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Por Rodrigo Fresán Hay grandes canciones, hay canciones excelentes, hay canciones inolvidables y, además, hay canciones por las que uno podría jurar porque sabe que van a estar ahí siempre que uno las necesite cuando --como dice una de ellas-- "estés cansado y te sientas pequeño y haya lágrimas en tus ojos". Esas canciones son standard: perfectas piezas musicales en perfecta sintonía con la historia del mundo y la historia privada. Momentos que nos permiten repetir in aeternum otros momentos porque --en el decir del escritor E. L. Doctorow-- acaban convirtiéndose en "productos definitivos y duraderos en la conciencia pública". Así son las canciones que supieron conseguir --y ofrendar-- Simon & Garfunkel en apenas los cinco años que van de 1964 a 1969 y los cinco discos originales (Wednesday Morning, 3 AM; Sounds of Silence; Parsley, Sage, Rosemary and Thyme; Bookends; Bridge over Troubled Waters) más una banda de sonido de película (The Graduate) y un grandes éxitos que, por una vez, era un grandes éxitos en serio. Considerado desde entonces --y todo hace pensar que para siempre-- el dúo musical más exitoso comercial y artísticamente de toda la historia, su breve carrera se vuelve todavía más próxima al milagro a partir de la edición del box-set Old Friends. Tres generosos CDs reuniendo cincuenta y nueve tracks donde aparecen todos esos hits que no se resignan a dejar de ser hits, más una rareza de lado-B, diez exquisitas performances en vivo (que incluyen su single adolescente de los tiempos en que se hacían llamar Tom & Jerry), dos demos muy tempranos, tres out-takes de estudio recientemente descubiertos más un esclarecedor ensayo de David Fricke y una colección de fotos hasta ahora desconocidas. Y --detalle atendible-- todo lo que hay que oír remasterizado a partir de las cintas originales mediante un sistema llamado "The Patented SBM" que no sé en qué consiste pero lo cierto es que funciona. Y cómo. Old Friends --que, por si todo esto fuera poco, goza del precio amable de $ 44-- permite escuchar y apreciar y disfrutar como nunca, como si fuera la primera vez, la complejidad de la producción de canciones como "The Boxer" y "Bridge Over Troubled Waters" (sonando aquí como si, entre las dos, configuraran un huracán sónico donde comulgan "A Day in The Life" y "Hey Jude" de los Beatles) o el encanto primal de la percusión callejera de "Cecilia" o las guitarras à la The Byrds en esa canción perfecta para escuchar leyendo The Catcher in The Rye que es "I am a Rock". Porque convengamos que el "trabajo" de Paul Simon como compositor en lo que a lo musical se refiere fue, siempre, el de explorador de territorios ajenos de los que volvía, siempre, con la mejor presa a la que procedía a embalsamar a su manera. De este modo, la fundación del folk-urbano-culto-snob-clase media judía, la exploración de etnias exóticas, la melánge de estilos aparentemente irreconciliables. Como letrista fue, es y será uno de los más elegantes y talentosos invocadores de versos que --lo mismo ocurre con sus admirados poetas Emily Dickinson y Robert Frost-- enseguida adquieren la resonancia de ciertos himnos religiosos: uno cree en ese himno antes que creer en la persona en la que ese himno pretende hacernos creer. En este sentido, la santa verosimilitud de Simon & Garfunkel permanece intacta y hasta se beneficia por no aparecer ya tan ligada a tiempos turbulentos y finales de sueños acuarianos sin que esto signifique que la ironía hacia el suburbio de los sixties en "Mrs. Robinson" haya perdido algo de su encanto y su filo, o la pericia madrigalesca de "Scarborough Fair" --potenciada aquí con los hasta ahora inéditos villancicos "Comfort and Joy" y "Star Carol"-- algo de su humilde soberbia a la hora de deslumbrar con esa prepotencia de los verdaderos mejores alumnos que sólo pasan al frente una vez cada tanto porque saben que con eso les alcanza y sobra. En Old Friends, la inocencia ha ganado para sí la inquietante perversión de aquello que ha envejecido demasiado bien y entonces, cuando en "Old Friends/Bookends" se escucha "conserva tus recuerdos, es todo lo que va a quedarte" uno no puede evitar la idea de que Simon & Garfunkel cantaban entonces acerca de aquello que sigue sonando entre tanto silencio. Y que tenían y tienen razón. Y que si esto es todo lo que va quedar y permanecer, bueno, somos personas bastante afortunadas después de todo.
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