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Por Cecilia Hopkins La compañía estadounidense Momix, que dirige el coreógrafo Moses Pendleton, concretará su tercera visita al país para estrenar Passion, un espectáculo basado en la música creada por Peter Gabriel para La última tentación de Cristo, el film maldito de Martin Scorsese, que nunca pudo ser visto aquí en funciones regulares. El espectáculo, que se sumará a la cartelera porteña del miércoles 15 al domingo 19 de este mes, fue estrenado originalmente en 1992, el año en que el grupo llegó por primera vez a Buenos Aires. A diferencia de los programas presentados en aquellas oportunidades, compuestos por una gran variedad de números de breve extensión, este nuevo trabajo tiene una duración de 72 minutos sin intervalo. Pero como los anteriores, sigue fiel a los principios estéticos y éticos del grupo. "Tratamos de proyectar cómo podría ser el mundo, no cómo es", dice el director. "Reflejamos una especie de visión utópica y paradisíaca, con numerosas conexiones con el mundo natural, plantas y animales", completa el realizador, conocido por sus declaraciones a favor de la ecología y del compromiso del artista por abogar a favor de un futuro mejor desde su obra. "Si diseñamos un mundo más humano y más bello, tal vez podamos influir en la mente de quienes nos ven; así habrá una vida más digna y hermosa", imagina. El estilo de movimiento que cultiva el quinteto de intérpretes es imposible de ubicar en alguna de las categorías que dispone la danza tradicional. Sus procedimientos eclécticos están más próximos al llamado teatro-danza. "Lo que hago es una mezcla de danza y teatro que sirve para romper barreras. Y es ése el camino que para mí debería seguir el teatro". Según detalla Pendleton, con Momix busca estimular las emociones del espectador a partir de la creación de imágenes, a la manera de un pintor. Esto lo lleva a combinar libremente los cinco cuerpos que los intérpretes ponen a su disposición en la tarea de convertirlos en criaturas fantásticas. Con un asombroso despliegue de vigor y precisión, los bailarines-gimnastas de Momix recrean formas orgánicas de extraña apariencia. Sus piernas y brazos crean la ilusión de multiplicarse como si brotaran de un solo torso o bien se fusionan para tomar la forma de medusas y arañas. Por momentos, su condición de cuerpos humanos, aun cuando frecuentemente se presentan desnudos en escena, puede también desdibujarse para asumir el aspecto de formas abstractas. En todas las composiciones que concreta Momix la luz es un elemento fundamental. Los objetos, por su lado, colaboran en la transformación permanente que se opera en escena: sogas, bastones, paraguas, todo elemento puede convertirse en un buen punto de partida para generar las asombrosas imágenes en movimiento características del conjunto. Antes de dedicarse a la coreografía, Pendleton escribió para cine y se dedicó a la percusión. A fines de los 60 era, además, un deportista obstinado. Fue precisamente un accidente sufrido en una pista de esquí la circunstancia que determinó su actual actividad: la terapia que sus médicos le recetaron fue la danza, disciplina que con el tiempo fue alternando con la gimnasia, la acrobacia y la expresión corporal hasta terminar entrelazándolas. El nacimiento de Momix como agrupación artística está íntimamente vinculado al apego de su director por la naturaleza, una pasión que lo decidió a radicarse en el campo, en la granja que su familia dispone en Vermont, la misma finca de 35 habitaciones que aún hoy es su residencia. "Tengo la idea de que cada persona tiene un animal dentro: creo que hay una memoria colectiva y que la conexión con la naturaleza puede ser estimulada con la danza y la música". Pendleton cuenta que el nombre de Momix proviene de la marca de un alimento que se suministra a las vacas para aumentar su producción de leche. Sea como fuere, lo que parece más digno de crédito es, tal vez, su afirmación de que "en realidad, Momix es una broma surrealista".
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