CON EL AGUA HASTA EL CUELLO
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Por Carlos Rodríguez Desde Dolores En un clima de tensión creado por el temor a una pueblada por parte de los amigos de la víctima, con más personal de seguridad que público y periodistas dentro de la sala de audiencias, la Cámara de Dolores condenó a diez años de prisión al oficial inspector exonerado Oscar Cuello, acusado por el crimen del nutriero Cristian Javier Cicovicci, ocurrido el 20 de abril de 1996. El tribunal --con el voto mayoritario de dos de sus tres miembros-- sorprendió al calificar el caso como "tentativa de robo agravado por homicidio, violación de los deberes de funcionario público y homicidio culposo, todo en concurso ideal". De tal modo, confirmó que Cuello intentó robarle a Cicovicci las pieles de nutria que llevaba ese día. En los fundamentos, también dio por sentado que los efectivos de la comisaría de Pila, localidad donde ocurrió el crimen, sustraían en forma habitual el producto de la caza a los nutrieros y después comercializaban el botín. Esto será motivo de un nuevo juicio (ver nota aparte).Durante las tres horas que duró la lectura de la sentencia, Cuello permaneció cabizbajo y cuando escuchó el monto de la pena lloró varios minutos en silencio. Poco antes, su esposa se había retirado de la sala, llorando, previendo lo que a esa altura se sabía inevitable. La madre y los hermanos de Cicovicci no terminaron de ponerse de acuerdo respecto del fallo. "Estoy muy conforme con la sentencia y ahora Cuello va a tener también el castigo de Dios", dijo Maximiliana, una de las hermanas. No cuestionó el hecho de que el tribunal haya desechado el pedido de la fiscal María Eva Merlo, quien requirió una condena de 18 años de prisión. Sin embargo, ya en la calle, mientras caminaba sostenida de ambos brazos por sus hijos, doña Juana, la mamá del nutriero asesinado, consideró que "está bien que haya sido condenado, pero es injusto que dentro de tres años pueda quedar nuevamente libre". Cuello, que está preso desde el día del crimen y que ahora está alojado en la Unidad 9 de La Plata, podría salir en libertad condicional a partir del 2001. Afuera, cuando el condenado Cuello fue retirado en un celular, un grupo pequeño de personas le gritó: "¡Asesino!", "¡Hijo de puta!" y otras expresiones poco amables. La escasa concurrencia, bajo una fuerte llovizna, contrastaba con la multitudinaria presencia policial. La manzana donde está ubicado el tribunal, en pleno centro de Dolores, había sido ocupada por centenares de uniformados que se movilizaban en carros de asalto, patrulleros y camiones cisterna. Los grandes ausentes fueron los nutrieros, que hace dos años, el día del crimen, coparon el tribunal e intentaron linchar a Cuello. Los comentarios indicaron que estuvieron reunidos a pocas cuadras, esperando la sentencia, y que sólo iban a concurrir si había absolución o si se anulaba el juicio. A pesar de los malos augurios, el fallo se leyó sin batallas campales. Con el voto de Susana Darling Yaltone y Jorge Dupuy, el tribunal consideró que fue un "procedimiento policial ilegítimo" el realizado el 20 de abril de 1996 por el oficial inspector Cuello en la laguna El Sermón, ubicada en una estancia de Pila conocida como La Azotea. Los jueces consideraron que el policía "mediante violencia ejercida en la persona de Cicovicci trató de apoderarse de la bolsa" que contenía 26 cueros de nutria. Cuello llevaba en la mano derecha su pistola reglamentaria. El disparo que mató a Cicovicci "en forma casi instantánea" fue realizado desde una distancia de "más de 15 centímetros y menos de 30". Además de los diez años de prisión, el policía fue inhabilitado por igual tiempo para ejercer funciones públicas y para usar armas. En su voto, Dupuy recalcó que la pistola "estaba en posición de disparo, sin el seguro colocado, y el imputado tenía el dedo en la cola del disparador, violando el reglamento (policial) dictado en el año 1988" para evitar la reiteración de casos de "gatillo fácil". Por lo demás, "la resistencia de Cicovicci, si existió, fue insignificante, por lo que el uso del arma y el disparo fueron innecesarios y excesivos". El camarista Raúl Begué discrepó con sus colegas, aunque en muchos de los ítem de la sentencia terminó acompañando el voto condenatorio. Según Begué, Cuello fue "el chivo expiatorio de las maniobras de ocultamiento de la realidad llevadas a cabo por funcionarios de la comisaría de Pila" que "no tuvieron la finalidad de ayudarlo". El disidente calificó de "buen hombre" al policía condenado y llamó "falaz" al principal testigo de cargo, el nutriero Gustavo Carlomagno. Los abogados de Cuello apelarán el fallo, basándose en los argumentos expuestos por Begué.
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