¿50 y 50? No. 49 son las víctimas del segundo atentado terrorista más importante de la historia de los Estados Unidos –la masacre de la disco Pulse, en Orlando, el 12 de junio de 2016– y 50 son los años que se conmemoran este mes de las revueltas de Stonewall en Nueva York, en 1969. Un hiato, la diferencia, un dígito, el 1 que separa a 49 muertos de 50 años podría conformar la unidad de reflexión sobre la diversidad sexual del norte y el pavor que despertó antes y después. Entre Stonewall y la represión policial y Pulse y el fundamentalismo hay medio siglo de continuidades y cambios, en cuyo centro travestis, migrantes, latinos, negros, lesbianas y maricas no paran de morir.
Para llegar a Pulse hay que salir de DisneWorld, cruzar sus límites y usar otros buses; menos ploteados, más amargos. Son micros sin música ni vinchas con orejas de ratón. En ellos viajan los trabajadores y viajan exhaustos. A pesar de su declamada condición de “gay friendly”, Pulse, esa disco a la que tantos empleados de los parques temáticos de Orlando solían ir, está muy lejos del “reino mágico”. Lejos a todo nivel. La travesía impacta por la declinación: resorts y césped cortado primero; abandono y vacío después. La terminal del centro de Orlando está rodeada de descampados de cemento con yuyos altísimos y enfrente hay una peletería que cumple 100 años y ostenta aún hoy, en su vidriera, pieles de animales sobre maniquíes feminizados. Le sigue otro bus y otra tripulación, un señor alcoholizado se queja del andador de una pasajera y el chofer no interviene. Es un barrio de centros de salud especializadísimos (pulmón, corazón, piel, piernas y así), cadenas de comida rápida y talleres mecánicos.
En una esquina, con una parada a metros y ahora pintado de negro, “el pulso”. Casi un boliche de la costa atlántica, mínimo y cuadrado. Un memorial con fotos, aros, flores de plástico, cadenas, cartas y una pared de aguas movedizas distintiva, destruida por los tiroteos y recompuesta hoy por la fundación a cargo. En las imágenes todos bailan o todos ríen. Hay un puesto que vende bolsos con el logo pero el encargado está distraído. Hace calor. En el cartel que da la Avenida, miles de mensajes superpuestos con las historias de vida: homofobia padecida de chicos, muerte en mitad de la noche y las luces. Sobreimpreso en la foto de una drag, el lema: “No dejaremos que odie gane”.
Wikipedia dice que las víctimas fueron 50: incluye a Omar Mateen, el asesino que se suicidó. Enciclopédicamente, los números sí cierran.