"LA HISTORIA RECUERDA QUE EL ROCK DEBE DESAGRADAR"
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Por Fernando D'Addario
"Si no tengo problemas, los invento. Para mí, todo puede convertirse en un problema. Inclusive que hayan venido los Rolling Stones y esté por venir Bob Dylan..." En el jardín-terraza de un hotel porteño con inhallables síntomas de conducta rockera, la personalidad de Andrés Calamaro ensaya el milagro de la somnolencia hiperquinética. Es que arrastrando una modorra que reconoce horas (tal vez días, quizás años) su reloj biológico le refriega el compromiso de su inminente hora clave: las noches del viernes y sábado próximos volverá a dar pelea en el entrañable Luna Park (allí protagonizó históricos shows con los Abuelos de la Nada en la década pasada) para darle cierre a la gira de presentación de su exitoso CD Alta Suciedad, que ha vendido casi 400 mil ejemplares entre Argentina, el resto de América latina y España. Claro que la del sábado no será una noche cualquiera, porque al mismo tiempo y a unos pocos kilómetros, uno de sus referentes musicales estará cantando en River Plate, como telonero del grupo más grande de la historia del rock. "Cada vez me quiere más gente, pero cada vez estoy más solo", dice el rockero que lee a Emile Cioran, y larga una carcajada. Es que además del conocido tema del juicio por el porrito, Calamaro estuvo hace poco en páginas de los diarios que no son las de espectáculos por sus polémicas declaraciones sobre qué haría si se encontrara con el ex almirante Massera por la calle. Cree que está en un momento en que todo lo que se dice tiene un nivel de exposición casi enfermizo. --Las cosas que le contaba Fito Páez cuando comenzó a vender cientos de miles de discos, ¿le están pasando ahora a usted? --Yo sólo recuerdo que Fito me dijo con respecto de la fama que los problemas empiezan cuando uno gana más de un millón de dólares. Claro que después de filmar su propia película y después de haberse hecho su propio estudio de grabación, no creo que le quede mucho... --¿Entonces empezaron los problemas para usted? --Mis problemas no tienen nada que ver ni con la fama ni con la fortuna. --Resulta paradójico que, cuando mejor le está yendo, más escéptica es su visión de todo lo que lo rodea. --La verdad, no recuerdo si antes era más optimista que ahora, pero sé que hoy el mundo no ofrece demasiadas alternativas ante el pesimismo. Y me sigo sorprendiendo cuando las cosas salen bien. --Primero fue el tema del porrito. Hace poco declaró que mataría a Massera, y las repercusiones no fueron muy buenas. Parece que cada vez que habla arma un revuelo. --Nunca imaginé que iba a llegar a la tapa de Crónica sin haber matado a nadie. No sé, cualquiera puede decir lo que quiera. Al fin y al cabo fue sólo una opinión. Pero lo que me diferencia de los demás es que yo no soy gobierno, ni tengo una banda armada de gangsters, ni tengo licencia para portar armas. Generalmente no mato ni una mosca. Dije lo que pensaba. En España también lo hacen. A los integrantes de la junta militar argentina los comparan directamente con Hitler. Yo vivo en España buena parte del año. --¿Y usted qué opina de los militares argentinos? --Que eran peores que Hitler, pero no quiero hablar más del tema, porque mi abogado me recomendó que no hable de estas cosas. Pero dejo claro que los que me respondieron cuando hablé de que mataría a Massera incurrieron en una mariconada total. Si alguien tiene problemas, que diga de frente "estoy totalmente en desacuerdo con Calamaro", y ahí se acabó el tema. --¿Su reacción fue la de un tipo que se cansó de que la "Justicia" haya dejado a los criminales sueltos? --No sé, habría que consultar a las Abuelas de Plaza de Mayo, que convirtieron una simple pregunta que yo contesté en una cuestión de militancia. En todo caso que un abogado dé su opinión jurídica, o a un cura dé su opinión religiosa. Creo que cosas como éstas pasan sólo en la Argentina. Si esto hubiera ocurrido en España, inmediatamente serviría para hacer un chiste de gallegos. --¿Cómo vivió personalmente el tema de la dictadura militar? --Creo que toda la década del 70 fue muy complicada. Pero yo sólo era un militante del arte. De adolescente, nunca milité en otra cosa que no fuera estar pendiente del último número de la revista Pelo, o las chicas, la marihuana, el surrealismo y los bares. Soy del '61. En el '76 tenía 15 años. Iba al colegio. Y se sufría. A veces pienso que me gustaría tener 10 años menos