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LA IGLESIA, SUS HIJOS Y LOS JUDÍOS

Por León Ferrari

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 T.gif (67 bytes) De las tres partes que conforman el mundo católico, la Biblia, la Iglesia que la interpreta y los fieles, el Vaticano señala a estos últimos como responsables por su conducta frente al nazismo. El Vaticano olvida que es la Iglesia la que enseña a sus fieles la doctrina católica y el antisemitismo con ella. No fueron los hijos sino los Padres de la Iglesia (Clemente, Orígenes, Cipriano, Juan Crisóstomo, Hilario, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, etc.) quienes primero lo propagaron, siglos más tarde los Doctores de la Iglesia entre ellos Santo Tomás de Aquino, y hasta el presente diversos pontífices, teólogos y prelados de distinta jerarquía.

Los "hijos de la Iglesia" no generaron el antisemitismo: lo aprendieron de la madre Iglesia. Y no es ella el origen: lo desarrolló a partir del antijudaísmo del Nuevo Testamento. Las raíces de la conducta de los fieles católicos a lo largo de la historia se encuentran en las Sagradas Escrituras.

El Evangelio según Mateo los califica de serpientes, generación de víboras. La versión de Juan los llama los hijos del diablo, el Apocalipsis dice de sus templos que son sinagogas de Satanás. Estos versículos originaron una sucesión de casi dos mil años de improperios --que para el Vaticano ahora son interpretaciones erróneas-- dicho por los Padres y Doctores de la Iglesia mientras establecían las bases de su religión.

El argumento principal en la discriminación se refiere a la muerte de Jesús, quien fue el primero en atribuirla a los judíos ("Sé que sois simiente de Abraham mas procuráis matarme...", les dijo), acusación que difunden los evangelios, reiteran San Pedro, Pablo y Esteban y se repite entonces en escuelas, cuarteles y catedrales, como la repitió el papa Pio XI en su encíclica Mit Brennenr Sorge de 1937 (mencionada en el documento vaticano como prueba de inocencia de la Iglesia) afirmando que "Cristo recibió su naturaleza humana de un pueblo que debía sacrificarlo".

Esta versión comenzó atribuyendo las culpas a quienes en los Evangelios aparecen pidiendo la muerte de Jesús. Pero luego se aplicó el principio bíblico de que culpas individuales pueden transformarse en colectivas y hereditarias (todos somos castigados por el pecado original), y el supuesto delito se extendió a todos los judíos. Entre los que difundieron esta idea se cuenta San Juan Crisóstomo, quien al comentar el versículo en el que Jesús anuncia que toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra caerá sobre las cabezas de los incrédulos que lo escuchaban, explica que el hijo de María quiso decir que todos los males que desde el principio de los tiempos merecieron los malos caerán sobre los modernos judíos (el santo hace esta afirmación trescientos años después de la muerte de Jesús) porque rechazaron al Salvador, matándolo de aquella manera tan ignominiosa. Diez siglos después Santo Tomás de Aquino hace suya una idea similar.

Estos comentarios tendrían sólo cierta validez histórica si los gestos de acercamiento de la Iglesia a los judíos no fuera acompañados por la reiteración de actitudes antisemitas. En millares de iglesias y capillas pueden repetirse en la próxima Semana Santa las acusaciones desmentidas pues la Iglesia no ha renunciado a ellas. El "Calendario Litúrgico" de 1998, editado por la Comisión Episcopal de Liturgia, dispone leer y comentar entre otros los siguientes versículos del libro Hechos de los Apóstoles: el lunes santo 13 de abril, el 2,23 (San Pedro a los judíos: prendisteis y matasteis --a Jesús-- por manos de los inicuos, crucificándole); el martes 14, el 2,36 (San Pedro a los judíos: a este Jesús que vosotros crucificasteis); el jueves 16, el 3,15 (San Pedro a los judíos: matasteis al Autor de la vida); el lunes 20, el 4,27 (Pedro: se juntaron contra Jesús Herodes... y los pueblos de Israel), el jueves 23, el 5,30 (San Pedro a los judíos: ... A Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole de un madero).

A medida que avanzan los Derechos Humanos los versículos de los libros sagrados que los violan deben ser abandonados pero, a diferencia de la justicia humana que cuando cambia la calificación de delitos y penas modifica sus códigos, el cristianismo los mantiene inalterados, de modo que los versículos que alientan la discriminación de los judíos o que ordenan matar homosexuales y herejes, deben ocultarse (o emprender la tarea de invertir su significado sin cambiar sus palabras) para que la justicia religiosa pueda coexistir con la de los hombres, que convierte en delitos las órdenes de los dioses. Este múltiple mensaje cristiano, el original de la Biblia y el de sus sucesivas correcciones, permite a los fieles elegir la versión bíblica que prefieran. Esto sucedió en la ESMA donde los capellanes citaban el Evangelio para alentar a los marinos que arrojaban gente al mar y sucedió en la Basílica de Luján en una misa pascual dicha por Ogñenovich donde Menem, repitiendo uno de los versículos que el Vaticano desmiente, dijo que a Jesús los judíos lo colgaron de un madero.

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