POSTERGAN UN MES LAS SANCIONES POR KOSOVO ARRUGANDO FRENTE A SERBIA
Ayer fue el juicio de Bonn contra Serbia, pero no hubo condena. En una medida sorpresiva, el Grupo de Contacto reunido en la capital alemana acordó un ultimátum para Yugoslavia que vence recién dentro de cuatro semanas. Entre el 28 de febrero y el 5 de marzo, una brutal operación de la policía serbia contra los albaneses de Kosovo, que constituyen el 90 por ciento de la población local, causó más de 80 muertos. La respuesta que dio ayer el Grupo de Contacto (Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania) fue poco contundente. "Hemos aplicado el grado mínimo de presión necesaria", dijo la secretaria de Estado norteamericana Madelaine Albright, quien presidió la reunión que se realizó mientras se registraban hechos aislados de violencia en Kosovo. La elección el martes de un nuevo gobierno en Yugoslavia con una coalición de extrema derecha ultranacionalista contribuyó a dividir al Grupo y a adoptar una actitud dilatoria. En respuesta, Belgrado aceptó a Felipe González como "enviado" en un diálogo cuyos términos siguen rechazando los kosovares. Las medidas terribles con las que amenazaban al presidente serbio Slobodan Milosevic quedaron para dentro de un mes. Hasta entonces, no hay peligro de que congelen los depósitos yugoslavos en el extranjero, o de que nieguen visas a los responsables de la violencia en Kosovo. "Claramente el presidente Milosevic espera seguir un patrón de comportamiento conocido: mantener a la comunidad internacional fuera de balance y dividida", dijo Albright, sin duda la más decepcionada de la reunión. "Si actúa como en el pasado, hará tan poco como sea posible para responder, y sólo bajo presión y en el último minuto", concluyó. En la reunión, cuando vio que no podía incrementar las sanciones, Albright se concentró en no retroceder respecto de lo acordado el 9 de marzo. Rusia consiguió arrastrar a los europeos a la moderación, que éstos siempre prefieren. Si los rusos pueden manifestar alguna simpatía por el nacionalismo paneslavo de Vojislav Seselj, la decisiva presencia de la extrema derecha en el nuevo gobierno de coalición serbio fue resentida abiertamente por el Ministerio de Relaciones Exteriores alemán, y oficiosamente por otras cancillerías. El mejor análisis probablemente sea el del diputado serbio Dragoljubic Micunovic, presidente de un minoritario partido centrista: "Los ultras han servido a Milosevic para advertir a Occidente lo que le espera sin él". Occidente entendió. La fecha del cambio de gobierno fue inmejorablemente elegida: un día antes de la reunión del Grupo de Contacto. Milosevic era preferible a un endurecimiento de los serbios detrás de una posición que el enviado de Estados Unidos para los Balcanes Robert Gelbard calificó de "fascista". Con un mes de plazo a sus espaldas, Milosevic aceptó al ex jefe de gobierno español Felipe González como "enviado" de la Unión Europea, aunque no como "mediador". Ya en la reunión de 9 de marzo González había sido designado, pero Serbia había rechazado cerradamente su mediación, porque implicaba internacionalizar el conflicto. Ayer el ministro de Relaciones Exteriores yugoslavo Zivadin Jovanovic descubrió que González es un "representante de la Unión Europea", algo "totalmente diferente a lo de antes". Los albaneses indicaron que no quieren enviados, sino un mediador, en lo posible norteamericano, sabiendo que la de Estados Unidos es la posición más antiserbia en el Grupo. El Grupo permanece firme en su doble no: no al statu quo serbio, no a la independencia
de Kosovo. Yugoslavia también sigue firme en su oferta de autoadministración en el marco
de la República Federada de Serbia. Y los albaneses piden que se reconozcan las
elecciones ilegales que el pasado domingo ungieron "presidente" a Ibrahim
Rugova. El presidente francés Jacques Chirac conversó ayer con él y lo instó a
"tomar la iniciativa" con Belgrado: es decir, aceptar la autonomía y olvidar la
independencia.
Luego de la sorpresiva destitución del gobierno ruso por parte de su presidente Boris Yeltsin, las gestiones del nuevo premier no empezaron con el pie derecho. En búsqueda de consenso, Serguei Kirienko se reunió ayer con el líder del Partido Comunista, Guennadi Ziuganov, quien dijo que Kirienko todavía no tiene "un panorama completo de la situación de todos los campos". El presidente de la Duma (Cámara de Diputados rusa), Guennadi Selezniov, directamente dijo que Yeltsin debe proponer otro candidato a la Cámara porque éste tiene poca experiencia. Mientras tanto, Kirienko se reunió ayer con los presidentes alemán y francés, Jacques Chirac y Helmut Kohl, en un gesto protocolar en el que por lo menos no lo criticaron. Yeltsin se reunirá hoy con sus colegas para afianzar el eje París-Berlín-Moscú, algo que disgusta claramente a Estados Unidos. "Se encuentra en una situación grave. Es poco conocido. Nunca fue gobernador. No tiene experiencia económica para trabajar la enorme economía rusa", enumeraba ayer Selezniov mientras a Kirienko se le caía el alma al piso. La situación es grave porque es la Duma que Selezniov preside la que debe aprobar la designación del nuevo premier. Sin embargo, para el Kremlin Kirienko sigue siendo "la candidatura más fuerte y más aceptable", como dijo el consejero económico de la presidencia, Alexandr Livshits. El nuevo premier, por su parte, desmintió implícitamente a Livshits diciendo al diario Izvestia que "no me encomendaron la tarea de gustarle a la gente ni de recibir el apoyo de la Cámara de Diputados. Lo que me han pedido es presentar a los candidatos a formar parte del gobierno". También reconoció que recibió el nombramiento "con mucho miedo". Como cualquier persona encargada de dirigir un barco a la deriva.
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