Después de una larga dictadura militar que duró veinte años, ningún presidente elegido por el voto popular desde la recuperación democrática brasileña llegó a tener una imagen negativa tan alta como Jair Bolsonaro. En sus primeros cien días de gestión, un 30 por ciento de los brasileños definió el desempeño del actual mandatario como “malo o pésimo”. No es para menos, expresa la investigadora brasileña Rosa Marques, que desde su graduación como economista hace más de cuarenta años (Universidad Federal de Rio Grande do Sul), viene estudiando los contextos político-económicos en ese país con un compromiso militante. En ese trayecto, presidió la Sociedad Brasileña de Economía Política e integró la Comisión de Presupuesto y Finanzas del Consejo Nacional de Salud de su país. 

No es de extrañar la desaprobación popular hacia el militar retirado, cuando el nivel de desocupación ha llegado a un alarmante nivel del 13 por ciento –lo que representa más de 13 millones de personas sin trabajo, sin contar a los sub-ocupados o los desalentados–, la situación fiscal ha llegado a niveles críticos, en particular para los estados más pobres, y la previsión de crecimiento para este año será nula o, incluso, negativa. 

Profesora del Departamento de Economía y del  Programa de Estudios de  Posgraduados de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP), Marques se mostró preocupada durante su relato de la situación que atraviesa su país. No solo por los ruinosos indicadores económicos y la eliminación de derechos de los trabajadores, sino por las implicancias políticas e institucionales del recrudecimiento de las políticas represivas hacia los habitantes de las favelas, los trabajadores e indígenas y los manifestantes.