¿Cuál es el Martín Fierro real? ¿El que premia a 100 días para enamorarse, al notable trabajo de Maite Lanata en la construcción de un personaje que afianza una nueva identidad de género y a Lizy Tagliani en la labor humorística? ¿O es el que distingue a un bar apolillado desde hace años y a un conductor misógino e intolerante, y a las mesas de operaciones disfrazadas de "periodísticos" y "noticieros"? En su multiplicidad de rubros, todo premio abre varios frentes de discusión. Ni siquiera el Oscar, con su pátina de respetabilidad, está exento de ello. Pero los Fierro, que cada año dejan unos cuantos rollos de tela para cortar, expresaron anoche -otra vez- una llamativa doble faz.
Lo que queda claro es que el centenar de miembros de Aptra que decide los premios aplica criterios diversos. Con ello quizá cubre todas las expectativas posibles de una TV abierta que -pese a la llamativa lectura de María Laura Santillán, que habló de "crecimiento" cuando las cifras demuestran una sostenida caída del encendido desde hace tiempo- se encuentra en retirada frente a las formas de consumo audiovisual del nuevo siglo. Amén de sus evidentes virtudes artísticas y profesionales, 100 días para enamorarse tiene íntima relación con los tiempos de pañuelo verde y reconocimiento del derecho de nuevas identidades de género. Pero los mismos que decidieron esos premios también galardonaron a un periodista que en febrero de este año fue condenado por propalar en Periodismo para Todos y en Radio Mitre noticias falsas que relacionaban al ex ministro de Agricultura Norberto Yauhar con el narcotráfico. O a un programa nocturno que quedó en el centro del escándalo por el espionaje ilegal. O a un animador que -en los mismos tiempos de pañuelo verde- faltó el respeto en pantalla más de una vez a las mujeres, y hace muy pocos días protagonizó una escena lamentable "gastando" a un trabajador en la calle.
En los Fierro todo entra. Como se dijo, no es característica exclusiva de Aptra, y de cualquier manera con el correr de los días y meses toda polémica se irá aquietando, diluyendo, hasta que se acerque la próxima entrega. Esa doble vara, al cabo, da equilibrio a su existencia, a la posibilidad de que todos sigan prestándose a un juego en última instancia inofensivo. No se sabe bien si el premio a las fake news le quita lustre al que celebra la diversidad, o si el reconocimiento a Maite y Lizy le presta brillo al misógino declarado. En esa ambigüedad, el Fierro encuentra aire para reabrir el circo el año próximo. ¿Está bien? ¿Está mal? No hace falta buscar veredictos. Es solo televisión.