LA MIMETIZACIÓN DE ROCKY FERNÁNDEZ
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Por Ernesto Tenembaum El ministro de Economía, Roque Fernández, reconoció ayer que la flexibilización laboral impuesta por este Gobierno sirvió para legitimar abusos de los empresarios. "Se prostituyó una idea que era razonable", dijo Fernández, en relación a los contratos de promoción, que autorizan a contratar empleados prácticamente sin ningún derecho laboral. La admisión representa la primera señal de capitulación del Chicago boy frente a la ofensiva del Gobierno por la re-reelección, que llevó al presidente Carlos Menem a cerrar filas con la CGT. Se produjo al mismo tiempo que el Grupo de los Ocho se reunió con el ex ministro Domingo Cavallo y que, en los círculos financieros se repitió hasta el hartazgo la noticia sobre la renuncia de Roque. Fernández intentó frenar los conflictos con sus colegas de gabinete el miércoles cuando explicó, ante Antonio Erman González y Susana Decibe, que no llevará sus posiciones a fondo y que éstas son sólo una escenificación para tranquilizar a los visitantes del FMI. Para entender lo que sucedió en estos días con la posición de Roque en el Gobierno hay que seguir la secuencia. El lunes Roque y Erman discutían sobre la reforma laboral. El segundo de Roque, Carlos Rodríguez, había anunciado que, por culpa de ese proyecto, desaparecerían doscientos mil puestos de trabajo. El martes, desde Australia, Menem desautorizó a Rodríguez y exigió a sus ministros que no discutieran más en público. El miércoles, el jefe de Gabinete Jorge Rodríguez citó a los ministros enfrentados. Ayer, Roque reconoció que la reforma laboral es un paso hacia adelante y que los empresarios abusaron de la flexibilidad laboral. Es decir, se plegó al discurso de Erman. En el párrafo donde se percibe mimetización con Erman, Roque dijo: "Si bien el contrato promovido era como blanquear un contrato en negro, porque era prácticamente no pagar nada, uno decía está bien, es un período de tiempo que después de transcurrido se debe hacer una toma permanente del empleado. Pero si lo que en realidad se utilizaba como contrato promovido era una forma abusiva de evitar la regulación normal de actuar en blanco, obviamente, no es ese el tipo de contrato que uno pueda defender. Alguna flexibilidad tiene que existir y quedó flexibilidad desde el punto de vista de los contratos de pasantía, pero no dejo de reconocer que esos abusos fueron malos". En el entorno de Roque explican que su jefe es pragmático. "El estilo Cavallo ya no va --dijo uno de los hombres que más lo conocen--. Si Roque amenaza con su renuncia, nadie le va a creer. La cuestión es entender el contexto político y trabajar a partir de allí. El contexto, en este caso, es la necesidad del Gobierno de obtener más consenso. Y bueno, hay que aceptarlo. Eso no significa que haya que admitir las barbaridades de la Casa Rosada, donde hay mucha gente que cree que un mayor gasto se traduce directamente en más votos." Los hombres de Roque no entienden que el buen carácter, en este Gobierno, es interpretado como una debilidad y todos entonces se lanzan a ocupar los espacios vacíos: Susana Decibe, María Julia Alsogaray, Antonio Erman González, Augusto Alasino o el que sea, se atreven a rebanarle espacios de poder o a desautorizarlo en público. "Está cansado, pero no va a renunciar. No al menos por ahora", dijo la fuente. El clima en el Ministerio de Economía, sin embargo, es más que tenso, porque no todos entienden la renuncia cada vez más evidente de Roque a espacios de poder y a conceptos que defendió toda la vida. "Está bien no armar escándalos como Cavallo si eso sirve para algo", señaló una fuente. Esa sensación genera una presión sobre Roque cuyos efectos definirá el tiempo. El malestar en el Palacio de Hacienda es un eco del que expresan los grupos de poder económico, de cuyo respeto Roque siempre gozó y aspira a seguir conservando. La pregunta es qué pesará más: si su pasado de Chicago boy o su presente de ministro de Economía de la re-reelección. O, mejor: hasta cuándo será más importante para él la segunda de las condiciones. En el resto del Gobierno se lo mira a Roque con cierto desprecio. El ministro de Justicia, Raúl Granillo Ocampo, se queja porque no entiende las necesidades del interior, cuando sostiene la eliminación de la promoción industrial. Susana Decibe cree que el Ministerio de Economía está conducido por un grupo de irresponsables que pone en práctica teorías que nunca fueron puestas a prueba. Felipe Solá cree que su superior tiene tanto temor a la confrontación que resigna cualquier espacio de poder. Si Cavallo provocaba temor u odio, Roque es subestimado. Jorge Rodríguez, que antes buscaba una alianza con él para permanecer en el poder, ahora cerró filas con Carlos Corach y le habla a Fernández como su superior.
BARRA SE DEFIENDE AL ESTILO YABRAN "SOY SÓLO UN SIMPLE ABOGADO" El ex ministro de Justicia Rodolfo Barra se defendió ayer frente al Tribunal de Disciplina del Colegio Público de Abogados al mejor estilo Yabrán: alegó ser un "simple abogado", sin vinculaciones políticas. Barra tuvo que presentarse ante el tribunal, que debe decidir si le quita la matrícula de abogado, porque fue denunciado "por falta de ética" a raíz de un escrito en el que amenazó a una jueza con iniciarle juicio político si no cambiaba su fallo sobre el rebalanceo telefónico. El ex ministro llegó al Colegio Público a las tres de la tarde, de traje gris, entró tranquilo y fumando su pipa. Saludó con un apretón de manos a Zbar, uno de sus denunciantes, y se anunció en la ventanilla del Tribunal de Disciplina. A pesar de que llegó acompañado por un abogado, asumió personalmente su defensa. En marzo del año pasado, Barra, patrocinando al secretario de Comunicaciones, Germán Kammerath, contestó a un fallo en el que la jueza María José Sarmiento había dictado una medida a favor de la suspensión del rebalanceo telefónico, que "si la jueza insistía con su interpretación del decreto 92-97 formulaba reserva de denunciarla ante el Congreso". El legislador Zbar y el abogado Gabriel Bouzart pidieron al Colegio Público que le quitara la matrícula a Barra por "falta de ética". Además, fundamentaban que la amenaza se agravaba si se tenían en cuenta los cargos que Barra ocupó --entre otros, juez de la Corte Suprema y ministro de Justicia-- y su influencia política. En su defensa, Barra sostuvo que la amenaza realizada --que no negó-- no tiene ninguna virtualidad, que no es susceptible de ser tomada como amenaza porque él es una persona sin influencia política. El ex secretario de Obras Públicas, ex ministro de Justicia, constante asesor presidencial, actual titular del ente de control de los aeropuertos y uno de los principales impulsores de la re-reelección negó conocer personalmente o tener relaciones políticas con los miembros de las Comisiones de Juicio Político de la Cámara de Diputados y del Senado y evadió responder quiénes eran sus amigos y conocidos en el mundo de la política. Además, le atribuyó la autoría del escrito a Kammerath. Los jueces trataban de disimular la sonrisa. "Se presentó aquí como un abogado de barrio, que firmó algo que no conocía y del cual era responsable el secretario de Comunicaciones de la Nación", afirmó Zbar.
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