Ricardo Benedetti presentó un recurso ante la Justicia bonaerense para que se reabra la causa contra el sacerdote Héctor Ricardo Giménez, quien habría abusado de él y de otras personas cuando eran niños, pero fue sobreseído porque prescribió la acción penal. Giménez tiene tres denuncias en su contra, pero sólo fue sancionado por la Iglesia de La Plata, que lo aloja en el Hogar de Ancianos Marín de la capital bonaerense.
Benedetti contó que fue abusado por el sacerdote en 1974 cuando tenía apenas 8 años, una semana antes de tomar la comunión, dentro del confesionario de la parroquia Santa Clara, ubicada en el barrio porteño de Flores. “El cura me preguntó qué malas palabras decía yo. Contesté ‘boludo’. Me dijo que eso era una enfermedad de ‘ahí abajo’ y me manoseó los genitales. Me quedé petrificado, no logré ni hablar”, recordó y aseguró que los abusos se repitieron durante mucho tiempo.
Benedetti afirmó que decidió realizar la denuncia judicial el año pasado “cuando leí una nota de Télam sobre los abusos en la Iglesia”. “Fue como un tsunami de recuerdos. Ahí decidí hacer la denuncia penal, algo que fue tremendamente doloroso hasta desde lo corporal”, afirmó y agregó: “Este monstruo me metía la mano en el calzoncillo y me tocaba. Nunca pude hablar. Viví mi infancia encerrado en los libros y la televisión”.
El hombre sostuvo que permitir la prescripción de la causa es “una denegación de justicia”, especialmente teniendo en cuenta que hay “múltiples víctimas y hasta elementos probatorios celados en poder del Arzobispado de La Plata”.
Además de Benedetti, Giménez tiene dos denuncias por abusos, una de Julieta Añazco, una de las fundadoras de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico de Argentina, y Valeria Regner. Ambas asistían a los campamentos de verano que el sacerdote organizaba en un campo de la localidad platense de Magdalena.
Añazco fue abusada en 1979 cuando tenía 7 años y “el Padre Ricardo” estaba por cumplir 50. “En el momento de la confesión (Giménez) nos hacía hacer una fila. Tenía una carpa chiquita que era el confesionario, y en la fila estábamos todos, nenas y nenes, todos los chicos que íbamos al campamento para confesarnos. Entonces ahí él nos apoyaba en su cuerpo y mientras nosotros le decíamos ‘los pecados’ nos tocaba todo el cuerpo. Totalmente impune”, contó la mujer el año pasado en una entrevista. Añazco se animó a realizar la denuncia contra el sacerdote en 2013 e incluso presentó un pedido de información al Arzobispado platense.
Según Añazco, Giménez abusaba de niños y niñas en otros ámbitos. “Había también una carpa muy grande donde dormíamos los más chiquitos, entrábamos cerca de quince niños. Dormíamos todos alrededor de él, y los que estaban más cerca eran los preferidos del cura. Todos veíamos lo que hacía, cuando nos bañaba también”, afirmó.
Por su parte, Regner también fue abusada durante el campamento cuando tenía 7 años, pero apenas volvió a su casa le contó lo sucedido a su padre. El hombre fue a la Iglesia para denunciar el abuso, pero las autoridades eclesiásticas, recordó Regner, no hicieron nada. “Lo más significativo que logramos hasta ahora es que forme parte de la historia como lo que es, un delincuente sexual. Pero no es suficiente. Queremos evitar que esto le siga pasando a otras personas. Por eso pedimos que se desarchiven las causas”, señaló la mujer.