EL ARTISTA DEL SIGLO
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Por Angel Berlanga Si la parca no hizo una excepción con él, y con la excusa de un edema pulmonar le quitó los colores y los pinceles de sus manos, son pocas las esperanzas de una primera vez en la inmortalidad de los hombres. Veinticinco años atrás, mientras Pablo Picasso dormía en su residencia de Mougins, en el sur de Francia, la muerte le tocó el hombro y puso fin a un trabajo imposible de abarcar con exactitud. Acaso no se animara a mirarlo directamente a sus ojos negros y por eso prefirió no interrumpirlo en su vigilia laboriosa, o acaso temió que en dos trazos la escrachara en un lienzo. Durante 91 años le funcionó como cábala la ausencia de un testamento redactado que diera unas pinceladas de organización para la repartija entre sus descendientes de los millones de dólares y miles de obras que tenía en su poder, pero el 8 de abril de 1973 se acabó lo que se daba. Son muchos los entendidos que dicen que fue el artista del siglo; algunos hasta se animan a ponerlo al tope del ranking de los artistas de la historia. No son muchos los hombres que consiguen ser emblema indiscutible en su oficio: Freud es psicoanálisis, Maradona es fútbol y Picasso es pintura. Sus apellidos conectan inevitablemente con aquello a lo que han dedicado sus vidas. La leyenda cuenta que la primera palabra que pronunció fue piz. No era un pedido para ir al baño: el niño, que por entonces rondaba los tres años, quería un lápiz. Su padre, José Ruiz Blasco, un maestro de dibujo de tambaleante posición económica, especialista en pinturas de palomas, pronto se entusiasmó con la precocidad artística del primero de sus tres hijos, que resultó un tronco para escribir o sumar pero un genio para dibujar. La leyenda cuenta también que cuando el 25 de octubre de 1881, en la ciudad española de Málaga, María Picazo López dio luz a --créase o no-- Pablo Diego José Francisco de Paulo Juan Nepomuceno María de los Remedios Crispín Crispiano Santísima Trinidad Ruiz y Picazo, el niño no respiraba ni lloraba, y que cuando ya lo daban por muerto un tío presente en el parto echó al rostro del crío una bocanada de humo que resultó resucitadora. De su madre heredó carácter fuerte, estatura baja y contextura enérgica. Cerca de los 20 abriles eligió definitivamente que se lo conociera como Pablo Picasso. Y eligió Picasso, a secas, para firmar sus obras. Por razones de marketing, podría decirse: Ruiz era muy común. Ni hablar, claro, de usar el nombre completo. Sus años del siglo anterior transcurrieron en Málaga, La Coruña, Barcelona y Madrid. Los óleos de retratos familiares hechos a los trece y catorce años ya dejaban claro que el muchacho podía andar bien en esto de pintar. Pero sobre el filo del siglo comienzan los signos de rebelión contra el estilo académico, la búsqueda de nuevos caminos, y la influencia del art noveau y especialmente de Paul Cézanne. En octubre del 1900 viajó a París por primera vez, pero sin piso firme para sobrevivir aguantó apenas dos meses; se instalaría definitivamente allí en 1904. Esos años corresponden a su Período Azul, en los que predominan personajes marginales, entre los que él, como artista, se considera incluido. Con la llegada de sus primeras novias, en 1905 comenzó el más amable Período Rosa. Para Picasso son épocas de penurias económicas y fríos, pero ya comenzaba a disfrutar de ventas más regulares de sus cuadros, de amigos como Max Jacob y Guillaume Apollinaire y del opio. En 1907 llegaría el salto del cuadro El burdel, más conocido como Las señoritas de Avignon, en el que rompe con las tradiciones occidentales de representación al mostrar en simultáneo perfiles, frentes, espaldas. El norteamericano Norman Mailer, en su Picasso, retrato del artista joven (Alfaguara, 1995), relata cómo casi todos sus amigos rechazaron inicialmente el cuadro. También describe la competencia y la amistad-enemistad entre Picasso y Henri Matisse: "Los dos habían decidido convertirse en el pintor vivo más grande y ninguno de los dos era poco realista. Se podía lograr". Mailer se pregunta hasta qué punto el Cubismo del andaluz no surgió como reacción al evolucionado arte de su colega francés. "Matisse había despertado toneladas de atención entre sus colegas artistas y los críticos por lo que podía lograr con el color. Era el turno de que Picasso demostrara lo que se podía hacer con la forma." Picasso y el francés Georges Braque cofundaron el Cubismo en 1908. Definición de Cubismo: "Descomposición del mundo visible en sus componentes geométricos". Palabra de Picasso, 1923: "El Cubismo no es diferente de las demás escuelas de pintura. Los mismos principios y los mismos elementos son comunes a todas ellas. No significa nada el hecho de que durante largo tiempo haya sido incomprendido, ni que hasta hoy haya quien no vea nada en él. Yo no leo inglés; un libro en ese idioma para mí está en blanco, pero esto no significa que el inglés no exista." El Cubismo también dio lugar a otra innovación: ensambles o collages de materiales diversos a las obras. En adelante irá y vendrá con total libertad: clasicismo otra vez, figuras distorsionadas, collages, pinturas políticas (se afilió al Partido Comunista al terminar la Segunda Guerra), esculturas, cerámicas. En 1937 pintó el enorme Guernica, inspirado en el bombardeo de la aviación nazi a una aldea vasca, a comienzos de la Guerra Civil Española. Es su obra más célebre y el máximo símbolo del sufrimiento de una tierra a la que no volvería. El Guernica, sin embargo, sí volvió y ocupa hoy el mejor lugar en el madrileño Museo del Prado. Su incansable trabajo lo hizo rico, más vale tarde que nunca, y famoso, pero no por eso dejó de trabajar. Tampoco incorporó a su vida las ropas o moblajes acordes a un millonario. Mucho menos sus modales: siempre fue un español de pueblo. Le gustaban los toros, los gatos y los perros, el sol, el vino, los mariscos, los habanos, los disfraces, los viajes en barco y las conversaciones con los amigos. Y sobre todo le gustaban las mujeres. Mailer anota una definición contundente: "Ningún hombre ha amado y odiado tanto a las mujeres". Y esto se ve en cientos de sus pinturas: damas hermosas y plenas, damas monstruosas y diseccionadas. Hubo muchas en su vida y casi todas parecen haber quedado machucadas, vaciadas de energía. Con Fernande Olivier, su primer amor parisino, compartió nueve años. Luego de una temporada con Eva Gouel, se casó con la bailarina rusa Olga Klokhova, madre de su primer hijo, Pablo. Más tarde tuvo una hija, Maya, con Marie Thérèse Walter, y simultáneamente fue amante de la fotógrafa Dora Maar. A fines de la Segunda Guerra conoció a la pintora Françoise Gilot, compartió con ella una década y tuvo sus otros dos hijos, Claude y Paloma. Su segunda esposa, Jacqueline Roque, fue quien lo encontró muerto veinticinco años atrás. Desde los tres años, cuando pidió aquel lápiz, empezó a dibujar un plan para que no se lo coma el olvido. El plan resultó de lo más inmortal a lo que por ahora puede aspirarse: miles de Picassos distribuidos por el mundo, a los que sólo podría destruir un meteorito perdido o una bomba nuclear.
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