The Rolling Stones rompieron el
silencio y hoy debutan
Por Mariana Enriquez Keith Richards, anteojos negros, saco azul e inconfundible postura de bandolero, estalló en carcajadas cuando le preguntaron ayer si los Rolling Stones tocarían para el Papa, como lo hizo Bob Dylan, que los acompañará sobre el escenario el 4 de abril, en el estadio de River Plate. A los integrantes del grupo, la pregunta les había causado mucha gracia. Como toda respuesta, el guitarrista extendió una mano, la que lleva su famoso anillo de la calavera y dijo "bésenlo". Y algo quedó claro: a sus majestades satánicas no se les ocurriría jamás dar un concierto ante Juan Pablo II. En caso de que a alguien se le ocurriese que el Papa pudiera escucharlo, claro. The Rolling Stones respondieron ayer a las preguntas del periodismo por primera vez desde su llegada a la Argentina el lunes pasado. Hablaron acerca de su histórica reunión con Bob Dylan, homenajearon al país incorporando algunas reflexiones en castellano --gracias al aprendizaje de su más culto integrante, el cantante Mick Jagger-- y hasta concretaron una obligada referencia a la guerra de Malvinas, a raíz de que uno de los cuatro shows que tienen pautados en River será el 2 de abril (ver recuadro). En general fue Mick Jagger (de traje fucsia y camisa blanca) quien puso orden y contestó cortés y lacónicamente las preguntas. Ron Wood también muestra un poco de cordura, pero no demasiada. Richards, ninguna: prefirió hacer mohínes. Y el baterista Charlie Watts pareció prácticamente mudo. Después de asegurar que la Argentina es uno de sus lugares favoritos, que están contentos de tocar otra vez, y formalidades por el estilo, Jagger dijo sus primeras palabras acerca de Dylan: "Va a ser muy bueno, ya hicimos un show con él en Europa, veremos qué pasa". Más tarde, cada uno dio su definición acerca del gran Bob. Para Wood: "Bob es fantástico, una persona muy linda y geminiano como yo y Charlie". Para Richards: "No puedo esperar para volver a verlo". Watts no dijo nada, y Keith Richards le tiró letra: "Charlie cree que Bob es uno de los grandes poetas de todos los tiempos". Y eso fue todo, excepto cuando, hacia el final, alguien sugirió que podrían tocar juntos "Like a Rolling Stone". Jagger, sonriendo, ironizó "bueno, ésa sería una sorpresa, y una sorpresa deja de serlo si se la cuenta. Quién sabe". Algunos mitos fueron desmentidos. Cuando a Jagger le preguntaron si era cierto que alguna vez se encontró con el escritor argentino Jorge Luis Borges --como cuenta desde hace años una anécdota casi famosa-- el stone sonrió y dijo que "no, eso no es cierto, me gustaría conocerlo, pero creo que eso ya no es posible. Era un gran escritor, muy popular en Inglaterra en los 60". De la misma manera, la supuesta relación espiritual entre la Argentina y los Rolling Stones fue minimizada por Jagger. "Bueno, volvemos porque hay contratos, es una muy buena parada... y también porque es uno de los mejores públicos del mundo", respondió sobre este tema. La supuesta enemistad con Oasis (Noel Gallagher habría dicho ciertas cosas feas acerca de los Stones, Richards les habría contestado más cosas feas) tampoco existe, siempre según el conciliador Mick. Aunque no pudo evitar escupir un poco de veneno, fingiendo que no podía distinguir entre Noel y Liam, los hermanitos terribles líderes de Oasis. "La verdad es que siempre que hablo con Noel (creo que se trata de él) la pasamos bien. Se pudieron haber dicho cosas, pero no pasa nada". The Rolling Stones estuvieron menos de veinte minutos frente a la prensa. Y cuando se les preguntó si alguna vez pensaron en separarse, en terminar su carrera, en ponerle punto final al rock'n'roll, Jagger, Richards, Wood y Watts no pudieron ponerse de acuerdo. Todos contestaron al mismo tiempo. Y las respuestas que se escucharon fueron "todo el tiempo", "muy seguido", "no se sabe", "nunca".
