A partir del triunfo de Donald Trump y de Jair Bolsonaro, una de las preguntas que se plantean en un año electoral es si las fake news van a tener centralidad en la campaña. Los analistas y especialmente la opinión pública creen que van a proliferar las fake news. Piensan que “la gente” le da mucha importancia a las fake news, como algo propio de la comunicación electoral e innatas a la suciedad de la política, como un fenómeno que irrumpe en un momento de la campaña, aislado de la dinámica comunicacional electoral y que se injerta desde afuera.
Sin embargo, y esta es la hipótesis de trabajo, las fake news son una práctica comunicacional que existe en y gracias a un marco comunicacional y político determinado. Alcanzan relevancia porque la comunicación política, y particularmente la comunicación electoral actual, se caracterizan por tener una tónica de negatividad del otro. La identidad política, la conformación de la representación política, se construye principalmente a partir de la negatividad del otro. Las noticias falsas o falseadas, pueden ser una comunicación creíble porque los discursos dominantes se basan en esto como forma de posicionamiento. La conformación de un imaginario de valores negativos alrededor de la figura de un político es el marco necesario para que este tipo de noticias puedan ser creíbles.
En un electorado polarizado, las noticias falsas tienen mayor relevancia. Lo mismo sucede con los candidatos; un candidato que ocupa una posición más polarizada, tiende a ser más abordado por noticias falsas, que uno moderado. El desarrollo de las redes sociales, que no tienen la responsabilidad de una empresa periodística –aunque los medios tradicionales son parte de las operaciones mediáticas– produce que la legitimidad de la información se ponga en juego.
Los núcleos duros señalan como fake news toda información que afecte a su candidato, o apoyan cualquier noticia falsa sobre el contrincante, poniendo en juego la propia concepción de veracidad de la información. Acá se observa una de las caras más preocupantes de la posverdad.
Otra cuestión es la efectividad. Suponiendo que el electorado se divide en tres, los pro destinatarios, los contra destinatarios y los para destinatarios, las fake news apuntan principalmente a los para destinatarios, es decir al electorado que se llama independiente. La noticia falsa refuerza la idea de uno de los núcleos duros, es rechazado por el otro núcleo duro, y su capacidad de persuasión está en el sector que define su posición con el transcurrir de la campaña. La importancia de esta práctica comunicacional en el voto está ligada al tamaño del electorado independiente. Las redes sociales son centrales, porque en términos operativos es necesario acceder a datos que permitan abordar a la persona que no ha definido su voto. Pero la fake news no tiene vida propia, se sostiene en el contexto de una suma de contenidos que van ubicando a los distintos candidatos en un espacio simbólico. Con esto se pone en tensión el postulado que asegura las fake news son propias de las redes sociales y que los medios tradicionales no tienen nada que ver.
Las fake news son una herramienta más de esta lucha simbólica por posicionar al otro y es exagerado pensar que las noticias falsas definen elecciones. Son parte de un todo comunicacional más amplio.
* Politólogo y docente.