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Por Hilda Cabrera El 19 de agosto de 1936, Federico García Lorca era asesinado por un piquete de guardias que cumplía órdenes --según testimonios-- del comandante José Valdés Guzmán, gobernador civil desde el mismo día del alzamiento de los "nacionales" en Granada y jefe provincial de Falange Española. El recuerdo de esta muerte no cesó de acosar a españoles y extranjeros, y la necesidad de volver sobre la tragedia se manifestó desde entonces en diversos ámbitos de la cultura. Artista-símbolo de aquellos a quienes las dictaduras no toleran, el poeta nacido el 5 de junio de 1898 en Fuentevaqueros (Granada) es homenajeado estos días en Buenos Aires a través de la muestra "El duende de Federico. Su paso por la Argentina", montada en la Sala Leopoldo Marechal del primer piso de la Biblioteca Nacional, donde permanecerá hasta el 28 de mayo. La inauguración trajo a Buenos Aires al abogado y filólogo Manuel Fernández Montesinos, sobrino del autor de La casa de Bernarda Alba y secretario de la Fundación García Lorca, que preside Isabel, hermana del poeta. Este es un año lorquiano por excelencia: al cumplirse un siglo de su nacimiento, en España y Argentina --ver recuadro-- su figura simbólica será homenajeada desde un conglomerado de expresiones artísticas. La exposición reúne primeras ediciones, fotografías, discursos, recortes periodísticos, documentos personales y actas que pertenecen a la megaexposición que la Fundación inaugurará en Madrid recién en el mes de junio, para recorrer luego el interior de España y las principales ciudades de Europa y América. Entre las actas figura un certificado de defunción extendido en 1940 por el Registro Civil de Granada (ver al pie de esta página), donde consta que Lorca murió como consecuencia de las "heridas producidas por hecho de guerra". Un silenciamiento al que abonó en su época el mismo Francisco Franco con una frase despectiva: "Murió en una riña de gitanos". Pocas horas antes de abrir la muestra, Montesinos, cuyo padre, socialista y alcalde de Granada en 1936, también cayó bajo las balas de los nacionales, dialogó con Página/12 sobre los alcances de la Fundación, que "está abierta a los investigadores", y sobre la figura del tío artista que aún después de muerto llenaba la casa familiar: "Tengo testimonios de mi madre, de mis tíos... Se vivía con Federico. Mi relación con la literatura española partía de él: leíamos sus poemas, sus obras... La mención del tío Federico era constante en mi abuela. Ella se lo pasaba imaginando qué cosas diría él de una visita, de una obra de teatro...". Sintiéndose todos un poco artistas, organizaban festivales, también en el exilio norteamericano: "Salimos de España en cuanto pudimos. Volvimos en el '52: mi hermana y mi abuela no se podían acostumbrar a América". --¿Tuvieron problemas al volver? --Yo estuve en la cárcel varias veces, y aunque parezca extraño el apellido fue un paliativo. Una noche, era en el año '56, me llevaron preso. Cuando mi madre se enteró, empezó a llamar a todas las embajadas dando su nombre y al día siguiente me soltaron. El apellido no nos eximía por completo, pero en esos casos ayudaba. --Se ha dicho que su familia obstaculizó la publicación de algunos materiales, la obra El público, por ejemplo, donde, entre otros temas, Lorca plantea el de la homosexualidad... --Ha habido naturalmente reservas, y de diversa índole. Necesitábamos determinar si efectivamente el texto que teníamos era el definitivo. Ese fue el caso de El público, que no estuvo en un primer momento en nuestro poder sino en el de un amigo. Se ha dicho que se lo quería suprimir por su contenido, pero eso no es verdad. Sabíamos que mi tío había hecho varias versiones, y manteníamos la ilusión de que todavía en los años '70 podríamos encontrar la versión definitiva (El público fue puesta en Milán en 1978, y se estrenó en España recién en 1986, protagonizada por Alfredo Alcón y dirigida por el catalán Lluís Pasqual.) También dudamos ante los manuscritos juveniles, que a él no le habían gustado. Los escondía. Pero después comprobamos que cualquier brizna que él hubiese escrito a los 16 o 17 años era interesante, y decidimos sacarlos a relucir. --¿Y sobre la serie Sonetos del amor oscuro? --Sobre estos sonetos se dijo que mi tío los había entregado a su amigo Rafael Fernández Rapun... Nosotros los obtuvimos en los años '60. La figura de Lorca no se ha mantenido siempre igual en España. Ha habido mucha polémica en torno de él, y también muchos chinches. A veces hemos esperado a que pasara el chinchorreo. --¿Aún siguen descubriéndose manuscritos y dibujos? --No, muy rara vez nos encontramos con algún inédito. En los últimos años se descubrieron algunas cositas de juventud, muy pocas, fechadas, porque al comienzo Federico le ponía fecha a todo lo que hacía, pero después empezó a tener más prisa, y lo olvidaba. Era un creador tremendo, mantenía una actividad febril. Escribía dos y hasta tres poemas en una noche, y prosas larguísimas, enrevesadas, "espantos del alma" --decía él--, producto de sus noches de insomnio. Prosas llenas de exclamaciones sobre Dios, la existencia y el pecado.
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