porque, de ese modo, me hubiese evitado tener que vivir aquellos años. Así como también me gustaría tener 15 años menos para ver hoy a los Rolling Stones y sentir una mayor ilusión y darme cuenta de un montón de cosas a tiempo. Para el concierto de los Rolling a mí me gustaría tener 18 años. --En el caso puntual del rock, ¿cómo repercutió el aparato represivo de los militares? --La dictadura jodió al país, no sólo a los rockeros. Pero nuestra vida era especial, porque tampoco las unidades básicas aceptaban a tipos como nosotros, adictos al rock, o a hippies, freaks, marihuanos. Eran militantes políticos, sociales, y era gente a la que le gustaba militar pero también le gustaba la acción, ir a las villas, y todo eso. --El rock estaba en otro lado... --Creo que soy muy joven para contestar eso. Habría que preguntárselo a otros músicos. Yo era en ese momento un aspirante a todo. Un aspirante a coger, un aspirante a la vida, a la música. En el '78 yo estaba grabando con Raíces. Ahí sí, empezó de nuevo el agite del pelo largo, que estuvo en todas las épocas del rock, pero los milicos volvieron a vernos como marginales, en sospechosos de andar con drogas, en objeto de persecuciones. --Pero es probable que la dictadura no los haya considerado tan "peligrosos". El rock no tuvo desaparecidos. --Pero igual la música sufrió mucho con el Proceso. Volvamos a Prima Rock. Día de la primavera. Ahí se pueden ver 24 cuadros de la realidad por segundo. Y cada cuadro es tremendo. Lo único que se puede salvar es la campera y los Ray Ban de Spinetta. Lo demás es para llorar. Pero claro, si me llevan a ese terreno, claro que no puedo comparar el deterioro estético del rock con la tortura y la muerte de 30 mil personas. No se puede poner la tristeza y la masacre a la misma altura. Y no sé qué se le pide al rock. Hay que ver los de la orquesta del "Titanic" hasta qué momento siguieron tocando mientras se hundía el barco y cuándo largaron todo y se fueron a buscar el primer salvavidas. --¿Y el compromiso del artista hasta dónde llega, o dónde empieza? --Yo en ese momento no era ni siquiera artista. No tuve ni tengo ningún compromiso político. La gente va a confiar en mí su alegría y su melancolía. Y me parece bastante. Estoy agradecido por eso. Es un trabajo que alguien tiene que hacer. La historia, y ahora Marilyn Manson, recuerdan que el rock también tiene que desagradar. Hoy, con la complicidad de la prensa, creo que voy a terminar desagradando y rompiendo las pelotas. Soy un francotirador, pero estoy acá, en la terraza del Hotel Plaza... --¿Cómo fue lo de la pelea con García? --Mucho de eso lo armó la prensa. Pero sí, difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo... --¿Y Fito? --Tenemos cosas en común y somos muy amigos, pero... creo que armónicamente está más preparado que yo, es un estudioso. Yo canto mejor que él, pero me parece que él es más músico. Y le reconozco el hecho de haber sabido modelar su propio destino. --¿Usted está más a la deriva? --Sí, pero él venía también a la deriva. Si no era la mala onda de una compañía discográfica, era un ministro de Economía que se mandaba alguna o un saque de más... Y si no, mirá Prima Rock. Era mirarlo y ponerse a llorar. Era para balearse en un rincón. Y ahora está bien.
--Pero da la sensación de que cuando le iba mal en la vida era más querido por muchos. ¿A usted le pasó eso de que las críticas aumentaron a partir de que superó los 100 mil discos vendidos? --Yo no estoy tan seguro de eso. Si es que existe esa reacción de la gente, pienso que es una mezcla de crueldad e inocencia. Pero la crítica es la aliada de la queja, según Rozitchner. Y, si me empezaron a criticar más a mí, no lo sé, ni me enteré, porque ahí fue cuando dejé de escucharlas. --Entonces este momento de éxito masivo puede conducir a que viva en una burbuja, aislado... --Todos corremos el riesgo de aislarnos en algún punto de nuestras vidas..., pero entiendo a dónde va la pregunta. El síndrome de la hoja en blanco... --Un contador de historias que se queda sin historias para contar. --No, porque aun así puedo contar historias íntimas, mentiras piadosas, ilusiones... No hay nada preestablecido. Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. Igual yo siento que estoy más Gallagher que nunca. Lo mío es hacer canciones y sentarme a hablar. Pero que se me entienda bien, ¿no? La cuestión es sentirse Oasis o sentirse Onassis. Y yo me siento más Oasis.
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