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CENA

 

Por Enrique Medina

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T.gif (67 bytes) Son jóvenes técnicos del nuevo cine argentino. Ferdy es asistente de cámara; María, scrip-girl; Heriberto, asistente de producción, y su mujer, la única que nada que ver, acaba de ser despedida de una empresa de publicidad. Vieron una película que medianamente los estimuló a breves referencias y comentarios tersos en algunas secuencias y avinagrados en otras. La noche --como dijo Borges en una conferencia sobre poesía-- recién empezaba. Así que se entonaron por la 9 de Julio vía Obelisco y luces de publicidad. Doblaron por Corrientes y Heriberto le dice a su mujer Carla:

--El día que me sobre un mango, te traigo a Edelweis.

--Moriré con las ganas.

Carla bromea haciendo referencia cruzada con lo sexual y Ferdy se da cuenta de que están en la esquina del tan distinguido restorán porteño. Señalándolo dice:

--¿Sabían que Duvall filmó ahí la del secuestro de Eichmann?

--¿Cuál? Yo no la vi.

--Sí. Pero no se dio en cines, creo. Yo la vi en televisión, en cable. Entremos, yo invito.

La sorpresa es general y hasta su mujer piensa que a su marido se le ha aflojado una herradura:

--Pará loco; como no sea para ir al baño, me parece que no estamos en condiciones... Bah, sí... pero sin pagar las expensas, ni el teléfono, ni...

--Linda ¿para qué tenemos tarjeta, si no es para hacernos ilusiones, eh?... Todo es una trampa. La vida es una trampa. Vamos al gobierno único. Nuestros nietos sabrán verdaderamente lo que es vivir en una sociedad esclavista. El que te jedi nos dice que nos abraza sobre su corazón, que nos ama y que dios nos bendiga porque lo que es él...

Heriberto se mete como mascarón en la neblina:

--... Nos rompe bien el culito...

--Es así linda. La vida es apenas una. Y es muy corta. Alguien pagará. ¡Adentro!

Cruzaron la primera puerta y Heriberto pensó que en realidad su pantalón de yin no estaba muy presentable que digamos. Las mujeres se acomodaron el pelo y Ferdy abrió la segunda puerta y entró último. Era hora de poca gente. El maitre los atendió bien y los llevó a una mesa. Ferdy se detuvo:

--No. Vamos a aquélla, al lado de la puerta, que sale en la película. El maitre no entendía nada; a regañadientes los llevó a la mesa requerida, contra la pared. Heriberto, refiriéndose a las divisiones del reservado, apreció:

--Es como estar en un corral, acá, eh.

--Calláte y sentáte vos, querés.

Y vino el mozo. Enseguida puso cara "de estos miserables no saco nada". Hicieron el pedido. Pescado. Carne. Ensaladas. Vino. Agua mineral. Con gas, porque según Heriberto:

--Si pedís sin gas, te la traen abierta y es de la canilla. Lo sé. Me lo dijo un amigo que tuvo restorán...

Mientras esperaron el pedido, charlaron sobre la película vista y sobre la de Duvall. Ferdy explicaba:

--Por esta puerta salen los canas. Canas nazis. Bien caracterizados. No como los canas de cartón que estamos filmando nosotros; por favor, ¿quién va a ir a ver esa película? Por favor...

--Y viejo, son negocios del turco y de sus cortesanos que meten mano en lata...

Todo bien hasta que llegó el mozo con los platos en la mano. Las mujeres estaban contra la pared, una enfrente de otra. El mozo, desde la punta de la doble mesa, alargó el brazo con el plato en la mano para que María lo agarrara. Y no lo agarró. El mozo siguió con el brazo alargado, casi exigiendo, al ignorar la actitud de ella, que agarrara el plato. Pero ella no. Esperó hasta que el mozo, como corresponde en un restorán de esos precios, depositara gentilmente el plato por la derecha del comensal. Este, en vez de eso, movió el brazo hacia Carla, que sí agarró el plato en el aire, como en las tabernas de piratas de Hollywood de oro. Buscando guerra, el mozo volvió a poner el plato en el aire para que María lo agarrara. Y no lo agarró. Ferdy, que la conoce, se dio cuenta de que la cancha estaba cenagosa. Cortó por lo sano: agarró él el plato y lo colocó donde debería haberlo colocado el carcamán de yeso oxidado. Este, ganador tipo indiferente, se fue. María le tiró la bronca a Ferdy por su obsecuencia. Heriberto y Carla trataron de calmarla diciéndole que mañana tenían filmación temprano y que comiera y tomara vino y no se calentara. Todo lo contrario, María, cuando más intentaban calmarla, más se calentaba, quería levantarse e ir a la caja a tirar la bronca. Ferdy le decía "cariñito", prometo que esta noche la serenata será larga mientras ella le restregó su falta de hombría al no pararle el carro al pelafustán enchalecado en sucio-brillante-mezcla-girasol. El buen apetito, el vino y los helados de postre (salvo Carla que no pudo negarse al flan con dulce de leche) calmaron los ánimos de María. Ferdy volvió a hablar del gobierno único que manejará al mundo en pocos años más, droga mediante, y pagó semejante adición con su tarjeta. Sin dejar propina, como buenos caballeros se levantaron para irse. En un descuido, María fue a la caja y ya estaba abriendo la boca cuando Ferdy la agarró de un brazo, le sonrió al de la caja y la llevó hasta la vereda. Mirando el espléndido cielo (nunca mejor que el del Opera, desafió Carla), Ferdy dedujo:

--Con razón Duvall filmó la película de Eichmann aquí... Se ahorró extras: los nativos dan con creces "le physique du role".

Del brazo y en la noche, los cuatro la emprendieron por la calle que nunca duerme con la idea de encontrar un amable y partisano bar para rematar con un cafecito, educadamente depositado en la mesa del cliente, cliente que no pichulea, cliente que paga por la argentina atención.

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