e importante, donde es evidente y urgente que retomemos el poder de decidir, el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos, que son ultrajados, matados y violentados. Se producen desde violencias institucionales y domésticas hasta femicidios cuyo cómplice máximo, ejecutor y garante es el Estado, prohibiendo el aborto. Por eso es necesario un gesto reparador, por todos estos años de regulación opresiva sobre nuestros cuerpos poniéndonos en posición pasiva de objeto. Es necesario sacar la mochila religiosa y hacer la división necesaria y urgente de Iglesia y Estado. Estamos asistiendo a una actualidad donde nuestra sociedad enferma cada día va desmantelando estos síntomas tan nocivos y dañinos, esta enfermedad que se generó con la unión de la Iglesia y el Estado. Este ejercicio de desmantelamiento y desarticulación, que es colectivo, va a llevar, realmente, a la redistribución del poder y a la soberanía sobre nuestros cuerpos. Resulta urgente y necesario marcar a los feminismos más que al feminismo, como motores de cambio y ecualización hacia la justicia social.