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"Esperemos que esto marque el principio del fin". Esta era la esperanza --y certidumbre-- ayer en el campo demócrata, después de la derrota de Paula Jones en el juicio contra Clinton.

Clinton tocó un tambor y amagó fumarse un puro festejando la decisión de la jueza.

Ningún Congreso avanzará contra un presidente con un 60 al 70 por ciento de popularidad.


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t.gif (67 bytes) El día del juicio final no llegará para Bill Clinton y todo el escándalo sexual tejido a su alrededor parece destinado a apagarse para siempre, luego de la decisión de la jueza Susan Webber Wright de desestimar la demanda que Paula Jones había presentado contra él por acoso sexual. El presidente norteamericano dejó que su vocero, Mike McCurry, respondiera las preguntas del periodista sobre el asunto, pero en la intimidad estalló de alegría y hasta en forma exótica, tanto como su gira africana (ver aparte): en lugar de despuntar el vicio con el saxo --del cual se supone que es eximio intérprete--, tocó un tambor y hasta se animó a hacer algunos acordes de guitarra; en vez de fumarse un porro --como confesó haberlo hecho en su hippie juventud-- intentó consumirse un puro. Del lado de los vencidos, Jones lloró amargamente, según sus allegados. El fiscal independiente Kenneth Starr, por su parte, intentó apartarse del clima de telenovela afirmando que seguirá investigando, pero sus cartas son muy pobres y el Congreso norteamericano, que es quien finalmente debe decidir la suerte de sus pesquisas, "no va a ir contra un presidente que cuenta con una tasa de popularidad de entre el 60 y el 70 por ciento", como dijo Alan Lichtman, politólogo de la American University.

"Espero que esto marque efectivamente el principio del fin", dijo ayer Robert Torricelli, senador demócrata. Las filas del partido gobernante festejaron, pero fundamentalmente aprovecharon para hacer leña del árbol caído de Starr, quien "se ha convertido en un Don Quijote que ataca los molinos y que se gastó más de 30 millones de dólares en cuatro años para mirar por los ojos de las cerraduras", según John Conyers, jefe demócrata de la comisión judicial de la Cámara. Imbuido de triunfalismo, el legislador lanzó una fuerte advertencia en forma de acusación: "Si la mayoría (republicana) decide seguir presionando la investigación, esto demostraría exactamente lo que es: un ataque puramente partidista contra el presidente financiado con los impuestos del pueblo norteamericano".

El líder republicano de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, trató de llamar a la calma. "No tengo ni la menor idea. No sé lo que cuenta el juez, ignoro el razonamiento del juez y no tengo ningún comentario", dijo Gingrich. Pero el diputado Bob Livingstone, dijo que "me sorprendería si un informe de este tipo estuviera simplemente basado en las actividades sexuales del presidente", un eufemismo aclarado por otro dirigente republicano, John Boehner: "Lo que Starr investiga no tiene mucho que ver con Paula Jones".

El fiscal, muy cercano a los republicanos, avaló ayer esta tesis tratando de lucir mesurado e imperturbable detrás de sus anteojos. "Hay que hacer una distinción entre los dos casos. Además --dijo Starr--, el caso todavía no está resuelto, puede haber apelaciones." No obstante la cantidad de acusaciones que pesaron sobre él y que ahora pretenden asentarse en el fallo de la jueza como si fuera una venganza, Starr dijo tener "una gran fe en la ley". El proceso legal, efectivamente, todavía le da la chance de continuar la cacería contra Clinton, ya que no está atado a ningún juzgado ni a ninguna jurisdicción específica por su condición de "fiscal independiente". Habiendo comenzado en el escándalo inmobiliario como el Whitewater, pasando por la contratación ilegal en la agencia de viajes y terminando con la acumulación de mujeres que supuestamente tuvieron affaires con Clinton, la estrategia de Starr es continuar con el caso de una de ellas, Monica Lewinsky. Para ello, debe presentar un informe ante los tres jueces que forman la división especial del Tribunal de Apelaciones en el que se analicen las conclusiones de todas estas causas. Estos jueces deben entregar un documento al Congreso que, en definitiva, tendrá la última palabra.

Acerca de un eventual procedimiento de destitución, "no se puede recurrir a él sin el apoyo de los dos partidos", señaló Conyers. Las estadísticas indican que desde 1789, de las 60 veces que se realizó el llamado impeachment, el Senado sólo aprobó 15. Tampoco ayuda para esto la buena imagen de Clinton, la misma que sólo sufrió unos pocos altibajos en el peor momento del escándalo Lewinsky. Según una encuesta CNN/USA Today/Gallup, realizada después del anuncio del fin del proceso, el 63 por ciento de los norteamericanos está de acuerdo con la decisión de la jueza Webber Wright, y sólo el 25 por ciento estuvo en contra.