Para los que van al show Los fanáticos argentinos que a partir de hoy concurran a ver el show de The Rolling Stones, se encontrarán con un escenario totalmente renovado, que incluye un puente levadizo que transporta al grupo al centro mismo del estadio Monumental. Las puertas para el ingreso se abrirán hoy a las 18.30, a las 19.30 tocará Viejas Locas (mañana Las Pelotas y el jueves Turf), a las 20.30 la solista Meredith Brooks y a las 22 lo harán Sus Majestades Satánicas. La organización prohibió el ingreso con camisetas de equipos de fútbol, así como objetos punzantes, cinturones, hebillas grandes, botellas, latas o pirotecnia, cámaras de fotos o walkmans. El imponente escenario de este show mide algo más de 50 metros de ancho, por 26 de profundidad y 25 de alto, y tiene dos mellizos: uno se encuentra ya en Río de Janeiro y el otro navega por el Pacífico hacia Los Angeles. El "chiche" del nuevo show es un "camino telescópico accionado electrónicamente" que forma un puente levadizo de 52 metros de largo y une el escenario principal con otro más pequeño, ubicado en el centro del campo, donde los Stones harán un set de tres temas en el punto culminante del concierto. "Es una pieza magnífica de ingeniería", afirmó orgulloso Jake Berry, manager de producción del grupo, durante una visita guiada a los periodistas. Berry es una de las 170 personas que trabajan en el montaje del escenario de más de 300 toneladas de peso, junto a 200 técnicos y operarios. "Este es el mismo escenario que usamos en Japón y es mucho más impactante que el de la anterior gira", indicó. El diseño del escenario hace que no exista temor alguno por el mal tiempo, ni posibilidad de suspender los conciertos por lluvia. "La lluvia no es problema pero el viento es complicado", fundamentalmente para el sonido, y puede traer inconvenientes si sopla fuerte durante los shows. Berry señaló que cien personas trabajan sobre el escenario mientras los Stones tocan y contó que Jagger y Watts son quienes trabajan el diseño inicial del espectáculo. "Keith y Ronnie se ocupan de la parte de sonido", explicó. Al respecto, dijo que la pared sonora alcanza una potencia de 240.000 watts y garantizó que "se escucha bien desde cualquier lugar del estadio". "La Argentina es como una droga" Los Rolling Stones y su equipo de producción eligieron los cinco conciertos que ofrecieron en Buenos Aires en febrero del '95 entre los diez mejores de toda la gira mundial "Voodo Lounge", por lo que para el grupo "la Argentina es como una droga y necesitaban volver". La definición fue formulada ayer por Steve Howard, encargado de la organización mundial de las giras del grupo y portavoz autorizado de los sentimientos de sus músicos. Consultado ayer en un alto del armado del escenario, Howard confirmó que el grupo "está terminando de decidir" la grabación de los conciertos en el Monumental con miras a editar luego un CD en vivo. "¿Qué lugar mejor que éste?", preguntó Howard. Al mencionársele la presencia de Bob Dylan para el cuarto show contó
que hasta ahora no hay nada previsto sobre una unión sobre el escenario. "Eso no se
puede predecir, pero ya pasó en Francia hace unos tres años", recordó y apostó,
como todos, a que si Dylan y los Stones se unen será para el clásico "Like a
Rolling Stone", que el primero compuso y los segundos grabaron en Stripped, su
último disco en vivo. Howard aclaró que sólo se agregará una quinta fecha a la serie
si las entradas para los cuatro conciertos programados están totalmente agotadas.
Informó finalmente que la banda abandonará la Argentina pocas horas después de su
último show y se trasladará a Brasil para descansar a la espera de su primer concierto
en Río de Janeiro, programado para el 11 de abril. Malvinas "El 2 de abril es un día muy triste para la Argentina y para
Inglaterra", dijo Mick Jagger cuando se le pidió una reflexión sobre la fecha del
tercer concierto del grupo en esta gira. "Estamos tristes por la gente que murió de
ambos bandos, y esa noche vamos a pensar en ellos", continuó. "Fue una guerra
sin sentido", remató Keith Richards. Los Stones habían hablado previamente con la
organización sobre el tema, por lo que estaban alertados sobre cómo contestar al
respecto. Una conferencia de prensa normal Los papeloneros de siempre Los papelones de determinados periodistas argentinos en las conferencias de prensa de las estrellas foráneas de rock no fallan jamás. La de The Rolling Stones no tenía por que ser una excepción a la regla. El primer papelón, y el más notable, lo perpetró Fierita, inefable compañero del Pato Galván, en el programa "Atorrantes", de América. Fierita (que luce el cabello teñido de verde) quiso saber si, ya que Chuck Berry había patentado su famoso "paso del pato", no sería una buena idea que Mick Jagger patentara su propio estilo. Como el cantante no entendió la pregunta, Fierita se subió al mini-escenario donde estaba Jagger y lo imitó. Lo imitó mal. Jagger, malhumorado le dijo "no quiero hacer un copyright de eso. No si lo hacés así". Fierita se fue del escenario a instancias del stone que lo invitó a bajarse tomándolo gentil pero firmemente del hombro. Poco después, otro periodista intentó comenzar a preguntar si los
Stones habían copiado a los Ratones Paranoicos, o si había sido al revés. Cuando
balbuceaba algo incomprensible acerca de Ricky Maravilla (!?) la traductora cortó por lo
sano y les trasmitió a los Stones que "esto es un chiste". Richards, con
temible expresión, aclaró que "nosotros no somos comediantes". Poco después,
antes de hacer su pregunta el notero fashion televisivo Alfred Olivieri aseguró a los
Stones que "los argentinos tenemos un problema de ego, sólo que a algunos colegas se
les nota más".
