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RUSIA BUSCA UN ESPACIO PROPIO EN LA MULTIPOLARIDAD "MIS AMIGOS HELMUT Y JACQUES"
La versión más sobria de la cumbre fue la de Chirac, que la calificó con retórica francesa como "un acontecimiento simbólico". Aunque también, como acostumbra, pintó con su estilo oratorio preferido el vistoso panorama futuro de la Europa del Atlántico a los Urales que quería el general De Gaulle: "En momentos en que la Unión Europea inicia una ampliación necesaria y ambiciosa, somos conscientes de la importancia de que exista una relación de confianza, amistosa, constructiva, entre la UE y Rusia, que serán grandes polos de desarrollo político, económico, y cultural del mundo multipolar del mañana". La política internacional de su país, sin embargo, tiende tradicionalmente a alinearse con los rusos. La presencia alemana es la de un tercero feliz de no verse dejado de lado. Kohl fue el mejor dispuesto para pedir disculpas a Estados Unidos: "Es solo un dispositivo de amistad y compañerismo, y no está hecho contra nadie", aclaró. Los temas sustantivos que discutieron fueron la seguridad europea, la OTAN, y los desarrollos en las relaciones con Irán, Irak y la república ex soviética de Armenia, según reveló el portavoz del Kremlin Serguei Yastrzhembsky. Pero sobre estos puntos los jefes de Estado no anunciaron ningún avance diplomático. Yeltsin, de 67 años, un ex trabajador de la construcción cuya especialidad eran las demoliciones, les enseñó a sus pares europeos lo que es la verdadera hospitalidad de la Rusia profunda. Les sirvió personalmente el té y les regaló las tazas sacadas de una vitrina cerrada con una llave especial. Y añadió que guardaba la llave para la próxima reunión, después de volver a guardar las tazas recién regaladas. Feliz en volver a ser el centro de la atención tras una semana ausente por una infección respiratoria, llamó a sus aliados "mi amigo Jacques" y "mi amigo Helmut" en la conferencia de prensa. Pero en un lapsus, también Yeltsin dio a entender la realidad detrás de las fórmulas declamatorias, cuando llamó a la cumbre informal "conferencia de prensa". El canciller federal Kohl también tuvo su lapsus cuando dijo que para Alemania "Rusia es el vecino más importante". O quiso decir inquietante, o es un desaire para los franceses. La enfermedad de Yeltsin obligó a que renunciaran a que la cumbre tuviera lugar en Ekaterinenburgo (Urales), donde mataron a la familia del zar Nicolás II en la Revolución rusa de 1917. Allí, los huéspedes habrían sido llevados por su anfitrión, el nuevo "zar" de Rusia, a pasearse por la "frontera" entre Europa y Asia, una línea marcada con graciosos obeliscos al oeste de Ekaterinenburgo. La trasladaron a Bor, otro complejo turístico en las cercanías de Moscú. Los proyectos sobre los que sí hubo principios de acuerdo fueron de una importancia muy poco inmediata para la política europea contemporánea. Un avión de transporte militar sobre la base del modelo ruso Antonov-70, una autopista Londres-París-Bonn-Varsovia-Moscú, una exposición cultural conjunta "Moscú-Bonn-París" para el año 2000 (que se estrenaría en Moscú para orgullo de Yeltsin) y una universidad del siglo XXI son los castillos en el aire sobre los que conversaron el jueves tres potencias que el miércoles discutieron en Bonn sobre la violencia en Kosovo. La próxima reunión entre los tres dirigentes se celebrará en 1999 en París, según anunció Chirac durante la conferencia de prensa conjunta. Yeltsin aprovechó la ocasión para recalcar el destino europeo de Rusia, tranquilizando a sus oponentes internos nacionalistas y comunistas con un eurocentrismo poco políticamente correcto: "En el mundo no hay una estructura mejor que Europa. Todo el mundo debe recordarlo".
Ayer llegó a Israel Dennis Ross, enviado especial norteamericano para el 13 por ciento. El gobierno derechista de Benjamin Netanyahu anticipó que rechazará la propuesta, con lo cual parece que la de Ross es una misión vacía. Incluso, David Bar Illán, portavoz de Netanyahu, dijo ayer que, "si los norteamericanos publican su plan, asestarán un golpe fatal al diálogo directo entre Israel y los palestinos". Algunos comentaristas norteamericanos, como el columnista Thomas Friedman de The New York Times, han sugerido que el gran golpe de Netanyahu podría consistir precisamente en aceptar el plan estadounidense, con lo cual repuntaría su popularidad y obligaría a los palestinos a aceptar un acuerdo menos que ideal. Pero Netanyahu no parece dispuesto, y el futuro sólo apunta al desgaste.
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