A pesar de la euforia, el presidente norteamericano pretendió eludir la venganza. "No tengo nada que decir sobre el señor Starr", anunció ayer, para rematar pomposamente diciendo que "he hecho lo que he podido para seguir el ejemplo de todos los presidentes de Estados Unidos, desde George Washington, que ha dejado de ser un individuo durante el tiempo que dura el mandato para dedicar todo el tiempo y la energía al país".

El otro gran árbol caído, Paula Jones, lloró amargamente, según sus allegados. Salvo su abogada, nadie estaba a su lado para consolarla: hasta las dos principales asociaciones de defensa de las mujeres, la Organización Nacional para las Mujeres y el Fondo para una Mayoría Femenina, también se congratularon de la decisión de archivar el caso.

"Con un Watergate al siglo ya es suficiente", afirmó Stephen Rose, de la Universidad de Nueva Orleans. La ironía es que esta figura de fiscal independiente, el que puede seguir al presidente donde y como sea, había nacido justamente con el caso que destruyó la presidencia de Richard Nixon. Poco importa: para el siglo que viene, faltan menos de dos años.

 


MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES AFRICANAS

La gira africana del presidente norteamericano Bill Clinton, que concluyó en Senegal, fue un éxito mediático, pero tuvo escasos resultados políticos y diplomáticos. El principal revés fue la oposición de Sudáfrica, una de las dos principales potencias del continente, a la "ley sobre crecimiento y oportunidad en Africa" y sus serias reservas a la fuerza africana de mantenimiento de la paz, las dos principales propuestas de la política africana de Estados Unidos. A ello se agrega el hecho de que Clinton, cuya visita fue precedida de severas advertencias de sus colaboradores al presidente de la República Democrática del Congo (RDC, ex Zaire) Laurent Desiré Kabila, no logró obtener ninguna concesión de éste durante su encuentro en Entebbe (Uganda). No obstante, según su consejero de seguridad Sandy Berger, Clinton volvió a Washington "enormemente satisfecho" de su gira de 11 días por seis países (Ghana, Uganda, Ruanda, Sudáfrica, Bostuana y Senegal). Es cierto que en todos ellos el presidente recibió una acogida entusiasta de la población, pero además tiene otras razones para estar satisfecho. El simple hecho de que "un presidente norteamericano no sólo haya venido a Africa, sino que haya venido por un largo período y haya consagrado ese tiempo y esa energía al continente, ha sido un mensaje importante (para Africa) que no ha pasado inadvertido", en opinión de Berger. El balance político también es modesto, pese a que Berger minimizó la oposición sudafricana a la "ley sobre crecimiento y oportunidad", afirmando que "excepto el presidente Nelson Mandela, todos los líderes que encontramos afirmaron que era importante para ellos".


CONCESIONES DE YELTSIN

t.gif (67 bytes) Sergei Kiryenko se enfrentará hoy a una Duma hostil, pero ésta no votará si lo acepta o no como primer ministro ruso al menos hasta el próximo miércoles. El presidente Boris Yeltsin brindó ayer una oportunidad a la oposición de salvar la cara y aceptó que la mesa redonda, en la que participan líderes políticos, sindicales y regionales, se reúna el martes. El objetivo será analizar la situación creada con la presentación de la candidatura de Kiryenko y evitar una confrontación que, en su escenario más peligroso, conduciría a elecciones anticipadas. El líder del Kremlin se reunió ayer en un pabellón de caza situado a unos 100 kilómetros de Moscú con los presidentes de las dos Cámaras del Parlamento Gennady Selezniov y Yegor Stroyev (foto). Inmediatamente después, se sumó a la cita el propio Kiryenko, el ex ministro de Energía de 35 años, sucesor designado del destituido Viktor Chernomirdyn, que se encuentra en el ojo del huracán por su falta de experiencia política. Yeltsin calzaba ayer las botas de líder moderado y conciliador capaz de escuchar, e incluso de ceder, siempre que su autoridad no quede en entredicho. Por eso, aceptó la petición de que se reúna la mesa redonda e incluso se mostró dispuesto a que los partidos presenten candidatos a ministros, aunque descartando cualquier imposición o formar un gobierno de coalición. La agencia oficial Itar-Tass anunció ayer que Yeltsin había decidido posponer su viaje a Japón, que debía desarrollarse entre el 11 y el 13 de abril. Parecía un síntoma de que el presidente tenía serias dudas de que, para esas fechas, la crisis estuviera zanjada y su presencia en Rusia no fuese ya imprescindible. Pero, poco después, el despacho fue anulado, lo que, en teoría, puede interpretarse como un ataque de optimismo derivado del encuentro de ayer con los jefes de la Duma y el Consejo de la Federación.



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