SIN REGISTRO EN UN AUTO QUE VOLABA
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"No corre, vuela", decía la calcomanía, adornada con un águila negra, en la luneta trasera del Falcon '75 de Diego Gastón Soto, de 18 años. El mismo Falcon y el mismo Soto que el martes, alrededor de las 20, atropelló en Florencio Varela a tres chicas y a un joven de 17 años, provocando la muerte de una de ellas, después de arrastrarla cuatro cuadras, para después fugarse. Otra de las chicas quedó en coma. Tres horas después, el autor fue descubierto por la policía en el garaje de su casa, a pocas cuadras del lugar, tratando de ocultar el vehículo, que tenía en su paragolpes y capot señales visibles de la violencia del golpe. Soto no tenía licencia de conducir. Andrea Vanesa Pérez, Verónica Mejía, Valeria Salinas y Ramón Montes habían salido del colegio El Obrador de Claypole, y al llegar a la esquina de Blas Parera y Los Laureles, Soto, a bordo de su Falcon blanco '75, se les vino encima. Montes fue lanzado contra un poste de alumbrado a unos 20 metros del lugar. Mejía y Salinas saltaron por el aire y cayeron en el pavimento. La primera estaba anoche en estado de coma. Andrea Pérez murió en el instante, pero su cuerpo quedó enganchado debajo de la carrocería del auto. Según los testigos presenciales, Soto siguió fiel a su calcomanía y, en lugar de detenerse, voló del lugar, arrastrando a la chica cuatro cuadras, hasta que el Falcon golpeó con un montículo de tierra. En ese momento, el cuerpo fue despedido, mientras que Soto dobló por Las Casuarinas. Sobre esa calle, al 2300 y a siete cuadras del lugar, estaba su casa. Allí fue ubicado, tres horas después, por policías de la comisaría 2ª del barrio Las Malvinas, de Florencio Varela, que siguieron las huellas en el asfalto hasta dar con Soto, con el Falcon y con la calcomanía. En el frente del vehículo se podían advertir las huellas de la violencia del golpe. El paragolpes y el capot estaban completamente abollados. Según fuentes policiales, las pericias del Seit descubrieron cabellos que podrían pertenecer a la joven, además de manchas de sangre. Soto, que no tiene registro de conductor ni seguro, quedó detenido e incomunicado en la comisaría, esperando que el juez penal de Quilmes, Guillermo Pons, le tomara indagatoria. José Quinteros, un estudiante de abogacía que vive en la esquina de Los Cardales y Los Laureles, que dijo haberse interesado por la causa, comentó a los vecinos que la carátula era "lesiones graves culposas, homicidio culposo y abandono de persona". "Es una aberración, lo único que está bien caratulado es el abandono de persona". Esa versión, además de la indignación de la gente del barrio, terminó reuniendo a un grupo de vecinos frente a la comisaría donde Soto, detenido, se había quedado sin alas. Lo que los movilizaba era una demanda de justicia. Algunas voces también exigieron sobre cuestiones más prácticas. "En esa esquina ya ocurrieron muchos accidentes." La respuesta llegó rápidamente, al menos en lo que concierne a las cuestiones prácticas: ayer, un grupo de obreros contratados por la Municipalidad de Florencio Varela levantaba lomos de burro. Pero fue una respuesta a medias, ya que el reclamo de los vecinos era por un semáforo. Otra vecina, Mirta, aclaró que al Falcon del águila negra lo había visto muchas veces andar a alta velocidad. "Pero ojo --aclaró--, ése no era el único. Acá todos pasan así." Sin saberlo, la vecina señaló una característica que se viene registrando en los últimos años. Según datos proporcionados por el Instituto de Seguridad y Educación Vial, casi 5 de cada 10 conductores que protagonizan un accidente de tránsito grave están dentro de la franja más joven de la población y son considerados el grupo de mayor riesgo.
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