El viejo puntero
parecía contento en medio de las barras de la Convención radical de anoche. Aplaudía y
gritaba, eufórico, con cada palabra de Fernando de la Rúa autodefiniendo su vocación
presidencial. "Al fin tenemos candidato", dijo con el apego de los radicales a
la liturgia y a las formas. Y después se permitió un momento de tristeza cuando miró al
público y notó la ausencia de un símbolo: "Fíjese --dijo--, sólo hay dos boinas
blancas". Ni él tenía la suya.
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