Por Eduardo Fabregat A esta altura de su carrera, David Byrne produce sentimientos encontrados. Al menos en vivo: el ex Talking Head tiene tantas y tan buenas canciones, que en la necesaria selección siempre habrá lugar para reclamarle algo. Para complicar las cosas, hace ya un tiempo que se reconcilió con la idea de incluir material de su mítica banda en sus presentaciones como solista. Algo que no sucedió en su debut en Buenos Aires, en 1990, cuando el show de Rei Momo en Obras apenas dejó espacio para un par de temas de las Cabezas Parlantes. Y, por otra parte, el público local no puede menos que estallar ante títulos como "Slippery people", "Once in a lifetime" o "Road to nowhere". Sin embargo, sucede que el escocés, llegado el caso, ni siquiera necesitaría apelar al pasado: sus últimos dos discos lo encuentran con una excelente salud artística, que permitiría darle forma a un show demoledor. Complicaciones de quien posee un currículum admirable. ¿Cuáles fueron, entonces, las cuestiones que empañaron un poco la tercera visita del psycho killer a Buenos Aires? En primer lugar, el sonido. Que, más allá del volumen --sorprendentemente amarrete--, fue errático a lo largo de la noche, prestando un protagonismo alternado a un instrumento u otro, y sin llegar a formar un todo coherente que despeinara a la platea. Definitivamente, este show no llega a las alturas de magia que alcanzó hace tres años la puesta en escena de David Byrne. El planteamiento es distinto: aquél era un CD introspectivo, que llamaba a una intensa comunión entre artista y público. Feelings, su última producción, no se aleja demasiado del rumbo trazado por su predecesor, pero a la hora de montarlo en escena Byrne eligió una actitud diferente, bailable, descomprimida. Por lo demás, Byrne fue Byrne, y no es poco decir. Perfecto dominador de la escena, capaz de sugerir el clima con un solo gesto, se apoyó en una banda de extraña formación, en la que Mochiach combinó la batería programada con la real --lo que produjo los mayores desajustes de sonido--, Kaphan aportó infinidad de matices con un lap steel sintetizado, Foster puso toda su negritud al servicio de la base y lució especialmente la voz de Wheeler. Quien incluso protagonizó el momento más deforme de la noche, disparando voces a través de un Vocoder --el aparatito preferido de Laurie Anderson-- sobre bases a la Chemical Brothers. En el centro, David exhibió un vestuario desconcertante (cuyo momento cumbre fue la combinación de camiseta y borceguíes militares, pollera escocesa rosa... y maracas), una voz entera y su encanto de performer, calzándose de vez en cuando una guitarra también sintetizada que, por momentos, recreó puntualmente al Talking Heads de Remain in light. Que el show no haya alcanzado los picos a los que Byrne puede llegar no significa que haya estado desprovisto de alma. La noche tuvo momentos intensos --y hasta sobrecogedores, como "Dance on vaseline"--, como la hermosa versión de "A soft seduction", el recuerdo de "Take me to the river" o el final de "Road to nowhere". El premio mayor, de cualquier manera, se lo llevó (como en las dos oportunidades anteriores), "Psycho killer", que esta vez encontró un formato acorde con el fin de siglo y presentó a Byrne ataviado con un traje de músculos y huesos que acentuó el efecto inquietante de su canción paradigmática. Después fue cuestión de brindar otro homenaje a TH con "I Zimbra" y despedirse, en bata de irse a dormir, con el bellísimo "Amnesia". Allá arriba en el teatro, hacía rato que se habían cansado de pedir por el volumen.
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